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Si recuerdan, esto dijo el comandante del Ejército Nacional, general Eduardo Zapateiro, sobre el presidente electo, Gustavo Petro: “A ningún general he visto en televisión recibiendo dinero mal habido. Los colombianos lo han visto a usted recibir dinero en bolsa de basura”. Lo hizo de manera pública, en Twitter, como si se tratase de un intercambio entre ciudadanos. Al cierre de esta edición, el mensaje del general Zapateiro alcanza los 14.000 “me gusta” y, en su momento, fue noticia internacional. Sin embargo, la Procuraduría, diligente en el control a distintos alcaldes, guardó silencio. En varias entrevistas, fiel a su estilo, el comandante del Ejército se mostró terco y atrincherado en su mal comportamiento. Ahora que el sujeto de sus agresiones será el nuevo mandatario de los colombianos, tenemos que volver a preguntar: ¿no es hora de retirarse, general?
La renuncia tuvo que ocurrir al día siguiente del ataque al entonces senador y candidato presidencial. Además del claro incumplimiento de la ley, es un asunto de honor. El general Zapateiro no debió regocijarse en su impunidad y la inacción de la Procuraduría. El Ejército, por su naturaleza, tiene que ser un órgano que no participe en política. Su lealtad es con los colombianos y con las instituciones. Que su comandante actúe como un opinador más y lo utilice para afectar directamente a un candidato presidencial afecta la legitimidad de toda la institución. Se habló en ese momento de ruido de sables y con razón: en la historia colombiana abundan los ejemplos de un Ejército interviniendo en política, con nefastas consecuencias. Por eso, en su momento, preguntamos desde este espacio en dónde quedaba la responsabilidad por lo ocurrido.
Ahora que Gustavo Petro es el presidente electo, la transgresión del general Zapateiro es más evidente y preocupante. El comandante del Ejército habló de manera despectiva y pública de quien será el jefe de toda la Fuerzas Pública. ¿Cómo podemos hablar de respeto institucional? ¿Cómo pretendemos que se respete la cadena de mando? Después del escándalo, el general salió en medios a decir: “Estoy tranquilo, porque el día que me vaya de esta amada institución dejaré muchísimos Zapateiro”. ¿Eso qué quiere decir? ¿Que la insubordinación pública seguirá a pesar de que haya un cambio en el mando?
Por donde se le mire, el asunto es grave. El comandante del Ejército no debió intervenir en política y tampoco debió continuar en su cargo. Punto. Ahora que hay presidente electo, lo mínimo es una renuncia que tenga el peso simbólico que es necesario en este momento. No hay que esperar al 7 de agosto ni forzar situaciones incómodas. Abandonar el cargo en este momento es reconocer que el Ejército respeta a la institución de la Presidencia, sin importar quién ocupe el cargo. Ese es el deber de la institución militar en democracia. Insistimos: el general Zapateiro debe renunciar cuanto antes.
Si bien es momento de cambiar de página, no podemos olvidar que la campaña electoral nos dejó indebidas intervenciones en política. Eso debe generar una reflexión institucional, especialmente para todos los altos funcionarios del Estado que lo hicieron impunemente. Cuando las normas no se cumplen, la democracia sufre.
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