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Si la temporada de lluvias ha dejado una buena noticia, en medio de tanto desastre, es que el sistema Chingaza se ha recuperado. En cifras con cierre de ayer, 17 de noviembre, la Corporación Autónoma Regional (CAR) anunció que ya se alcanzó 52,86 % de llenado. Es un aumento considerable, pues en octubre estaba en 43 % y con tendencia a la baja. Eso demuestra, adicionalmente, que las medidas de racionamiento y conservación del agua están funcionando. Sin embargo, no podemos caer en falsos triunfalismos. Sería lamentable que las personas lean estos titulares y crean que la amenaza ya pasó, pues la realidad es que continuamos en estado crítico y tenemos un problema estructural que nos acompañará durante años.
Natasha Avendaño, gerente del Acueducto de Bogotá, explicó que “no son solo los aguaceros en Bogotá que han servido. Es que también ha llovido en las cuencas abastecedoras de Chingaza, tanto en el embalse como en la Orinoquia”. Es, en todo caso, una buena noticia. Mientras que las lluvias generan graves problemas ya conocidos, una ventaja es que nos alejan del desabastecimiento de agua. Que sea la primera vez en todo el año que Chingaza tiene un nivel tan alto muestra los meses tan difíciles que ha vivido Bogotá.
Por eso mismo, no es momento para caer en la trampa del triunfalismo. Inmediatamente se supo la noticia, hubo voces que pidieron levantar los racionamientos. Eso no puede ocurrir. Como explicó Alfred Ballesteros Alarcón, director de la CAR, “todavía no es momento de evaluar” medidas para levantar los racionamientos. “Recuerden que tenemos que prepararnos para la temporada seca de los meses de diciembre, enero y febrero”, agregó. Adicionalmente, el panorama no es muy alentador. La Alcaldía ha mencionado el “día cero”, momento en el que el nivel de Chingaza bajaría a 36 %, lo que desencadenaría medidas más fuertes de cuidado del agua en medio de la escasez. No nos hemos salvado de que eso ocurra. La gerente Avendaño fue clara: “Estamos ubicándonos más o menos hacia finales del mes de marzo, en el escenario más optimista que es el 70 % de las afluencias históricas, que llegaríamos al ‘día cero’”. Así de grave es el problema estructural.
Lo que subyace a todas estas conversaciones es la necesidad de comprender que las medidas de racionamiento y similares llegaron para quedarse. La nueva realidad de variabilidad climática hace que no tengamos los mecanismos adecuados para enfrentar la escasez en el corto plazo, pues todas las soluciones requieren grandes inversiones y tomarán tiempo. Mientras tanto, tenemos que acostumbrarnos a racionar y tomar otras medidas para disminuir el consumo. Especialmente porque esos actos sí funcionan. De nuevo la gerente Avendaño, en columna publicada por La República, cuenta que “desde que se implementó el racionamiento, en abril, se han ahorrado más de 27 millones de metros cúbicos de agua; cantidad equivalente al contenido de 10.782 piscinas olímpicas”. Por su parte, el cobro por exceso de consumo de agua ha logrado recaudar $4.254 millones, dinero que va directo al Fondo Nacional Ambiental.
Nos falta mucho para tener una relación sostenible con el agua y su consumo, por eso la conversación necesita continuarse e incluso acelerarse. El planeta cambió, la realidad de los bogotanos y los colombianos también lo hizo. Debemos continuar con los ajustes.
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