El cambio climático es un problema global que requiere la cooperación de todas las naciones. Es por esto que hoy más de 30 periódicos y organizaciones de medios en más de 20 países hemos asumido una perspectiva común sobre lo que es necesario hacer. El tiempo se acaba. En lugar de dejar los combustibles fósiles y transitar hacia las energías limpias, los países más ricos siguen reinvirtiendo en petróleo y gas, sin reducir sus emisiones al ritmo necesario y retrasando las negociaciones para enviar ayuda a los países más pobres. Todo esto, mientras el planeta se acerca a un punto de no retorno, cuando el caos climático se tornará irreversible.
Desde la COP26, la Cumbre del Clima de la ONU en Glasgow hace 12 meses, los países se han comprometido apenas con una quinta parte de las acciones necesarias para mantener el aumento de las temperaturas en 1,5 °C con respecto a la época preindustrial. Ningún continente se ha salvado de sufrir desastres provocados por el clima extremo durante este año, desde inundaciones en Pakistán y olas de calor en Europa hasta incendios forestales en Australia y huracanes en EE. UU. Dado que todo esto ocurrió apenas por un aumento de las temperaturas cercano a 1,1 °C, el mundo puede esperar situaciones mucho más dramáticas en el porvenir.
Mientras muchas naciones buscan reducir su dependencia de Rusia, el mundo está experimentando una “fiebre del oro” por nuevos proyectos de energías fósiles. Estas iniciativas se presentan como medidas temporales, pero corren el riesgo de abocar al planeta a un daño irreversible. Todo esto deja claro que la humanidad debe terminar su adicción a los combustibles fósiles. Si las energías renovables fueran la norma, no tendríamos una emergencia climática.
La población más pobre del planeta enfrentará la peor parte de la destrucción que traen las sequías, el deshielo y la caída en las cosechas. Proteger a estos grupos de la pérdida de vidas y patrimonios va a requerir de recursos financieros. Los países en desarrollo, sostiene un reporte sobre el tema, necesitan US$2 billones anualmente para reducir sus emisiones y sobrellevar la emergencia climática.
La población de los países ricos representa solo una de cada ocho personas en el mundo, pero es responsable de la mitad de las emisiones de gases de efecto invernadero. Estas naciones tienen una clara responsabilidad moral de ayudar en la situación. Especialmente ante la posibilidad de una recesión, las naciones en vías de desarrollo deberían recibir suficientes recursos para enfrentar estas condiciones de peligro, que ellos no provocaron.
Como señal de seriedad, las naciones más ricas deben cumplir su promesa de recursos previamente comprometidos, como los US$100.000 millones anuales establecidos a partir del 2020. Como mínimo, se necesita aplicar un impuesto extraordinario sobre las utilidades de las empresas más grandes de hidrocarburos, estimadas en casi US$100.000 millones en los primeros tres meses del año. Las Naciones Unidas están en lo correcto al solicitar que dichos recursos sean usados en apoyo a los más vulnerables. Esta iniciativa debe ser solo el principio. Las naciones más pobres sobrellevan deudas que imposibilitan recuperarse de desastres asociados al clima o protegerse de futuros riesgos. Los acreedores deben actuar con generosidad perdonando créditos a quienes se encuentran en la primera línea de defensa ante la emergencia climática.
Estas medidas no pueden esperar a una acción coordinada en el ámbito internacional. Las naciones pueden aplicarlas en el ámbito nacional o regional. Las emisiones totales de un país deben ser la base de su responsabilidad para actuar. Mientras el financiamiento privado puede ayudar, la responsabilidad principal de aportar el dinero recae en los emisores tradicionales de gases de efecto invernadero.
Para nuestra época, resolver la crisis climática es como lo fue en el pasado el desafío de llegar a la Luna. Gracias a que se dedicaron recursos monumentales, la humanidad pudo pisar la superficie lunar en menos de una década, desde el instante en que se planteó esa meta. Se necesita un compromiso de semejante ambición histórica. Sin embargo, la crisis económica ha reducido el apetito de los países ricos para invertir y el planeta está en riesgo de quedar atrapado por la dependencia de los combustibles fósiles, en beneficio de las empresas de hidrocarburos. Durante la pandemia, los bancos centrales alrededor del mundo impulsaron el gasto público al comprar bonos de sus respectivos gobiernos. Los miles de millones de dólares necesarios para enfrentar esta emergencia ecológica exigen la aplicación de medidas extremas.
Este no puede ser un momento para la apatía o la complacencia. La Convención Marco de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático debe atender el poder de los argumentos y no los argumentos del poder. Es fundamental que el consenso en Egipto y el esfuerzo de la diplomacia climática no se rompan por las disputas comerciales o la guerra en Ucrania. El proceso de la ONU puede no ser perfecto, pero les ha ofrecido a las naciones del mundo un objetivo claro para salvar al planeta. En la COP27 se debe perseguir el empeño por desactivar este riesgo existencial para la humanidad.
Medios aliados:
Camunda News, Angola
National Observer, Canadá
El Espectador, Colombia
Politiken, Dinamarca
Libération, Francia
Mediapart, Francia
Efimerida ton Syntakton, Grecia
Kathimerini, Grecia
Protagon, Grecia
Telex, Hungría
The Hindu, India
Tempo, Indonesia
Irish Examiner, Irlanda
Irish Independent, Irlanda
Haaretz, Israel
La Repubblica, Italia
The Gleaner, Jamaica
Macaranga, Malasia
Reforma, México
Centre for Journalism Innovation & Development, Nigeria
Rappler, Filipinas
Gazeta Wyborcza, Polonia
Público, Portugal
Mail & Guardian, Sudáfrica
elDiario.es, España
T&T Guardian, Trinidad and Tobago
Daily Mirror, UK
The Guardian, UK
Covering Climate Now, EE. UU.
Miami Herald, EE. UU.
The Nation, EE. UU.
Rolling Stone, EE. UU.
The Environmental Reporting Collective, internacional
Pacific Environment Weekly, Pacífico
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El cambio climático es un problema global que requiere la cooperación de todas las naciones. Es por esto que hoy más de 30 periódicos y organizaciones de medios en más de 20 países hemos asumido una perspectiva común sobre lo que es necesario hacer. El tiempo se acaba. En lugar de dejar los combustibles fósiles y transitar hacia las energías limpias, los países más ricos siguen reinvirtiendo en petróleo y gas, sin reducir sus emisiones al ritmo necesario y retrasando las negociaciones para enviar ayuda a los países más pobres. Todo esto, mientras el planeta se acerca a un punto de no retorno, cuando el caos climático se tornará irreversible.
Desde la COP26, la Cumbre del Clima de la ONU en Glasgow hace 12 meses, los países se han comprometido apenas con una quinta parte de las acciones necesarias para mantener el aumento de las temperaturas en 1,5 °C con respecto a la época preindustrial. Ningún continente se ha salvado de sufrir desastres provocados por el clima extremo durante este año, desde inundaciones en Pakistán y olas de calor en Europa hasta incendios forestales en Australia y huracanes en EE. UU. Dado que todo esto ocurrió apenas por un aumento de las temperaturas cercano a 1,1 °C, el mundo puede esperar situaciones mucho más dramáticas en el porvenir.
Mientras muchas naciones buscan reducir su dependencia de Rusia, el mundo está experimentando una “fiebre del oro” por nuevos proyectos de energías fósiles. Estas iniciativas se presentan como medidas temporales, pero corren el riesgo de abocar al planeta a un daño irreversible. Todo esto deja claro que la humanidad debe terminar su adicción a los combustibles fósiles. Si las energías renovables fueran la norma, no tendríamos una emergencia climática.
La población más pobre del planeta enfrentará la peor parte de la destrucción que traen las sequías, el deshielo y la caída en las cosechas. Proteger a estos grupos de la pérdida de vidas y patrimonios va a requerir de recursos financieros. Los países en desarrollo, sostiene un reporte sobre el tema, necesitan US$2 billones anualmente para reducir sus emisiones y sobrellevar la emergencia climática.
La población de los países ricos representa solo una de cada ocho personas en el mundo, pero es responsable de la mitad de las emisiones de gases de efecto invernadero. Estas naciones tienen una clara responsabilidad moral de ayudar en la situación. Especialmente ante la posibilidad de una recesión, las naciones en vías de desarrollo deberían recibir suficientes recursos para enfrentar estas condiciones de peligro, que ellos no provocaron.
Como señal de seriedad, las naciones más ricas deben cumplir su promesa de recursos previamente comprometidos, como los US$100.000 millones anuales establecidos a partir del 2020. Como mínimo, se necesita aplicar un impuesto extraordinario sobre las utilidades de las empresas más grandes de hidrocarburos, estimadas en casi US$100.000 millones en los primeros tres meses del año. Las Naciones Unidas están en lo correcto al solicitar que dichos recursos sean usados en apoyo a los más vulnerables. Esta iniciativa debe ser solo el principio. Las naciones más pobres sobrellevan deudas que imposibilitan recuperarse de desastres asociados al clima o protegerse de futuros riesgos. Los acreedores deben actuar con generosidad perdonando créditos a quienes se encuentran en la primera línea de defensa ante la emergencia climática.
Estas medidas no pueden esperar a una acción coordinada en el ámbito internacional. Las naciones pueden aplicarlas en el ámbito nacional o regional. Las emisiones totales de un país deben ser la base de su responsabilidad para actuar. Mientras el financiamiento privado puede ayudar, la responsabilidad principal de aportar el dinero recae en los emisores tradicionales de gases de efecto invernadero.
Para nuestra época, resolver la crisis climática es como lo fue en el pasado el desafío de llegar a la Luna. Gracias a que se dedicaron recursos monumentales, la humanidad pudo pisar la superficie lunar en menos de una década, desde el instante en que se planteó esa meta. Se necesita un compromiso de semejante ambición histórica. Sin embargo, la crisis económica ha reducido el apetito de los países ricos para invertir y el planeta está en riesgo de quedar atrapado por la dependencia de los combustibles fósiles, en beneficio de las empresas de hidrocarburos. Durante la pandemia, los bancos centrales alrededor del mundo impulsaron el gasto público al comprar bonos de sus respectivos gobiernos. Los miles de millones de dólares necesarios para enfrentar esta emergencia ecológica exigen la aplicación de medidas extremas.
Este no puede ser un momento para la apatía o la complacencia. La Convención Marco de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático debe atender el poder de los argumentos y no los argumentos del poder. Es fundamental que el consenso en Egipto y el esfuerzo de la diplomacia climática no se rompan por las disputas comerciales o la guerra en Ucrania. El proceso de la ONU puede no ser perfecto, pero les ha ofrecido a las naciones del mundo un objetivo claro para salvar al planeta. En la COP27 se debe perseguir el empeño por desactivar este riesgo existencial para la humanidad.
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