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No hay inquisición contra Víctor de Currea-Lugo

20 de enero de 2023 - 05:00 a. m.
Las universidades siguen siendo cómplices pasivas de los acosos por falta de protocolos y vías efectivas de denuncia.
Las universidades siguen siendo cómplices pasivas de los acosos por falta de protocolos y vías efectivas de denuncia.
Foto: El Espectador - José Vargas
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La saga de Víctor de Currea-Lugo como embajador de Colombia en Emiratos Árabes Unidos (EAU) terminó con una frase del médico y profesor universitario que sintetiza todo lo que estuvo mal con su nombramiento y con el trato que les dio a las denuncias que resurgieron en su contra. En su cuenta de Twitter, después de anunciar que declinaría la invitación a ser embajador, sin duda después de haber recibido presión desde el mismo Gobierno, De Currea-Lugo concluye con una frase terrible: “La lucha contra la inquisición sigue”. Por eso sigue siendo tan difícil tener conversaciones públicas proactivas sobre acoso sexual y relaciones de poder.

Esa no fue la única frase del profesor que debe causar escándalo. Cuando se conoció su nombramiento y revivieron varias denuncias que tenía encima por presuntamente acosar sexualmente a sus estudiantes, el profesor se defendió diciendo que “es un hombre de su época”, como si venir de una época en la que la violencia sexual era más tolerada fuese motivo de orgullo o de excusa. En entrevista con María Jimena Duzán, De Currea-Lugo dijo algo que le suena muy extraño a un estudioso de las causas sociales: “Cuando alguien desde la superioridad moral viene a darme un discurso donde parece que el hecho de tener pene o de ser varón heterosexual es motivo de vergüenza, nos jodimos. Parece que hay que ser o LGBTI, o negro, o mujer o desplazada para ser persona. Y nos jodimos”.

Eso, por supuesto, es caricaturizar y querer saltarse la raíz del escándalo. A De Currea-Lugo no se le ha criticado por ser un hombre heterosexual ni tampoco se le ha negado el derecho a la presunción de inocencia judicial, lo que se puso de presente es que abundan los testimonios de mujeres, algunas estudiantes y otras que han trabajado con él, que se sintieron acosadas y vulneradas, y que prefirieron el silencio durante mucho tiempo por su poder. Incluso en la entrevista con María Jimena Duzán hay una denuncia preocupante de tratos que trascienden el acoso. Por eso la respuesta tuvo que haber sido mucho más reflexiva, reconocer dónde el poder se ejerció sin responsabilidad e identificar el dolor causado.

Surge la pregunta de siempre: ¿por qué no hay denuncias formales en la Fiscalía? La respuesta también ya la conocemos: porque el sistema no garantiza el trámite adecuado de este tipo de casos, porque las víctimas por lo general están asustadas y en desequilibrio de poder, porque en muchos casos el acoso ocurre en una línea gris que, aunque no sea punible, sí es éticamente cuestionable. Más en un funcionario que pretende representar a un país entero.

En El Espectador hemos publicado múltiples recuentos de cómo la lucha contra el acoso en las universidades se ha estrellado con la falta de protocolos y de voluntad institucional para tramitarlos. Sigue siendo un tema tabú, censurado y que deja a las víctimas desprotegidas, clamando justicia y recurriendo a las redes sociales como su único espacio de denuncia. Eso tiene que cambiar. No se trata de una “inquisición”, sino de la necesidad de un cambio cultural que por supuesto va mucho más allá del nombramiento de un embajador. Dar estas discusiones no puede hacerse bajo el radicalismo ni la caricaturización, porque eso es tapar el sol con un dedo.

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