No más violencia
El día de ayer entró en vigor el TLC con Estados Unidos. Suponíamos que las principales noticias y el análisis informativo girarían en torno a sus efectos, las críticas que se le han hecho, los beneficios u oportunidades que podría traer al país.
El Espectador
Así, con este tipo de análisis, abrimos nuestras ediciones impresa y digitales de ayer tratando de entregar a los lectores un panorama amplio del acuerdo bilateral, de un país vivo, en movimiento.
Desgraciadamente, la atención tuvo que centrarse en otra cosa: la acción violenta de gente que aún no sabe cómo sumarse a la construcción de un país mejor para todos. Hacia las 11 de la mañana, una bomba explotó en la calle 74 con avenida Caracas de Bogotá, incinerando una buseta de transporte público y dejando un número de muertos y heridos aún indeterminado a la hora del cierre de esta edición. Lamentable.
El presidente Juan Manuel Santos, minutos después, confirmó que el atentado iba dirigido contra el exministro Fernando Londoño Hoyos, quien contó con la fortuna que no tuvieron las personas que fallecieron por la fuerte onda explosiva. Rechazamos, por supuesto, de manera categórica y enérgica los actos de violencia que se presentaron ayer en Bogotá.
Ahí están los muertos y los heridos, civiles inocentes y un miembro del cuerpo de seguridad del exministro, quienes han caído con esta infamia de los intolerantes. Si bien es temprano para saber de dónde pudo venir este ataque irracional, la magnitud y la manera en que sucedió dejan ver el propósito de acallar a una voz crítica, desde la política y desde el periodismo de opinión, como es la de Fernando Londoño.
Todos los que defendemos la libertad de prensa y de opinión debemos cerrar filas en contra de este macabro intento de silenciamiento. Fernando Londoño, muy probablemente, no comparte un solo punto de vista con este diario. Hemos sido muchas veces contradictores de sus posiciones políticas e ideológicas, incluso de acciones en las que hemos sentido que ha sacado provecho de algunos resquicios de la ley, que conoce como pocos. Igual, jamás querríamos que se callara su voz inteligente y sana para el debate nacional. Defendemos su derecho a opinar tanto como lo haríamos con quien estuviere identificado con nuestro pensamiento. Las personas sensatas mantienen un debate de ideas, no de bombas explosivas.
La violencia es un círculo vicioso: entre más se responda con actos de este estilo, más se afianza y agranda ese ciclo del que Colombia parece no salir nunca. La violencia no tiene ningún tipo de justificación: es dañina, genera más odio, no soluciona absolutamente nada, no sienta precedentes. ¿Cuándo va la mente irracional de algunos a quitarse esa especie de velo de ignorancia que se tiende ante sus ojos? ¿Hasta cuándo tendremos que soportar ese punto de vista recalcitrante que no es capaz de mirar el entorno, a las víctimas, a los familiares de las personas muertas?
Ahora vendrán las hipótesis de posibles autores y motivos: el marco para la paz que se votaba ayer, el propio TLC, el propósito desestabilizador.... Cualquier opción resulta abominable, tenebrosa. La sociedad, empero, debe unirse en un solo tono: el rechazo absoluto de esta barbarie. Por más temor que haya generado, no puede haber amedrentamiento, no debe haber silencio. Podemos levantarnos, como tantas veces, olvidar los actos y dejarles la tristeza e indignación a las víctimas (a quienes enviamos toda nuestra solidaridad). Pero podemos también levantarnos con una actitud distinta frente al dolor y aspirar a que el próximo capítulo escape a esta espiral de sucesos violentos que se repiten cada cierto tiempo. La decisión, aunque hoy estemos abrumados por la desazón, también está en todos nosotros.
Así, con este tipo de análisis, abrimos nuestras ediciones impresa y digitales de ayer tratando de entregar a los lectores un panorama amplio del acuerdo bilateral, de un país vivo, en movimiento.
Desgraciadamente, la atención tuvo que centrarse en otra cosa: la acción violenta de gente que aún no sabe cómo sumarse a la construcción de un país mejor para todos. Hacia las 11 de la mañana, una bomba explotó en la calle 74 con avenida Caracas de Bogotá, incinerando una buseta de transporte público y dejando un número de muertos y heridos aún indeterminado a la hora del cierre de esta edición. Lamentable.
El presidente Juan Manuel Santos, minutos después, confirmó que el atentado iba dirigido contra el exministro Fernando Londoño Hoyos, quien contó con la fortuna que no tuvieron las personas que fallecieron por la fuerte onda explosiva. Rechazamos, por supuesto, de manera categórica y enérgica los actos de violencia que se presentaron ayer en Bogotá.
Ahí están los muertos y los heridos, civiles inocentes y un miembro del cuerpo de seguridad del exministro, quienes han caído con esta infamia de los intolerantes. Si bien es temprano para saber de dónde pudo venir este ataque irracional, la magnitud y la manera en que sucedió dejan ver el propósito de acallar a una voz crítica, desde la política y desde el periodismo de opinión, como es la de Fernando Londoño.
Todos los que defendemos la libertad de prensa y de opinión debemos cerrar filas en contra de este macabro intento de silenciamiento. Fernando Londoño, muy probablemente, no comparte un solo punto de vista con este diario. Hemos sido muchas veces contradictores de sus posiciones políticas e ideológicas, incluso de acciones en las que hemos sentido que ha sacado provecho de algunos resquicios de la ley, que conoce como pocos. Igual, jamás querríamos que se callara su voz inteligente y sana para el debate nacional. Defendemos su derecho a opinar tanto como lo haríamos con quien estuviere identificado con nuestro pensamiento. Las personas sensatas mantienen un debate de ideas, no de bombas explosivas.
La violencia es un círculo vicioso: entre más se responda con actos de este estilo, más se afianza y agranda ese ciclo del que Colombia parece no salir nunca. La violencia no tiene ningún tipo de justificación: es dañina, genera más odio, no soluciona absolutamente nada, no sienta precedentes. ¿Cuándo va la mente irracional de algunos a quitarse esa especie de velo de ignorancia que se tiende ante sus ojos? ¿Hasta cuándo tendremos que soportar ese punto de vista recalcitrante que no es capaz de mirar el entorno, a las víctimas, a los familiares de las personas muertas?
Ahora vendrán las hipótesis de posibles autores y motivos: el marco para la paz que se votaba ayer, el propio TLC, el propósito desestabilizador.... Cualquier opción resulta abominable, tenebrosa. La sociedad, empero, debe unirse en un solo tono: el rechazo absoluto de esta barbarie. Por más temor que haya generado, no puede haber amedrentamiento, no debe haber silencio. Podemos levantarnos, como tantas veces, olvidar los actos y dejarles la tristeza e indignación a las víctimas (a quienes enviamos toda nuestra solidaridad). Pero podemos también levantarnos con una actitud distinta frente al dolor y aspirar a que el próximo capítulo escape a esta espiral de sucesos violentos que se repiten cada cierto tiempo. La decisión, aunque hoy estemos abrumados por la desazón, también está en todos nosotros.