Nubes negras en el clima mundial
Es impensable una gestión de mitigación y adaptación al cambio climático, sin la participación del mayor contaminador del mundo.
El Espectador
Al tiempo que se confirmaba que Donald Trump será el nuevo presidente de los Estados Unidos, avanzaba en Marrakech la Conferencia de las Partes, COP22, de los países firmantes del Acuerdo de París. Una coincidencia política que viene a enrarecer el clima mundial.
En la agenda de la COP22 está avanzar en la conformación de los grandes fondos climáticos y la ruta para poner en práctica los compromisos de reducción de gases de efecto de invernadero, de adaptación y los mecanismos de seguimiento acordados. Es decir, pasar del consenso científico-político ya logrado a las soluciones prácticas. El huracán político con epicentro en las clases medias de los Estados Unidos amenaza sin embargo convertirse en un factor desestabilizador, literalmente, del clima mundial. Sus efectos al otro lado del Atlántico se comienzan a sentir.
Reinan entre los participantes en la cumbre de Marruecos el desconcierto y la desesperanza. No hay señales positivas a la vista, al menos por ahora, pues en el tema de cambio climático Trump fue muy claro durante la campaña: para el empresario venido a político se trata de un “cuento chino”. Tal vez hace referencia explícita al acuerdo previo a París entre los principales emisores de CO2 del mundo —Estados Unidos y China—, que despertó la esperanza mundial sobre una respuesta política adecuada.
Y en sus primeros días como presidente electo, Trump ha sido consecuente con su oferta electoral. Anuncia cambios sustanciales en la institucionalidad del clima y del ambiente. Nombró en la agencia de protección ambiental, EPA, a uno de los principales escépticos del clima, Myron Ebells, quien, se dice, en menos de 100 días presentará la nueva agenda climática. ¿Cuál podría ser? Se teme el regreso del unilateralismo de la Casa Blanca frente a un tema en el que se había difícilmente avanzado en la gobernanza global. Y es impensable una gestión de mitigación y adaptación al cambio climático, sin la participación del mayor contaminador del mundo.
Una oportunidad, aunque insuficiente, para que China refuerce su liderazgo y acelere el cambio tecnológico. Contraste de fondo que, sin un sistema democrático, el gigante asiático proponga un nuevo concepto de “ecocivilización”. China pronto será el principal actor de las energías renovables. El cambio tecnológico seguirá, sin duda, en una Europa todavía liberal e incluso, mucho más lento sin subsidios globales, en las economías emergentes. En los Estados Unidos, en cambio, la propuesta es volver a la explotación del carbón, a cambio de la revitalización de economías que crecieron en el pasado con base en este recurso.
Se dice que fueron los sectores menos educados quienes eligieron como presidente del país que cuenta con la mejor ciencia climática del mundo a un detractor del cambio climático. Paradoja o, más bien, mensaje crítico hacia el sistema educativo. Hoy crece la brecha entre ciencia y política, en el año más cálido registrado en la historia, y se acentúan los síntomas tardíos que indican que la humanidad pasó los umbrales del espacio planetario seguro. El desorden climático podría consolidarse como una tragedia, si siguen las tendencias y continúan las sorpresas ecológicas. Inseguridad e injusticia podrían ser los atributos del futuro climático.
No es “ambientalismo extremo”, es el corolario de la ciencia del cambio ambiental global. El futuro queda en manos de los gobiernos locales, las ciudades y las comunidades. Cambia el clima político y deberán reorganizarse las fuerzas sensatas de la humanidad, por el mejor futuro, hoy elusivo, que podríamos aspirar a tener.
¿Está en desacuerdo con este editorial? Envíe su antieditorial de 500 palabras a yosoyespectador@gmail.com.
Al tiempo que se confirmaba que Donald Trump será el nuevo presidente de los Estados Unidos, avanzaba en Marrakech la Conferencia de las Partes, COP22, de los países firmantes del Acuerdo de París. Una coincidencia política que viene a enrarecer el clima mundial.
En la agenda de la COP22 está avanzar en la conformación de los grandes fondos climáticos y la ruta para poner en práctica los compromisos de reducción de gases de efecto de invernadero, de adaptación y los mecanismos de seguimiento acordados. Es decir, pasar del consenso científico-político ya logrado a las soluciones prácticas. El huracán político con epicentro en las clases medias de los Estados Unidos amenaza sin embargo convertirse en un factor desestabilizador, literalmente, del clima mundial. Sus efectos al otro lado del Atlántico se comienzan a sentir.
Reinan entre los participantes en la cumbre de Marruecos el desconcierto y la desesperanza. No hay señales positivas a la vista, al menos por ahora, pues en el tema de cambio climático Trump fue muy claro durante la campaña: para el empresario venido a político se trata de un “cuento chino”. Tal vez hace referencia explícita al acuerdo previo a París entre los principales emisores de CO2 del mundo —Estados Unidos y China—, que despertó la esperanza mundial sobre una respuesta política adecuada.
Y en sus primeros días como presidente electo, Trump ha sido consecuente con su oferta electoral. Anuncia cambios sustanciales en la institucionalidad del clima y del ambiente. Nombró en la agencia de protección ambiental, EPA, a uno de los principales escépticos del clima, Myron Ebells, quien, se dice, en menos de 100 días presentará la nueva agenda climática. ¿Cuál podría ser? Se teme el regreso del unilateralismo de la Casa Blanca frente a un tema en el que se había difícilmente avanzado en la gobernanza global. Y es impensable una gestión de mitigación y adaptación al cambio climático, sin la participación del mayor contaminador del mundo.
Una oportunidad, aunque insuficiente, para que China refuerce su liderazgo y acelere el cambio tecnológico. Contraste de fondo que, sin un sistema democrático, el gigante asiático proponga un nuevo concepto de “ecocivilización”. China pronto será el principal actor de las energías renovables. El cambio tecnológico seguirá, sin duda, en una Europa todavía liberal e incluso, mucho más lento sin subsidios globales, en las economías emergentes. En los Estados Unidos, en cambio, la propuesta es volver a la explotación del carbón, a cambio de la revitalización de economías que crecieron en el pasado con base en este recurso.
Se dice que fueron los sectores menos educados quienes eligieron como presidente del país que cuenta con la mejor ciencia climática del mundo a un detractor del cambio climático. Paradoja o, más bien, mensaje crítico hacia el sistema educativo. Hoy crece la brecha entre ciencia y política, en el año más cálido registrado en la historia, y se acentúan los síntomas tardíos que indican que la humanidad pasó los umbrales del espacio planetario seguro. El desorden climático podría consolidarse como una tragedia, si siguen las tendencias y continúan las sorpresas ecológicas. Inseguridad e injusticia podrían ser los atributos del futuro climático.
No es “ambientalismo extremo”, es el corolario de la ciencia del cambio ambiental global. El futuro queda en manos de los gobiernos locales, las ciudades y las comunidades. Cambia el clima político y deberán reorganizarse las fuerzas sensatas de la humanidad, por el mejor futuro, hoy elusivo, que podríamos aspirar a tener.
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