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Nuestro sistema musical no comienza afuera

06 de febrero de 2023 - 02:00 a. m.
El llamado al Gobierno es a que no se desconozca lo que se ha hecho en Colombia en este campo y a que aproveche los aprendizajes de entidades y políticas culturales nacionales.
El llamado al Gobierno es a que no se desconozca lo que se ha hecho en Colombia en este campo y a que aproveche los aprendizajes de entidades y políticas culturales nacionales.
Foto: Cortesía - Fundación Batuta

Sobre la reciente visita de la primera dama a Venezuela, el propio presidente Gustavo Petro indicó que Verónica Alcocer “fue a ver el sistema orquestal venezolano” y señaló que “despegaremos en este año el sistema orquestal colombiano ligado a todo el sistema educativo”. Sin duda, Venezuela tiene mucho para enseñar en el tema, pero es importante que, antes de mirar afuera, se fortalezca el trabajo de diversas organizaciones culturales que en Colombia han trabajado exitosamente desde hace décadas en la implementación de sistemas de formación musical infantiles y juveniles en asocio con el Estado, con los entes territoriales, con la empresa privada y con la cooperación internacional.

Es el caso de Batuta, creada en 1991, de hecho por iniciativa de la entonces primera dama, Ana Milena Muñoz, hoy embajadora en El Cairo, quien también visitó en su época Venezuela para conocer de primera mano el proyecto creado en los años 70 en el vecino país por el maestro José Antonio Abreu. Desde entonces, los docentes y músicos al servicio de Batuta adaptaron las metodologías venezolanas para atender las particularidades de un país marcado por un conflicto interno, fortaleciendo el programa de formación inicial con un componente de atención psicosocial enfocado a la creación de orquestas sinfónicas infantiles en las zonas más afectadas por el conflicto armado.

Hoy, el Sistema Batuta atiende cada año un promedio de 40.000 niños y niñas quienes conforman 88 agrupaciones de formación orquestal, 735 ensambles y 470 coros, marco de acción en el que sobresalen grupos como la Orquesta Libre de Quibdó, la Orquesta Infantil y Juvenil de Puerto Asís, la Orquesta Batuta Metropolitana de Norte de Santander, la Orquesta Sinfónica Batuta Caldas, la Orquesta Juvenil del Meta, la Orquesta Infantil y Juvenil de Neiva, por citar algunos ejemplos. En estos 32 años, más de un millón de niñas y niños han pasado por Batuta.

Hay otras experiencias exitosas de formación infantil y juvenil sinfónica que sería recomendable fortalecer, como la Red de Escuelas de Música de Medellín, las muy destacadas escuelas de formación sinfónica de Cali —Escuela de Música Desepaz, Fundación Notas de Paz, Mensajeros de Esperanza y la Orquesta Sinfónica de Siloé—, organizaciones financiadas con recursos públicos y mediante la gestión de alianzas con la empresa privada y la cooperación, la Red de Escuelas de Formación Musical de Pasto, el Conservatorio de Ibagué-Institución Educativa Técnica Musical Amina Melendro de Pulecio, otros conservatorios y bachilleratos musicales del país y, por supuesto, la propia experiencia de Bogotá, impulsada por la alcaldía del hoy presidente Petro.

Desde el Ministerio de Cultura, todas estas estrategias se han integrado alrededor de una política pública de fortalecimiento de las prácticas musicales. Esa cartera ha impulsado, también, el Plan Nacional de Música para la Convivencia, que tuvo inicio en 2002 y mediante el cual se ha logrado la creación y el fortalecimiento de 1.054 escuelas municipales de formación musical que dinamizan y enriquecen la vida cultural en los territorios y respetan la diversidad de las prácticas asociadas a las tradiciones: un importante referente identitario de las comunidades.

Estas distintas formas de promover la formación musical en el desarrollo integral nacional reflejan el respeto que se ha tenido por las músicas y la valoración que se les ha dado —lo señala el propio Plan de Música—, como un mecanismo de construcción de ciudadanía democrática, promoción de la convivencia y reconocimiento de la diversidad cultural y creativa del país.

El llamado al Gobierno es entonces a que no se desconozca lo que se ha hecho en Colombia en este campo y a que aproveche los aprendizajes de entidades y políticas culturales como las ya señaladas para hacer un sistema musical mucho más robusto, integrado y sostenible que beneficie a millones de niños, niñas, adolescentes y jóvenes, quienes pueden encontrar en la música el camino hacia la tan anhelada paz.

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