Obama, en la bajadita
La anunciada derrota de los demócratas en las elecciones de Mitaca, o de medio término, del pasado martes en Estados Unidos, es un claro voto de castigo a la gestión del debilitado presidente Barack Obama.
El Espectador
El resultado final, que les da el control del Senado a los republicanos y les amplía la mayoría en la Cámara, puede reconfigurar el mapa electoral del país con miras al evento más importante en dos años: la carrera por la Casa Blanca.
Dentro del sistema del país del norte, en mitaca se renueva una tercera parte del Senado: 36 escaños de 100. El resultado parcial del martes les da 52 senadores a los republicanos contra 44 de los demócratas, quedando por definir cuatro curules que no alteran para nada la mayoría alcanzada. La Cámara, por su parte, renueva la totalidad de sus 435 escaños, de los cuales 243 serán republicanos y 178 demócratas. En las gobernaciones la tendencia no fue distinta: 31 republicanos contra 16 demócratas. Ese es el tamaño de la derrota en una campaña en la que se gastaron cerca de US$4.000 millones. Aunque la mayoría de los partidos en el poder suelen perder sillas en estas elecciones, en esta oportunidad algunos la ven como la mayor victoria republicana en los últimos 70 años.
¿La causa? De momento las miradas apuntan a Barack Obama, dado que por el voto castigo se han perdido estados demócratas como Maryland, Massachusetts o Illinois. Lo cierto es que a pesar de la mejora en la economía y la caída en el desempleo en estos seis años de mandato, los jóvenes, los latinos y los afroamericanos, que le dieron la victoria en dos oportunidades, no votaron. La oposición republicana, por el contrario, se ha fortalecido con el gran malestar que su electorado siente contra un presidente al que ven como de izquierda por sus programas sociales, como la gran reforma a la salud; al que acusan de falta de liderazgo y, además, al que rechazan por ser negro.
Lo cierto es que el llamado Grand Old Party (GOP) logró voltear la tortilla en Washington, si se tiene en cuenta que en 2009, Senado y Cámara eran demócratas. De ahí que en la bajadita que deberá transitar Obama tenga dos opciones: dialogar y tratar de consensuar leyes con sus opositores en una especie de “hagámonos pasito”. O, ver cómo la aplanadora republicana impone su propia agenda y decisiones. En ese caso puede vetar las leyes con las cuales no esté de acuerdo a costa de meterse en una frontal guerra de desgaste hasta las presidenciales. De momento el reelecto senador Mitch McConnell, quien será el nuevo líder de la mayoría en el Senado, se mostró conciliador: “sólo porque tengamos un sistema con dos partidos no significa que debamos vivir en un conflicto perpetuo”. Vea pues.
De aquí en adelante el nombre del juego será la conquista de la Casa Blanca. Esta victoria de los republicanos no les garantiza que sean vencedores en noviembre de 2016. En su campo destacan figuras importantes como Rand Paul, Marco Rubio o Chris Christie, por citar algunos nombres. Del lado demócrata, los sondeos le dan mayor favorabilidad a Hillary Clinton y se especula con el lanzamiento del vicepresidente Joe Biden, o la propia Michelle Obama, con altos niveles de popularidad en contraste con su marido. Los aspirantes irán apareciendo.
Si los demócratas quieren retener la Presidencia, tendrán que jugarse muy a fondo para motivar a un electorado escéptico por las incumplidas promesas de campaña. Para los republicanos no todo es color de rosa. El tener el control del Congreso puede ponerlos en banquillo frente a la marcada inactividad del legislativo y asumir su responsabilidad por reiterado bloqueo a los proyectos de Obama. Un tema como el de la situación de los once millones de inmigrantes ilegales, a cuya regularización se opone la bancada republicana, en especial el ala de derecha del Tea Party, puede ser un buen medidor frente a la opinión pública. El juego político queda abierto.
El resultado final, que les da el control del Senado a los republicanos y les amplía la mayoría en la Cámara, puede reconfigurar el mapa electoral del país con miras al evento más importante en dos años: la carrera por la Casa Blanca.
Dentro del sistema del país del norte, en mitaca se renueva una tercera parte del Senado: 36 escaños de 100. El resultado parcial del martes les da 52 senadores a los republicanos contra 44 de los demócratas, quedando por definir cuatro curules que no alteran para nada la mayoría alcanzada. La Cámara, por su parte, renueva la totalidad de sus 435 escaños, de los cuales 243 serán republicanos y 178 demócratas. En las gobernaciones la tendencia no fue distinta: 31 republicanos contra 16 demócratas. Ese es el tamaño de la derrota en una campaña en la que se gastaron cerca de US$4.000 millones. Aunque la mayoría de los partidos en el poder suelen perder sillas en estas elecciones, en esta oportunidad algunos la ven como la mayor victoria republicana en los últimos 70 años.
¿La causa? De momento las miradas apuntan a Barack Obama, dado que por el voto castigo se han perdido estados demócratas como Maryland, Massachusetts o Illinois. Lo cierto es que a pesar de la mejora en la economía y la caída en el desempleo en estos seis años de mandato, los jóvenes, los latinos y los afroamericanos, que le dieron la victoria en dos oportunidades, no votaron. La oposición republicana, por el contrario, se ha fortalecido con el gran malestar que su electorado siente contra un presidente al que ven como de izquierda por sus programas sociales, como la gran reforma a la salud; al que acusan de falta de liderazgo y, además, al que rechazan por ser negro.
Lo cierto es que el llamado Grand Old Party (GOP) logró voltear la tortilla en Washington, si se tiene en cuenta que en 2009, Senado y Cámara eran demócratas. De ahí que en la bajadita que deberá transitar Obama tenga dos opciones: dialogar y tratar de consensuar leyes con sus opositores en una especie de “hagámonos pasito”. O, ver cómo la aplanadora republicana impone su propia agenda y decisiones. En ese caso puede vetar las leyes con las cuales no esté de acuerdo a costa de meterse en una frontal guerra de desgaste hasta las presidenciales. De momento el reelecto senador Mitch McConnell, quien será el nuevo líder de la mayoría en el Senado, se mostró conciliador: “sólo porque tengamos un sistema con dos partidos no significa que debamos vivir en un conflicto perpetuo”. Vea pues.
De aquí en adelante el nombre del juego será la conquista de la Casa Blanca. Esta victoria de los republicanos no les garantiza que sean vencedores en noviembre de 2016. En su campo destacan figuras importantes como Rand Paul, Marco Rubio o Chris Christie, por citar algunos nombres. Del lado demócrata, los sondeos le dan mayor favorabilidad a Hillary Clinton y se especula con el lanzamiento del vicepresidente Joe Biden, o la propia Michelle Obama, con altos niveles de popularidad en contraste con su marido. Los aspirantes irán apareciendo.
Si los demócratas quieren retener la Presidencia, tendrán que jugarse muy a fondo para motivar a un electorado escéptico por las incumplidas promesas de campaña. Para los republicanos no todo es color de rosa. El tener el control del Congreso puede ponerlos en banquillo frente a la marcada inactividad del legislativo y asumir su responsabilidad por reiterado bloqueo a los proyectos de Obama. Un tema como el de la situación de los once millones de inmigrantes ilegales, a cuya regularización se opone la bancada republicana, en especial el ala de derecha del Tea Party, puede ser un buen medidor frente a la opinión pública. El juego político queda abierto.