Dos postales recientes se unen a la macabra colección de la violencia en Estados Unidos. El domingo, un hombre con un rifle entró a la plazoleta de comidas de un centro comercial en Greenwood (Indiana) y empezó a disparar. Alcanzó a matar a tres personas y herir a otras dos hasta que otro hombre, también armado “legalmente”, lo neutralizó. La otra postal tiene que ver con Uvalde, el colegio donde un joven con una AR-15 asesinó a 19 estudiantes y dos profesores. Se filtró en medios un video que muestra a las autoridades esperar sin entrar en acción, mirar su celular y hasta echarse desinfectante en las manos. Todo mientras se escuchaban los gritos de los niños y las niñas que estaban siendo masacrados. Otra vez tenemos que hablar de las armas y la violencia en el país del norte.
Estados Unidos parece una nación condenada a dar vueltas en círculos en sus tragedias. Mientras se ha hecho más complicado para las mujeres y personas gestantes acceder a anticonceptivos de emergencia e interrupciones voluntarias de sus embarazos, comprar armas sigue siendo caricaturescamente fácil. De nada importa el hecho de que muchas de las masacres recientes se llevaron a cabo con armas compradas legalmente. De hecho, como fue otro ciudadano armado quien detuvo la masacre en el centro comercial de Indiana, la policía lo llamó “un buen samaritano”, lo tildó de heroico y lo celebró. En la derecha de ese país empezaron a utilizar el caso como una muestra de que la solución al problema de armas es que la gente tenga más armas. Y sí, pudieron ser más personas muertas, pero si el homicida no hubiese tenido su rifle tal vez las tres personas asesinadas seguirían con vida. Esas son las lógicas perversas de estos debates.
Nada muestra mejor la incapacidad de las autoridades estadounidenses para enfrentar el problema que un informe reciente filtrado por el diario The Texas Tribune. Elaborado por un comité del estado de Texas, la conclusión es terrible: a pesar de que 376 agentes atendieron el tiroteo de Uvalde, lo hicieron de manera “caótica y descoordinada”. Tuvieron tomas de decisiones “extremadamente pobres”, pues “el grupo carecía de un liderazgo y de comunicación, y no tuvo urgencia para acabar con el tirador”. En últimas, “no pusieron la vida de las víctimas inocentes por encima de su propia seguridad”.
Eso ya lo sabíamos por el video que se publicó en medios. Es curioso ver cómo personas altamente armadas y entrenadas sienten terror de entrar en acción. Es humano que esa sea la reacción. El debate tal vez no es por qué los policías se encuentran una y otra vez superados por estas situaciones, sino cómo hacemos para que el horror no se repita. Los colegios no deberían ser campos de guerra, los centros comerciales no tienen por qué convertirse en espacios para masacres y las vidas de tantas personas no pueden someterse al pánico constante de no saber cuándo va a ocurrir un tiroteo.
Estados Unidos parecer ser el único país en el mundo donde la violencia con armas ocurre tan a menudo y de maneras tan irracionales. Cuando asesinaron al ex primer ministro de Japón Shinzo Abe, la noticia era que ese tipo de muertes son muy extrañas en un país con estricto control de armas. No en vano, al magnicida le tocó recurrir a un arma artesanal. Mientras tanto, ver el arsenal que se utiliza en Estados Unidos y que se compra legalmente es indignante. ¿Hasta cuándo seguirá así? La obsesión por las armas ya dejó de ser un debate sobre la libertad y es un asunto de seguridad nacional, pero muchos ciudadanos se niegan a verlo así.
¿Está en desacuerdo con este editorial? Envíe su antieditorial de 500 palabras a elespectadoropinion@gmail.com.
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Dos postales recientes se unen a la macabra colección de la violencia en Estados Unidos. El domingo, un hombre con un rifle entró a la plazoleta de comidas de un centro comercial en Greenwood (Indiana) y empezó a disparar. Alcanzó a matar a tres personas y herir a otras dos hasta que otro hombre, también armado “legalmente”, lo neutralizó. La otra postal tiene que ver con Uvalde, el colegio donde un joven con una AR-15 asesinó a 19 estudiantes y dos profesores. Se filtró en medios un video que muestra a las autoridades esperar sin entrar en acción, mirar su celular y hasta echarse desinfectante en las manos. Todo mientras se escuchaban los gritos de los niños y las niñas que estaban siendo masacrados. Otra vez tenemos que hablar de las armas y la violencia en el país del norte.
Estados Unidos parece una nación condenada a dar vueltas en círculos en sus tragedias. Mientras se ha hecho más complicado para las mujeres y personas gestantes acceder a anticonceptivos de emergencia e interrupciones voluntarias de sus embarazos, comprar armas sigue siendo caricaturescamente fácil. De nada importa el hecho de que muchas de las masacres recientes se llevaron a cabo con armas compradas legalmente. De hecho, como fue otro ciudadano armado quien detuvo la masacre en el centro comercial de Indiana, la policía lo llamó “un buen samaritano”, lo tildó de heroico y lo celebró. En la derecha de ese país empezaron a utilizar el caso como una muestra de que la solución al problema de armas es que la gente tenga más armas. Y sí, pudieron ser más personas muertas, pero si el homicida no hubiese tenido su rifle tal vez las tres personas asesinadas seguirían con vida. Esas son las lógicas perversas de estos debates.
Nada muestra mejor la incapacidad de las autoridades estadounidenses para enfrentar el problema que un informe reciente filtrado por el diario The Texas Tribune. Elaborado por un comité del estado de Texas, la conclusión es terrible: a pesar de que 376 agentes atendieron el tiroteo de Uvalde, lo hicieron de manera “caótica y descoordinada”. Tuvieron tomas de decisiones “extremadamente pobres”, pues “el grupo carecía de un liderazgo y de comunicación, y no tuvo urgencia para acabar con el tirador”. En últimas, “no pusieron la vida de las víctimas inocentes por encima de su propia seguridad”.
Eso ya lo sabíamos por el video que se publicó en medios. Es curioso ver cómo personas altamente armadas y entrenadas sienten terror de entrar en acción. Es humano que esa sea la reacción. El debate tal vez no es por qué los policías se encuentran una y otra vez superados por estas situaciones, sino cómo hacemos para que el horror no se repita. Los colegios no deberían ser campos de guerra, los centros comerciales no tienen por qué convertirse en espacios para masacres y las vidas de tantas personas no pueden someterse al pánico constante de no saber cuándo va a ocurrir un tiroteo.
Estados Unidos parecer ser el único país en el mundo donde la violencia con armas ocurre tan a menudo y de maneras tan irracionales. Cuando asesinaron al ex primer ministro de Japón Shinzo Abe, la noticia era que ese tipo de muertes son muy extrañas en un país con estricto control de armas. No en vano, al magnicida le tocó recurrir a un arma artesanal. Mientras tanto, ver el arsenal que se utiliza en Estados Unidos y que se compra legalmente es indignante. ¿Hasta cuándo seguirá así? La obsesión por las armas ya dejó de ser un debate sobre la libertad y es un asunto de seguridad nacional, pero muchos ciudadanos se niegan a verlo así.
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