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El cine colombiano sigue su consolidación, gracias a las apuestas públicas y privadas y a la disciplina y el talento de los realizadores del país. Pájaros de verano, última cinta dirigida por Cristina Gallego y Ciro Guerra, es un derroche de ambición, profesionalismo y calidad. Por eso, su elección para representar a Colombia en los Premios Óscar es un merecido reconocimiento.
Después de haber hecho historia con El abrazo de la serpiente, primera película colombiana en recibir una nominación como mejor película extranjera en los Premios de la Academia, Guerra y Gallego (quien ahora comparte el crédito en la dirección) demostraron que el cine nacional está en su mejor momento. Eso lo reconoció la Academia Colombiana de Artes y Ciencias Cinematográficas, que seleccionó a Pájaros de verano para competir por una nominación en los premios del año entrante.
Incluso si no se consigue repetir la proeza de El abrazo de la serpiente, la reacción internacional que ha generado Pájaros de verano demuestra que el mundo está pendiente de Colombia y su talento. Después de estrenarse en Cannes, reseñas en medios tan importantes como The Guardian, Variety e Indiewire recalcaron la fuerza de la historia, el aire fresco que les da a los relatos de narcotráfico y, sobre todo, la calidad del producto. La cinematografía y el diseño de sonido son dos características que resaltan con vehemencia.
Cuando se anunció la selección de Pájaros de verano, la directora, Cristina Gallego, dijo que “estamos muy contentos de ser la película que represente a Colombia en los Premios Óscar. Estamos muy confiados con la película y justamente estamos aterrizando esta semana en Los Ángeles para empezar a mostrarla a los miembros del comité y los miembros de la Academia, empezando a hacer toda esa campaña grande y larga”. Actualmente, la realizadora se encuentra en el Festival de Cine de Toronto.
Independientemente de los reconocimientos puntuales a Pájaros de verano, la noticia más importante es que Colombia se está labrando su espacio en medio de la industria del cine internacional. Que nos reconozcan por la calidad de las historias se une a la importancia del respeto que genera la profesionalidad de los realizadores. Eso, sin duda, ha ayudado a que las producciones internacionales fijen su mirada en el país y decidan realizar rodajes que traen inversión.
Además, no deja de ser diciente que el auge del cine nacional más allá de nuestras fronteras venga gracias a cintas que utilizan relatos muy colombianos para contar buenas historias. No podemos olvidar que La tierra y la sombra, de César Acevedo, obtuvo la Cámara de Oro en Cannes gracias a una producción de alto nivel y muchísima creatividad.
Siguen existiendo muchos retos para los realizadores colombianos. La desigualdad de género (en el número de mujeres que tienen la oportunidad de dirigir vs. el número de hombres) que se ve en Hollywood también persiste aquí. Pero no deja de ser inspirador ver cómo, gracias a los procesos disciplinados y a las apuestas estatales y privadas, el talento nacional arroja frutos que dan orgullo.
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