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Paradojas colombianas: el Instituto Colombiano del Dolor de Medellín, una IPS, no entiende de dolor. Peor aún: sus médicos deciden causarlo, junto con el sufrimiento, al tomar decisiones arbitrarias y crueles. No hay otra manera de leer la intempestiva cancelación de la eutanasia programada para Martha Liria Sepúlveda, quien padece esclerosis lateral amiotrófica (ELA). Esgrimiendo argumentos que denotan negligencia médica y desconocimiento de la jurisprudencia de la Corte Constitucional, el Instituto Colombiano del Dolor de Medellín se posiciona como arrogante salvador de la vida, cuando en realidad lo único que está haciendo es que su paciente padezca dolor de manera irracional. ¿Quién responde?
A Martha Liria Sepúlveda la valoraron. En ese estudio médico, encontraron que cumplía con los requisitos para recibir la eutanasia, un derecho reconocido por la Corte Constitucional. Su familia programó el día de la muerte. Ella hizo algo valiente: habló con Noticias Caracol para mostrar cómo la muerte digna es, en efecto, un acto de amor, compasión y triunfo ante el dolor. Su rostro sonriente nos regaló una narrativa humana que contrasta con el oscurantismo y el temor con los que se suele tratar el tema de la eutanasia. En ella vimos un símbolo de la autonomía y la madurez, al reconocer las limitaciones humanas y enfrentarlas con fortaleza.
Pero los médicos del Instituto Colombiano del Dolor vieron otra cosa. En un acto que se parece mucho a la negligencia médica, dijeron que verla en las entrevistas demostró que no cumplía con los criterios para la eutanasia. ¿La llamaron? Por supuesto que no. ¿La evaluaron en persona? Tampoco. Empero, la observaron sonriendo y hablando de su muerte, síntomas innegables de que estaba mucho mejor y ya no tenía derecho a morir con dignidad.
Cancelar la eutanasia a 36 horas de realizarla es, en la práctica, un acto de tortura. Sepúlveda y su familia llevaban todo este tiempo planeando la muerte. No es fácil, por más fortaleza interna, saber que los días se acaban. Es un proceso íntimo y doloroso, que trae consigo mucha ansiedad. En medio de eso, el Instituto Colombiano del Dolor echó todo por la borda, interrumpió el proceso y les dijo que ahora les toca enfrentarse a las trabas jurídicas. ¿En algún momento los médicos se sentaron a pensar en los efectos en la salud mental de Sepúlveda? Pareciera que no.
Además, ¿qué logran con esta decisión? Lo que va a terminar pasando es que será tutelada, la Corte intervendrá y, después de meses de sufrimiento, se ordenará el procedimiento. O quizá Sepúlveda muera antes, no en sus términos, sino en medio del estrés causado por los médicos que supuestamente pretenden protegerla. ¿Quién gana con esto? ¿Qué fin último se protege? Salir a respaldar la vida de manera terca y arrogante, en otra paradoja colombiana, lo único que hace es generar más sufrimiento. Como preguntaba Melissa Vásquez, una química farmacéutica, en Twitter: “¿Entonces van a dejar que Martha sea consumida por la esclerosis lateral amiotrófica, postrada por años en su cama sin moverse hasta el día en que los músculos del tórax dejen de funcionar y le dé un paro respiratorio?”. Eso es lo que ocultan los médicos que operan seducidos por el oscurantismo religioso.
Es un día triste para Colombia. Más aún, para la profesión médica, que pierde legitimidad cuando actúa generando dolor y sufrimiento. Ante un acto de amor, como la eutanasia, el Instituto Colombiano del Dolor prefirió la crueldad.
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