Problemas de seguridad
DIGAMOS QUE DURANTE LOS últimos meses la capital del país ha sufrido unos duros golpes en la seguridad ciudadana, cosa que deja verse mejor, por supuesto, en la percepción que existe sobre ella y las quejas recurrentes que se leen a través de los medios de comunicación, las redes sociales o se oyen en las conversaciones cotidianas.
El Espectador
Los testimonios son muchos. Está, por ejemplo, el que denunció nuestro columnista Lorenzo Madrigal en las páginas de este diario el lunes pasado: Miller Steven Ramos, un joven de 15 años, fue asesinado a puñaladas porque alguien decidió robarle su bicicleta en Lijacá, al norte de la ciudad. Están, apenas empezado este mes, dos denuncias de abuso sexual al interior de los buses rojos de Transmilenio: Johana Moyano, a quien amenazaron con un cuchillo y luego la tocaron sin su consentimiento ante un público mudo, y una joven a la que un hincha de Millonarios “sometió sexualmente” en uno de sus vagones.
Más. Hubo un atraco en la estación Alcalá la semana pasada que ocasionó una serie de declaraciones confusas y contradictorias por parte de las instituciones responsables: Transmilenio, la Alcaldía, la Policía, todos parecían demasiado enredados con el recuento de una información que deberían tener clara y centralizada. Bien comunicada, digamos. Veinte pasajeros, mientras tanto, y bajo el mando de un cuchillo, les entregaban sus pertenencias a varios delincuentes.
¿Más? El caso de los colados, cosa que se ha vuelto pan de cada día en esta ciudad, es una muestra del desprecio que muchos ciudadanos tienen por el cumplimiento de las más sencillas normas de convivencia.
Todos estos casos sirven, cómo no, para exacerbar estas conductas: el elemento que más incide en la proliferación del crimen es la inacción de la justicia. Y quizás en cifras agregadas se puedan mostrar avances, pero el hecho cierto es que los ciudadanos saben que viven en una ciudad insegura. Una en donde, por tanto, quienes pueden pagar otras cosas, jamás usarán los sistemas alternativos o los de transporte público. El incentivo negativo supera cualquier evolución consciente.
Las medidas que se toman para solucionar esta problemática son varias, aunque las vemos compartimentadas, de reacción inmediata, sin pensar mucho en el futuro y apuntando, sobre todo, a que la percepción de seguridad mejore.
Veámoslas: un Comando Especial para reforzar la seguridad de Transmilenio, por ejemplo: incrementar el pie de fuerza, bajo un insumo importante proveniente del Ministerio de Defensa, con 330 uniformados, 70 encubiertos (algunos de ellos especializados en inteligencia) y recompensas para la denuncia ciudadana. La petición, del ministro jefe de esa misma cartera, Juan Carlos Pinzón, de un fiscal especializado para los crímenes que se cometan en esos buses. Entre otras.
Compartimos la opinión de Jorge Restrepo, director del Centro de Recursos para el Análisis de Conflictos, Cerac: “No fueron medidas tomadas con evidencia ni un diseño dirigido a tener impactos para evaluar, sino más como una estrategia para tratar de bajar la percepción de inseguridad”.
Y la respaldamos porque, sí, lucen reactivas las medidas: toca echarle mucha más cabeza a las políticas de seguridad para que tengan resultados de largo plazo. La pedagogía, tan olvidada en la capital, tiene que tener también un nuevo protagonismo. De eso, por ahora, poco.
* ¿Está en desacuerdo con este editorial? Envíe su antieditorial de 500 palabras a yosoyespectador@gmail.com
Los testimonios son muchos. Está, por ejemplo, el que denunció nuestro columnista Lorenzo Madrigal en las páginas de este diario el lunes pasado: Miller Steven Ramos, un joven de 15 años, fue asesinado a puñaladas porque alguien decidió robarle su bicicleta en Lijacá, al norte de la ciudad. Están, apenas empezado este mes, dos denuncias de abuso sexual al interior de los buses rojos de Transmilenio: Johana Moyano, a quien amenazaron con un cuchillo y luego la tocaron sin su consentimiento ante un público mudo, y una joven a la que un hincha de Millonarios “sometió sexualmente” en uno de sus vagones.
Más. Hubo un atraco en la estación Alcalá la semana pasada que ocasionó una serie de declaraciones confusas y contradictorias por parte de las instituciones responsables: Transmilenio, la Alcaldía, la Policía, todos parecían demasiado enredados con el recuento de una información que deberían tener clara y centralizada. Bien comunicada, digamos. Veinte pasajeros, mientras tanto, y bajo el mando de un cuchillo, les entregaban sus pertenencias a varios delincuentes.
¿Más? El caso de los colados, cosa que se ha vuelto pan de cada día en esta ciudad, es una muestra del desprecio que muchos ciudadanos tienen por el cumplimiento de las más sencillas normas de convivencia.
Todos estos casos sirven, cómo no, para exacerbar estas conductas: el elemento que más incide en la proliferación del crimen es la inacción de la justicia. Y quizás en cifras agregadas se puedan mostrar avances, pero el hecho cierto es que los ciudadanos saben que viven en una ciudad insegura. Una en donde, por tanto, quienes pueden pagar otras cosas, jamás usarán los sistemas alternativos o los de transporte público. El incentivo negativo supera cualquier evolución consciente.
Las medidas que se toman para solucionar esta problemática son varias, aunque las vemos compartimentadas, de reacción inmediata, sin pensar mucho en el futuro y apuntando, sobre todo, a que la percepción de seguridad mejore.
Veámoslas: un Comando Especial para reforzar la seguridad de Transmilenio, por ejemplo: incrementar el pie de fuerza, bajo un insumo importante proveniente del Ministerio de Defensa, con 330 uniformados, 70 encubiertos (algunos de ellos especializados en inteligencia) y recompensas para la denuncia ciudadana. La petición, del ministro jefe de esa misma cartera, Juan Carlos Pinzón, de un fiscal especializado para los crímenes que se cometan en esos buses. Entre otras.
Compartimos la opinión de Jorge Restrepo, director del Centro de Recursos para el Análisis de Conflictos, Cerac: “No fueron medidas tomadas con evidencia ni un diseño dirigido a tener impactos para evaluar, sino más como una estrategia para tratar de bajar la percepción de inseguridad”.
Y la respaldamos porque, sí, lucen reactivas las medidas: toca echarle mucha más cabeza a las políticas de seguridad para que tengan resultados de largo plazo. La pedagogía, tan olvidada en la capital, tiene que tener también un nuevo protagonismo. De eso, por ahora, poco.
* ¿Está en desacuerdo con este editorial? Envíe su antieditorial de 500 palabras a yosoyespectador@gmail.com