Aunque el proceso de reconstrucción de Providencia ha estado plagado de errores no forzados cometidos desde Bogotá, las cifras de avances en la isla son considerables y dejan entrever que tanto el aparato estatal como la inversión multimillonaria están empezando a mostrar resultados que permiten soñar con un territorio digno para sus habitantes. La clave es seguir a toda velocidad para cumplir la meta de terminar la intervención en marzo de 2022, con un par de proyectos claves andando.
Cuando se habla de Providencia salen a relucir los 100 días. En ese plazo, por supuesto incumplido, se resumen los errores en torno a la reacción al huracán Iota: mucho espectáculo, mucha rimbombancia y figuración, mucho centralismo y poco dimensionar el reto enorme que teníamos enfrente. Hablando con El Espectador, Susana Correa, directora de Prosperidad Social y gerente de la reconstrucción del archipiélago de San Andrés, Providencia y Santa Catalina, es enfática: “Creo que nosotros en menos de año y medio vamos a hacer esta obra. Era muy difícil pensar que en Providencia, con todos los problemas de logística que tenemos, pudiéramos acabar una obra de tantas viviendas en tan poquito tiempo. Para nosotros (el Plan 100) significaba que era la primera fase de la atención humanitaria y el diseño de la reconstrucción”. Que todo el país entendiera otra cosa habla de las deficiencias de la administración de Iván Duque.
Dicho eso, es necesario reconocer que el Gobierno ha puesto sus recursos a disposición. La labor de Correa con Providencia es de celebrar. Pese a los problemas logísticos para el transporte de materiales y a encontrones iniciales con la comunidad local, el plan de recuperación está a toda marcha. El Gobierno ya entregó el 54 % de las viviendas que se necesitan y la construcción de las demás está avanzada. Adicionalmente, la reconstrucción se hizo teniendo en cuenta que los desastres naturales volverán a ocurrir. Se ha visto materializada la intención de crear una isla capaz de resistir a lo que le depara el futuro.
Sí, el aluvión de trabajadores del resto del país ha generado tensiones sociales preocupantes en la isla. Sí, aún hay familias viviendo en carpas. Sí, todavía falta la obra más importante: el hospital, que no estará terminado pronto por su complejidad. Como escribió en El Espectador Arelys Tatiana Fonseca Pedroza, líder del Comité Permanente por la Dignidad de Providencia: “Llevamos ya un año y todavía la mitad de los pobladores seguimos viviendo en malas condiciones, en carpas o cambuches, a merced de lo que el inclemente clima quiera hacer con nosotros. ¿Cómo es posible que aún estemos sin el hospital reconstruido y bien dotado?”.
La Procuraduría también ha pedido celeridad en varios aspectos, incluyendo proyectos que ayuden a la reactivación comercial de Providencia. Junto con la protección ambiental y la recuperación de ecosistemas, son medidas claves que están pendientes.
Sin embargo, Providencia se levanta. Si de aquí a marzo del 2022 el Gobierno puede demostrar el cumplimiento de sus promesas, será prueba de que en Colombia, cuando hay voluntad y administración diligente, los desastres se convierten en oportunidades. Ojalá el Estado, una vez terminada su intervención, no vuelva a su actitud histórica de olvidarse de la isla.
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Aunque el proceso de reconstrucción de Providencia ha estado plagado de errores no forzados cometidos desde Bogotá, las cifras de avances en la isla son considerables y dejan entrever que tanto el aparato estatal como la inversión multimillonaria están empezando a mostrar resultados que permiten soñar con un territorio digno para sus habitantes. La clave es seguir a toda velocidad para cumplir la meta de terminar la intervención en marzo de 2022, con un par de proyectos claves andando.
Cuando se habla de Providencia salen a relucir los 100 días. En ese plazo, por supuesto incumplido, se resumen los errores en torno a la reacción al huracán Iota: mucho espectáculo, mucha rimbombancia y figuración, mucho centralismo y poco dimensionar el reto enorme que teníamos enfrente. Hablando con El Espectador, Susana Correa, directora de Prosperidad Social y gerente de la reconstrucción del archipiélago de San Andrés, Providencia y Santa Catalina, es enfática: “Creo que nosotros en menos de año y medio vamos a hacer esta obra. Era muy difícil pensar que en Providencia, con todos los problemas de logística que tenemos, pudiéramos acabar una obra de tantas viviendas en tan poquito tiempo. Para nosotros (el Plan 100) significaba que era la primera fase de la atención humanitaria y el diseño de la reconstrucción”. Que todo el país entendiera otra cosa habla de las deficiencias de la administración de Iván Duque.
Dicho eso, es necesario reconocer que el Gobierno ha puesto sus recursos a disposición. La labor de Correa con Providencia es de celebrar. Pese a los problemas logísticos para el transporte de materiales y a encontrones iniciales con la comunidad local, el plan de recuperación está a toda marcha. El Gobierno ya entregó el 54 % de las viviendas que se necesitan y la construcción de las demás está avanzada. Adicionalmente, la reconstrucción se hizo teniendo en cuenta que los desastres naturales volverán a ocurrir. Se ha visto materializada la intención de crear una isla capaz de resistir a lo que le depara el futuro.
Sí, el aluvión de trabajadores del resto del país ha generado tensiones sociales preocupantes en la isla. Sí, aún hay familias viviendo en carpas. Sí, todavía falta la obra más importante: el hospital, que no estará terminado pronto por su complejidad. Como escribió en El Espectador Arelys Tatiana Fonseca Pedroza, líder del Comité Permanente por la Dignidad de Providencia: “Llevamos ya un año y todavía la mitad de los pobladores seguimos viviendo en malas condiciones, en carpas o cambuches, a merced de lo que el inclemente clima quiera hacer con nosotros. ¿Cómo es posible que aún estemos sin el hospital reconstruido y bien dotado?”.
La Procuraduría también ha pedido celeridad en varios aspectos, incluyendo proyectos que ayuden a la reactivación comercial de Providencia. Junto con la protección ambiental y la recuperación de ecosistemas, son medidas claves que están pendientes.
Sin embargo, Providencia se levanta. Si de aquí a marzo del 2022 el Gobierno puede demostrar el cumplimiento de sus promesas, será prueba de que en Colombia, cuando hay voluntad y administración diligente, los desastres se convierten en oportunidades. Ojalá el Estado, una vez terminada su intervención, no vuelva a su actitud histórica de olvidarse de la isla.
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