La renuncia de Gina Parody
Más allá del matoneo homofóbico, que seguimos denunciando y repudiando, la ministra sí cometió errores graves en el manejo de las cartillas de la discordia, los cuales deben servir como enseñanzas para este país tan polarizado, si es que en verdad estamos dispuestos a escucharnos entre diferentes.
El Espectador
La salida de la ahora exministra de Educación Gina Parody del gabinete de Juan Manuel Santos era el paso lógico después del rotundo fracaso del equipo de Gobierno en el plebiscito del pasado domingo. Curiosamente, esta derrota ha estado huérfana de responsabilidad política, salvo por esta renuncia aceptada y la rechazada al jefe negociador. Con la salida de Parody terminan dos años al frente de una cartera que estuvo en el medio de un huracán de críticas.
Hace poco más de un mes, Parody había dejado su cargo en el Ministerio de Educación para liderar, junto con el expresidente César Gaviria, la campaña del Gobierno por el Sí en el plebiscito. Esa apuesta, arriesgada por la polémica que generaba en el país la figura de la exministra luego de su valiente batalla por la igualdad, al final la perdió, pues el resultado del plebiscito fue adverso a la administración Santos.
No sobra aclarar que la culpa de la derrota no puede recaer únicamente sobre los hombros de Parody, pero es apenas justo que ella haya reconocido su rol en el revés y haya presentado la renuncia. Lo propio hizo Humberto de la Calle, quien puso a disposición del presidente su cargo y Santos le pidió que se quedara liderando la negociación. ¿Dónde están los otros responsables políticos? Averígüelo, Vargas, como dice el dicho. Ya vimos que los partidos de la Unidad Nacional pretenden pasar de agache, pese a que ellos eran los llamados a promover en las regiones la paz que tanto dicen defender. Otros funcionarios cercanos al Gobierno deben reconocer que este fue un fracaso de su liderazgo, y a esa responsabilidad no pueden escapar.
Volviendo a Parody, son lamentables las circunstancias que llevaron a su pérdida de popularidad y salida del Ministerio. El escándalo ocasionado por las cartillas de educación, marcado por detestables argumentos en contra de la orientación sexual de la exministra, sirvió para que los grupos religiosos se organizaran aún más, a tal punto que la “ideología de género”, que no se encontraba en el acuerdo de paz, terminó motivando muchos votos por el No y fortaleció a figuras como el exprocurador Alejandro Ordóñez.
Pero, más allá del matoneo homofóbico, que seguimos denunciando y repudiando, la ministra sí cometió errores graves en el manejo de las cartillas de la discordia, los cuales deben servir como enseñanzas para este país tan polarizado, si es que en verdad estamos dispuestos a escucharnos entre diferentes. Primero, la implementación de la sentencia de la Corte Constitucional que llevó a las cartillas se hizo sin entender que la religiosidad del país exige que el progreso en temas como la diversidad sexual se haga con más tacto, haciendo partícipes a todos los involucrados y entendiendo que hay miedos que deben ser atendidos. De lo contrario, cuando se quiere hacer todo a través de la imposición desde el poder, lo que se genera es una respuesta negativa que afecta al país entero. Segundo, cuando el escándalo estalló, la ministra envió mensajes contradictorios y tardó en dar la cara con una actitud dispuesta al diálogo.
Aparte de esa batalla, de su corto mandato en el Ministerio rescatamos sobre todo la apuesta de Ser Pilo Paga, un proyecto ambicioso que propone soluciones, así sean parciales, a la desigualdad histórica de oportunidades en este país. Falló, no obstante, en saber acercarse al gremio de maestros y rectores, lo que saboteó varias de sus iniciativas. Faltó, también, contundencia en el escándalo de las convalidaciones de títulos a cirujanos plásticos. Quedaron muchas de sus ideas por desarrollar, pero ese es el problema que se genera cuando los tropiezos se acumulan.
¿Está en desacuerdo con este editorial? Envíe su antieditorial de 500 palabras a yosoyespectador@gmail.com.
La salida de la ahora exministra de Educación Gina Parody del gabinete de Juan Manuel Santos era el paso lógico después del rotundo fracaso del equipo de Gobierno en el plebiscito del pasado domingo. Curiosamente, esta derrota ha estado huérfana de responsabilidad política, salvo por esta renuncia aceptada y la rechazada al jefe negociador. Con la salida de Parody terminan dos años al frente de una cartera que estuvo en el medio de un huracán de críticas.
Hace poco más de un mes, Parody había dejado su cargo en el Ministerio de Educación para liderar, junto con el expresidente César Gaviria, la campaña del Gobierno por el Sí en el plebiscito. Esa apuesta, arriesgada por la polémica que generaba en el país la figura de la exministra luego de su valiente batalla por la igualdad, al final la perdió, pues el resultado del plebiscito fue adverso a la administración Santos.
No sobra aclarar que la culpa de la derrota no puede recaer únicamente sobre los hombros de Parody, pero es apenas justo que ella haya reconocido su rol en el revés y haya presentado la renuncia. Lo propio hizo Humberto de la Calle, quien puso a disposición del presidente su cargo y Santos le pidió que se quedara liderando la negociación. ¿Dónde están los otros responsables políticos? Averígüelo, Vargas, como dice el dicho. Ya vimos que los partidos de la Unidad Nacional pretenden pasar de agache, pese a que ellos eran los llamados a promover en las regiones la paz que tanto dicen defender. Otros funcionarios cercanos al Gobierno deben reconocer que este fue un fracaso de su liderazgo, y a esa responsabilidad no pueden escapar.
Volviendo a Parody, son lamentables las circunstancias que llevaron a su pérdida de popularidad y salida del Ministerio. El escándalo ocasionado por las cartillas de educación, marcado por detestables argumentos en contra de la orientación sexual de la exministra, sirvió para que los grupos religiosos se organizaran aún más, a tal punto que la “ideología de género”, que no se encontraba en el acuerdo de paz, terminó motivando muchos votos por el No y fortaleció a figuras como el exprocurador Alejandro Ordóñez.
Pero, más allá del matoneo homofóbico, que seguimos denunciando y repudiando, la ministra sí cometió errores graves en el manejo de las cartillas de la discordia, los cuales deben servir como enseñanzas para este país tan polarizado, si es que en verdad estamos dispuestos a escucharnos entre diferentes. Primero, la implementación de la sentencia de la Corte Constitucional que llevó a las cartillas se hizo sin entender que la religiosidad del país exige que el progreso en temas como la diversidad sexual se haga con más tacto, haciendo partícipes a todos los involucrados y entendiendo que hay miedos que deben ser atendidos. De lo contrario, cuando se quiere hacer todo a través de la imposición desde el poder, lo que se genera es una respuesta negativa que afecta al país entero. Segundo, cuando el escándalo estalló, la ministra envió mensajes contradictorios y tardó en dar la cara con una actitud dispuesta al diálogo.
Aparte de esa batalla, de su corto mandato en el Ministerio rescatamos sobre todo la apuesta de Ser Pilo Paga, un proyecto ambicioso que propone soluciones, así sean parciales, a la desigualdad histórica de oportunidades en este país. Falló, no obstante, en saber acercarse al gremio de maestros y rectores, lo que saboteó varias de sus iniciativas. Faltó, también, contundencia en el escándalo de las convalidaciones de títulos a cirujanos plásticos. Quedaron muchas de sus ideas por desarrollar, pero ese es el problema que se genera cuando los tropiezos se acumulan.
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