Sí al pacto nacional, pero incluyendo la paz
El Espectador
En buena hora llega la propuesta, formulada por el presidente Iván Duque y retomada por varios sectores políticos y de la sociedad, de construir un acuerdo que blinde las instituciones nacionales y enfrente la criminalidad.
La mejor reacción a la crisis que causó la decisión de la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP) en el caso de Jesús Santrich y su posterior recaptura por orden de la Fiscalía General de la Nación es apostarle a la creación de un consenso nacional. Ese proceso, sin embargo, no puede dejar por fuera la imperiosa necesidad de fortalecer el Acuerdo de Paz y las instituciones derivadas de éste. No puede invocarse la unidad nacional sin rechazar de tajo los discursos más extremistas que han tomado vuelo en días recientes.
El Estado colombiano es lo más importante. Esa lección, que parece obvia pero amerita ser reiterada, apunta a la esencia de los debates que se dieron esta semana. Como dijo el presidente de la Corte Suprema de Justicia, Álvaro Fernando García Restrepo, “el país debe mantener la calma. Las instituciones son la salida adecuada para resolver los grandes conflictos y desafíos. A las coyunturas difíciles no se les enfrenta con soluciones apresuradas. Hay que actuar rápido, pero con sensatez”. Añadimos: el camino a seguir es, ahora sí, que los colombianos se encuentren en sus diferencias para buscar consensos fundamentales. La mesa la está armando el presidente Duque. Durante su alocución al país el pasado miércoles, el mandatario dijo que convocaba “a los partidos políticos para que adelantemos las reformas necesarias que nos permitan cerrarles las puertas al narcotráfico, a la impunidad, y fortalecer la extradición como uno de los mecanismos que han probado su eficacia en la lucha contra los criminales transnacionales”.
El viernes, tras la determinación de la Fiscalía de emitir otra orden de captura contra Jesús Santrich por la existencia de nuevas pruebas que lo vincularían a actividades de narcotráfico después de la firma del Acuerdo de Paz, y ante la confusión que causó el hecho, el presidente reiteró sus intenciones y dijo que su “responsabilidad en este tema es la preservación de la solidez institucional del Estado de derecho. Toda nuestra institucionalidad seguirá trabajando en estricto apego a la legalidad”. Celebramos y nos unimos a esa determinación. Ahora los procesos judiciales del caso Santrich deberán seguir su curso, en clara demostración de que las instituciones están funcionando con eficacia e independencia.
Es necesario, no obstante, que los temas a tratar en ese pacto que propone el presidente Duque no se limiten a la lucha contra la criminalidad -objetivo de suma importancia-, si es que en realidad se quieren calmar los tensos ánimos nacionales. El país necesita abandonar la polarización causada por el plebiscito y revivida por las pasadas elecciones en torno a los acuerdos de La Habana. La manera de hacerlo es construir un consenso alrededor de las instituciones del Sistema Integral de Verdad, Justicia, Reparación y no Repetición, las cuales ya hacen parte del Estado y no soportan más palos en la rueda. ¿Cómo hacemos para que no se siga obstaculizando su labor, para que todas las ramas del poder público trabajen de manera armónica y protejan la justicia transicional? ¿Cuáles serían los principios de ese gran nuevo pacto nacional?
Nos parece, de entrada, que hay dos aspectos innegociables. Por un lado, sería de gran ayuda para el país y para su reputación internacional ver a todos los partidos políticos, al unísono, adoptando medidas contra el narcotráfico. Aunque sean de carácter simbólico, es una pieza clave en el proceso de unión. Por otro lado, desde la Presidencia y pasando por todos los partidos, debe acordarse apagar los fuegos retóricos que abundan. Descartar una Asamblea Constituyente, que sólo generaría más caos; rechazar los llamados a derogar la JEP; desautorizar las voces que hablan de golpes de Estado judiciales, de cogobiernos con el narcotráfico y de otras tantas insensateces que sólo le hacen daño a Colombia.
Presidente, es momento de unir al país en torno a la institucionalidad. Necesitamos su liderazgo y su capacidad de trascender fronteras ideológicas para enfrentar este reto histórico.
¿Está en desacuerdo con este editorial? Envíe su antieditorial de 500 palabras a yosoyespectador@gmail.com.
Nota del director. Necesitamos de lectores como usted para seguir haciendo un periodismo independiente y de calidad. Por favor, considere adquirir una suscripción digital y apostémosle al poder de la palabra.
En buena hora llega la propuesta, formulada por el presidente Iván Duque y retomada por varios sectores políticos y de la sociedad, de construir un acuerdo que blinde las instituciones nacionales y enfrente la criminalidad.
La mejor reacción a la crisis que causó la decisión de la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP) en el caso de Jesús Santrich y su posterior recaptura por orden de la Fiscalía General de la Nación es apostarle a la creación de un consenso nacional. Ese proceso, sin embargo, no puede dejar por fuera la imperiosa necesidad de fortalecer el Acuerdo de Paz y las instituciones derivadas de éste. No puede invocarse la unidad nacional sin rechazar de tajo los discursos más extremistas que han tomado vuelo en días recientes.
El Estado colombiano es lo más importante. Esa lección, que parece obvia pero amerita ser reiterada, apunta a la esencia de los debates que se dieron esta semana. Como dijo el presidente de la Corte Suprema de Justicia, Álvaro Fernando García Restrepo, “el país debe mantener la calma. Las instituciones son la salida adecuada para resolver los grandes conflictos y desafíos. A las coyunturas difíciles no se les enfrenta con soluciones apresuradas. Hay que actuar rápido, pero con sensatez”. Añadimos: el camino a seguir es, ahora sí, que los colombianos se encuentren en sus diferencias para buscar consensos fundamentales. La mesa la está armando el presidente Duque. Durante su alocución al país el pasado miércoles, el mandatario dijo que convocaba “a los partidos políticos para que adelantemos las reformas necesarias que nos permitan cerrarles las puertas al narcotráfico, a la impunidad, y fortalecer la extradición como uno de los mecanismos que han probado su eficacia en la lucha contra los criminales transnacionales”.
El viernes, tras la determinación de la Fiscalía de emitir otra orden de captura contra Jesús Santrich por la existencia de nuevas pruebas que lo vincularían a actividades de narcotráfico después de la firma del Acuerdo de Paz, y ante la confusión que causó el hecho, el presidente reiteró sus intenciones y dijo que su “responsabilidad en este tema es la preservación de la solidez institucional del Estado de derecho. Toda nuestra institucionalidad seguirá trabajando en estricto apego a la legalidad”. Celebramos y nos unimos a esa determinación. Ahora los procesos judiciales del caso Santrich deberán seguir su curso, en clara demostración de que las instituciones están funcionando con eficacia e independencia.
Es necesario, no obstante, que los temas a tratar en ese pacto que propone el presidente Duque no se limiten a la lucha contra la criminalidad -objetivo de suma importancia-, si es que en realidad se quieren calmar los tensos ánimos nacionales. El país necesita abandonar la polarización causada por el plebiscito y revivida por las pasadas elecciones en torno a los acuerdos de La Habana. La manera de hacerlo es construir un consenso alrededor de las instituciones del Sistema Integral de Verdad, Justicia, Reparación y no Repetición, las cuales ya hacen parte del Estado y no soportan más palos en la rueda. ¿Cómo hacemos para que no se siga obstaculizando su labor, para que todas las ramas del poder público trabajen de manera armónica y protejan la justicia transicional? ¿Cuáles serían los principios de ese gran nuevo pacto nacional?
Nos parece, de entrada, que hay dos aspectos innegociables. Por un lado, sería de gran ayuda para el país y para su reputación internacional ver a todos los partidos políticos, al unísono, adoptando medidas contra el narcotráfico. Aunque sean de carácter simbólico, es una pieza clave en el proceso de unión. Por otro lado, desde la Presidencia y pasando por todos los partidos, debe acordarse apagar los fuegos retóricos que abundan. Descartar una Asamblea Constituyente, que sólo generaría más caos; rechazar los llamados a derogar la JEP; desautorizar las voces que hablan de golpes de Estado judiciales, de cogobiernos con el narcotráfico y de otras tantas insensateces que sólo le hacen daño a Colombia.
Presidente, es momento de unir al país en torno a la institucionalidad. Necesitamos su liderazgo y su capacidad de trascender fronteras ideológicas para enfrentar este reto histórico.
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