Siguen las injustas exigencias a Cuba

El Espectador
15 de octubre de 2019 - 05:00 a. m.
El Estado colombiano se comprometió. Ahora, está demostrando que no tiene palabra. / Foto: Juan Orlando Hernández - Presidencia de la República
El Estado colombiano se comprometió. Ahora, está demostrando que no tiene palabra. / Foto: Juan Orlando Hernández - Presidencia de la República
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Debemos repetirnos. Por supuesto que la guerrilla del Eln abusó de la confianza que los colombianos le dieron para seguir delinquiendo y atentando contra el Estado. Por supuesto que las autoridades deben utilizar todas las herramientas legales a su alcance para capturar a sus miembros y cabecillas, dándole cumplimiento a las decisiones judiciales que se han tomado. Pero seguir amenazando a Cuba con romper relaciones si no entregan a los exnegociadores de esa guerrilla, es un acto de deshonestidad que puede deslegitimar a Colombia en el ámbito internacional.

En entrevista reciente con CNN, el presidente Iván Duque repitió la posición del Gobierno. “Me preocupa una cosa y la digo con mucha claridad”, dijo el mandatario. “Si Cuba privilegia su relación con los criminales a su relación institucional con el Gobierno colombiano, son ellos los que están poniendo en segundo plano las relaciones; y si es así, tendríamos que ser sinceros y tomar decisiones”.

Esas declaraciones se unieron a la solicitud formal de extradición que Colombia le envió a Cuba el pasado 11 de octubre. En ella, se pide que se capturen y envíen al país los cabecillas del Eln, Pablo Beltrán y Aureliano Carbonell, quienes recientemente fueron condenados a 40 años de prisión por un juez de la República. Los delitos por los que fueron procesados son homicidio, rebelión, terrorismo y otros varios.

Es fácil estar de acuerdo con el Gobierno Nacional. Los colombianos desean que los guerrilleros paguen sus deudas con la justicia ya que no fueron capaces de reconocer la oportunidad histórica que se les abrió con los diálogos. Sin embargo, la situación no es tan sencilla.

Contrario a lo que ha insinuado en ámbitos internacionales el presidente Duque, el Gobierno cubano no está protegiendo a los guerrilleros por solidaridad con su causa, o por un interés de hacerle daño a nuestro país. Simplemente están cumpliendo los protocolos que se pactaron cuando iniciaron los diálogos fallidos que buscaban alcanzar un acuerdo de paz con el Eln.

Cuando Cuba se ofreció como Estado garante de los diálogos, primero con las Farc y luego con el Eln, lo hizo porque podría garantizar neutralidad para ambas partes. Como en todos los procesos de paz serios del mundo, se pactaron unas reglas en caso de que los diálogos se estancaran. Si el Gobierno se retirara de la mesa, como en efecto lo hizo, Cuba, como país garante, debía poder devolver a los negociadores a Colombia de manera segura. Después de eso, las autoridades colombianas sí podían perseguir a los guerrilleros. Es apenas lógico.

No tiene cabida la tesis extraña de la administración Duque sobre cómo esos protocolos los firmó un gobierno anterior. No: el Estado colombiano se comprometió. Ahora, el Estado colombiano está demostrando que no tiene palabra.

¿Por qué se insiste en deslegitimar a Cuba? ¿Cuál ganancia política hay detrás de aislar a un aliado que ha sido esencial para los esfuerzos de paz de Colombia? Por más maromas retóricas que intente la diplomacia nacional, es nuestro país el que está quedando mal en el ámbito internacional.

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Por El Espectador

 

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