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Los intentos de la administración de Donald Trump por bloquear a TikTok y a WeChat de operar en Estados Unidos dejan en evidencia dos situaciones que tienen al mundo en riesgo: la hipocresía del ocupante de la Casa Blanca y el creciente poder del Partido Comunista chino para esparcir su propaganda por todo el mundo, incluyendo Colombia. Por lo menos, el mundo parece estar empezando a prestar atención al gravísimo problema del monopolio de los algoritmos y la privacidad en internet. ¿Qué saldrá de ahí?
Lo que Donald Trump está intentando hacer con TikTok es una expropiación indirecta. Su mensaje fue, básicamente: o venden la compañía a inversionistas estadounidenses, o no pueden seguir operando en el país. Claro, esto lo disfrazó con argumentos ciertos que discutiremos más adelante, pero no deja de ser un claro acto de arrogancia. ¿Podrían otros países hacer lo mismo con Facebook y Twitter? ¿Por qué la recolección de datos de esas plataformas estadounidenses, que han causado problemas en todo el mundo, pasa bajo agache mientras que la administración Trump se concentra en TikTok y ahora en WeChat?
No deja de ser extraño que, para combatir a China y su censura, Estados Unidos utilice métodos que el mismo Partido Comunista celebraría.
Dicho eso, tenemos que hablar de TikTok. Al hacerlo, es necesario discutir cómo los tentáculos de la China comunista penetran cada vez más las sociedades democráticas. Gracias a una ley de inteligencia nacional, cualquier empresa china tiene que proveerle la información que desee al régimen. Eso, en la práctica, ha significado el uso de aplicaciones de citas, como Grindr, para espiar a soldados estadounidenses. Por más promesas que haga ByteDance, la propietaria de TikTok, sobre el manejo de los datos, la realidad es clara: cualquier empresa con lazos al Partido Comunista puede convertirse en su agente de inteligencia. Zoom, que se volvió muy popular en pandemia, ha tenido pedidos de China para apagar ciertas conversaciones.
Ese es uno de los aspectos que no se discuten sobre hacer negocios con China y permitir la entrada de empresas de ese país. Aunque el régimen comunista hace lo que se le antoja sobre a quién deja hacer negocios en su país, hacia afuera han invocado las leyes del libre mercado para empezar a amasar poder. El sueño de Xi Jinping es que China sea el nuevo líder mundial, pero tenemos que pensar sobre qué significa eso: un régimen genocida, que utiliza campos de concentración, que no respeta las libertades individuales, que censura a su antojo, ¿de verdad debería estar a la cabeza geopolítica del mundo?
La propaganda china ya está en nuestro país. Se ve en varios espacios. Mientras tanto, Hong Kong se asfixia ante una ley que determinó que hablar de democracia es terrorismo. Taiwán, por su parte, se queda cada vez más solo en su intento por ser una democracia independiente y estable. ¿El resto del mundo? Silenciado por el poder económico. Pasa a las empresas, como Apple, que se arrodilló para entrar al mercado chino, y pasa a los países, que agachan la cabeza. A todas estas, ¿qué dice la Cancillería colombiana de Taiwán? ¿Y de Hong Kong?
Cuando hablamos de TikTok y de WeChat, pareciera un debate trivial. Pero en realidad es una pregunta sobre quién tiene acceso a nuestras mentes, a nuestros datos, a nuestras vulnerabilidades. Ya vimos eso cómo influye en elecciones. El futuro de la humanidad se debate en cómo nos relacionamos con esas aplicaciones y qué exigimos de sus propietarios.
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