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La transformación del Jardín Botánico de Bogotá

La gestión del Jardín Botánico es un ejemplo de que se le puede apostar a la investigación académica con seriedad y planeación.

El Espectador
20 de noviembre de 2015 - 08:42 p. m.
La transformación del Jardín Botánico de Bogotá
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La administración de Bogotá entrega un Jardín Botánico renovado. En medio de los controversias que persisten por el contenido y el estilo de gobierno de la Bogotá Humana, la ciudad debe reconocer lo allí logrado, que es sobresaliente.

El acto público de rendición de cuentas, recientemente celebrado, muestra una gestión contundente. Hoy Bogotá tiene un mejor Jardín Botánico, distinguido en el ámbito nacional e internacional. Porque la recuperación del Jardín Botánico, que en estas páginas comentamos, ha ido mucho mas allá de la devolución de confianza cuando fue arrebatado a la politiquería. La dirección, a cargo de Luis Olmedo Martínez, ha logrado transformar este espacio emblemático de la ciudad. Ejemplo, entre otros, para las instituciones del sistema nacional ambiental. Ojalá aprendieran de las lecciones que deja esta administración.

El Jardín Botánico está consolidado como centro científico, con una planta de investigadores convencidos de su misión de conocer, y dar a conocer, la biodiversidad de la región de Bogotá. En este corto período se cuentan ya 112 publicaciones, numerosos convenios con homólogos de otras partes del mundo, como Edimburgo y Berlín, profesionales cursando estudios de doctorado y el sobresaliente programa de apoyo a la investigación Thomas van der Hammen, que está llegando a universidades de todo el país. Un ejemplo de que se le puede apostar a la investigación académica con seriedad y planeación.

El Jardín Botánico es además el parque cerrado más visitado de Bogotá, con 1’396.000 ingresos registrados. Los espacios internos, espléndidos, son un muestrario de lo que debería ser el tratamiento del espacio público construido de la ciudad. Varias decenas de obras en su interior hacen del jardín ejemplo de sostenibilidad. Sobresalen el manejo sostenible de sus drenajes y el uso de desechos para la producción de energía. Los sitios de visita, caminos y plazoletas han sido renovados. Las colecciones vivas están organizadas con una bella propuesta de interpretación.

La última obra anunciada es la construcción del invernadero más grande del país y uno de los mayores en su género del mundo, en donde se espera albergar una muestra del 10% de la flora del país. Admirable.

Además, el jardín se puso al día en el mantenimiento del arbolado urbano, con tratamiento a 290.000 árboles y siembra de otros 105.000.

Lo más sobresaliente en este período es que el jardín se salió de sus muros. Participó en el establecimiento de la restauración ecológica en 50 hectáreas en la ronda de humedales y 50 kilómetros de quebradas en recuperación, además de modelos de jardines y agricultura ecológica en varias localidades. El Jardín Botánico es, además, centro de innovación en el manejo de las coberturas urbanas, la renaturalización y la animación de nodos de biodiversidad. Y como todo no está dicho: se convirtió en un concurrido espacio del debate ambiental. No queda sino visitarlo de nuevo, y sumarse a los ciudadanos que vigilarán su futuro, pues no podemos volver a perderlo.

Entre las promesas de conservar lo que valga la pena conservar de la administración Petro, Enrique Peñalosa debería ver en el Jardín Botánico un buen ejemplo de gestión para mantener y fomentar. Es de lo mejor que tiene Bogotá.

¿Está en desacuerdo con este editorial? Envíe su antieditorial de 500 palabras a yosoyespectador@gmail.com.

Por El Espectador

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