Un acuerdo que genera esperanza para el campo colombiano
Aunque nos quedaron debiendo los detalles más importantes, dado el aplazamiento de la firma final el pasado viernes, tiene razón el presidente Gustavo Petro en llamar “histórico” el acuerdo entre el Gobierno y la Federación Colombiana de Ganaderos (Fedegán) esbozado esta semana. Si todo sale bien, esto implicará la compra a precio justo de tres millones de hectáreas para comenzar a hacer realidad la tan necesaria y siempre aplazada reforma agraria, un gran paso en la redistribución de las tierras en una Colombia con altas tasas de desigualdad e improductividad en ese sector. El Ministerio de Agricultura está demostrando que se pueden hacer cambios eficientes, contundentes y sin tener que estar llenando titulares. Se trata de una gran noticia a solo dos meses de iniciado el Gobierno.
La ministra de Agricultura, Cecilia López, tiene ya una sorprendente lista de hitos por mencionar: “Con el ofrecimiento de Fedegán arranca el tercer componente de la reforma agraria. “Ya teníamos el primero, que es la titulación, con más de 600.000. El segundo es el arrendamiento de 125.000 hectáreas para organizaciones campesinas por parte de la Sociedad de Activos Especiales (SAE)”. Ahora, si en efecto se compran los tres millones de hectáreas, es mucho lo que podrá hacer el Gobierno en términos de justicia redistributiva.
Tal vez lo más sorprendente del acuerdo son las partes involucradas. No podrían estar más alejados en términos de ideología el gremio ganadero y el Gobierno; en muchas ocasiones el tono para referirse el uno al otro ha sido muy agresivo, incluso inculpatorio, sobre los males que ha vivido el campo colombiano. El tamaño de esa distancia quedó demostrado en la reacción de Claudia López, alcaldesa de Bogotá, al acuerdo: “La paz es que los despojadores ofrezcan verdad, justicia Y REPARACIÓN. ¡No que les den impunidad total y de ñapa $3 billones de nuestros impuestos!”, escribió. Hubo voces que hicieron eco de sentimientos similares y siempre cualquier intento de pasar la página sobre las terribles tragedias que ha dejado la lucha por la tierra en el campo colombiano despierta alertas entendibles porque no se olvide a las víctimas.
Con todo, el presidente Petro comprendió que negociando alcanzaba más que confrontando. Y, también, que si no integra al mayor número posible de actores, su proyecto tiene menor posibilidad de éxito. Así ha llegado a lo que se creía imposible: un acuerdo con los ganaderos de Colombia para comenzar una nueva era en la ruralidad del país. Comprar para redistribuir tierras a un precio justo y a partir de un consenso entre diferentes es, sí, apostarle a la paz. Un gran acierto.
Queda mucho por definir, por supuesto, y no son detalles menores. Es importante asegurarse de que las tierras compradas sean productivas y tengan todas las facilidades para que sus nuevos dueños entren al mercado en condiciones justas. También hay que aclarar la propiedad, para no estar legalizando o, peor, financiando el despojo. Allí donde haya procesos abiertos de restitución o incluso dudas sobre su procedencia, el Gobierno debe actuar con extrema cautela. La ministra de Agricultura ha prometido que el proceso de selección de los predios será rápido y transparente. Ojalá así sea. Por ahora, empero, estamos ante una noticia que durante décadas ha sido imposible dar: parece que habrá reforma agraria en Colombia. ¡Enbuenahora!
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Aunque nos quedaron debiendo los detalles más importantes, dado el aplazamiento de la firma final el pasado viernes, tiene razón el presidente Gustavo Petro en llamar “histórico” el acuerdo entre el Gobierno y la Federación Colombiana de Ganaderos (Fedegán) esbozado esta semana. Si todo sale bien, esto implicará la compra a precio justo de tres millones de hectáreas para comenzar a hacer realidad la tan necesaria y siempre aplazada reforma agraria, un gran paso en la redistribución de las tierras en una Colombia con altas tasas de desigualdad e improductividad en ese sector. El Ministerio de Agricultura está demostrando que se pueden hacer cambios eficientes, contundentes y sin tener que estar llenando titulares. Se trata de una gran noticia a solo dos meses de iniciado el Gobierno.
La ministra de Agricultura, Cecilia López, tiene ya una sorprendente lista de hitos por mencionar: “Con el ofrecimiento de Fedegán arranca el tercer componente de la reforma agraria. “Ya teníamos el primero, que es la titulación, con más de 600.000. El segundo es el arrendamiento de 125.000 hectáreas para organizaciones campesinas por parte de la Sociedad de Activos Especiales (SAE)”. Ahora, si en efecto se compran los tres millones de hectáreas, es mucho lo que podrá hacer el Gobierno en términos de justicia redistributiva.
Tal vez lo más sorprendente del acuerdo son las partes involucradas. No podrían estar más alejados en términos de ideología el gremio ganadero y el Gobierno; en muchas ocasiones el tono para referirse el uno al otro ha sido muy agresivo, incluso inculpatorio, sobre los males que ha vivido el campo colombiano. El tamaño de esa distancia quedó demostrado en la reacción de Claudia López, alcaldesa de Bogotá, al acuerdo: “La paz es que los despojadores ofrezcan verdad, justicia Y REPARACIÓN. ¡No que les den impunidad total y de ñapa $3 billones de nuestros impuestos!”, escribió. Hubo voces que hicieron eco de sentimientos similares y siempre cualquier intento de pasar la página sobre las terribles tragedias que ha dejado la lucha por la tierra en el campo colombiano despierta alertas entendibles porque no se olvide a las víctimas.
Con todo, el presidente Petro comprendió que negociando alcanzaba más que confrontando. Y, también, que si no integra al mayor número posible de actores, su proyecto tiene menor posibilidad de éxito. Así ha llegado a lo que se creía imposible: un acuerdo con los ganaderos de Colombia para comenzar una nueva era en la ruralidad del país. Comprar para redistribuir tierras a un precio justo y a partir de un consenso entre diferentes es, sí, apostarle a la paz. Un gran acierto.
Queda mucho por definir, por supuesto, y no son detalles menores. Es importante asegurarse de que las tierras compradas sean productivas y tengan todas las facilidades para que sus nuevos dueños entren al mercado en condiciones justas. También hay que aclarar la propiedad, para no estar legalizando o, peor, financiando el despojo. Allí donde haya procesos abiertos de restitución o incluso dudas sobre su procedencia, el Gobierno debe actuar con extrema cautela. La ministra de Agricultura ha prometido que el proceso de selección de los predios será rápido y transparente. Ojalá así sea. Por ahora, empero, estamos ante una noticia que durante décadas ha sido imposible dar: parece que habrá reforma agraria en Colombia. ¡Enbuenahora!
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