Hoy puede ser un día clave en la historia de la comercialización legal del cannabis en el país. El presidente de la República, Iván Duque, está agendado para reunirse con dirigentes gremiales y empresarios del cannabis para usos medicinales con el objetivo de lanzar el Decreto de Acceso Seguro e Informado al Uso de Cannabis. Dentro de las medidas se espera que se destrabe una que causó innecesario escándalo: la exportación de la flor seca de cannabis. El mundo se mueve aceleradamente hacia la legalización total del cannabis, tanto para usos terapéuticos como recreacionales, y Colombia no puede quedarse atrás en una gran oportunidad económica que, entre otras cosas, puede ayudar a aliviar la crisis que enfrentamos.
La relación del país con el cannabis ha sufrido una frustrante ambivalencia. Hace poco el Congreso hundió con inusitado orgullo una ley que permitía la comercialización del cannabis con fines comerciales. Quienes respaldaron esa obstaculización parecían ecos del pasado, espejismos de un mundo que ha dejado de existir y que creen que la guerra contra las drogas debe seguir luchándose con las mismas herramientas ineficaces. El problema es que mientras Colombia se estanca en moralismos y pánicos infundados, países de la talla de Estados Unidos están desarrollando enormes mercados de cannabis que generan recursos en impuestos y reconocen el valor de la autonomía personal al momento de tomar decisiones.
Tal vez el mayor contraste entre la Colombia atrasada y los Estados Unidos lo dibujó Federico Gómez Lara en una columna para El Espectador. En ella contó cómo, en las calles de Nueva York, un policía le encendió sin problema un porro de marihuana a un amigo que luego fue consumido en el espacio público. Así no más, sin pánico moral, sin creer que se trataba de algo que debía castigarse. Mientras tanto, en nuestro país las capturas por microtráfico siguen siendo uno de los puntos que más desgaste institucional producen.
Por fortuna, hay un ámbito que, gracias a sentencias de la Corte Constitucional y al impulso de los últimos gobiernos, se resiste a quedarse atrás. El cannabis medicinal ha generado una industria incipiente que genera empleos y le demuestra al país los beneficios que podría obtener si abandonase el temor a regulaciones más generosas.
Ahora, la expedición del decreto por parte de la administración Duque puede ser un gran paso adelante. Hace unos meses se truncó su publicación por un debate sobre poder exportar la flor seca de cannabis con fines comerciales. Pero la industria venía conversando sobre esto. Como le explicó Rodrigo Arcila, presidente de la Asociación Colombiana de Industrias del Cannabis, a W Radio, “estábamos ad portas de tener todas las autorizaciones, fue un trabajo concertado con los ministerios de Justicia, Salud, Comercio y Agricultura. Sin embargo, nos llevamos la sorpresa de que parece que hay problemas con la aceptación de la flor seca”.
No hay motivos para censurar esa exportación. Esperamos que hoy sirva de modelo para construir, más temprano que tarde, una política pública más sensible y razonable en relación con el cannabis. El mundo está cambiando y Colombia no debería pagar el precio de los prejuicios de sus líderes.
¿Está en desacuerdo con este editorial? Envíe su antieditorial de 500 palabras a elespectadoropinion@gmail.com.
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Hoy puede ser un día clave en la historia de la comercialización legal del cannabis en el país. El presidente de la República, Iván Duque, está agendado para reunirse con dirigentes gremiales y empresarios del cannabis para usos medicinales con el objetivo de lanzar el Decreto de Acceso Seguro e Informado al Uso de Cannabis. Dentro de las medidas se espera que se destrabe una que causó innecesario escándalo: la exportación de la flor seca de cannabis. El mundo se mueve aceleradamente hacia la legalización total del cannabis, tanto para usos terapéuticos como recreacionales, y Colombia no puede quedarse atrás en una gran oportunidad económica que, entre otras cosas, puede ayudar a aliviar la crisis que enfrentamos.
La relación del país con el cannabis ha sufrido una frustrante ambivalencia. Hace poco el Congreso hundió con inusitado orgullo una ley que permitía la comercialización del cannabis con fines comerciales. Quienes respaldaron esa obstaculización parecían ecos del pasado, espejismos de un mundo que ha dejado de existir y que creen que la guerra contra las drogas debe seguir luchándose con las mismas herramientas ineficaces. El problema es que mientras Colombia se estanca en moralismos y pánicos infundados, países de la talla de Estados Unidos están desarrollando enormes mercados de cannabis que generan recursos en impuestos y reconocen el valor de la autonomía personal al momento de tomar decisiones.
Tal vez el mayor contraste entre la Colombia atrasada y los Estados Unidos lo dibujó Federico Gómez Lara en una columna para El Espectador. En ella contó cómo, en las calles de Nueva York, un policía le encendió sin problema un porro de marihuana a un amigo que luego fue consumido en el espacio público. Así no más, sin pánico moral, sin creer que se trataba de algo que debía castigarse. Mientras tanto, en nuestro país las capturas por microtráfico siguen siendo uno de los puntos que más desgaste institucional producen.
Por fortuna, hay un ámbito que, gracias a sentencias de la Corte Constitucional y al impulso de los últimos gobiernos, se resiste a quedarse atrás. El cannabis medicinal ha generado una industria incipiente que genera empleos y le demuestra al país los beneficios que podría obtener si abandonase el temor a regulaciones más generosas.
Ahora, la expedición del decreto por parte de la administración Duque puede ser un gran paso adelante. Hace unos meses se truncó su publicación por un debate sobre poder exportar la flor seca de cannabis con fines comerciales. Pero la industria venía conversando sobre esto. Como le explicó Rodrigo Arcila, presidente de la Asociación Colombiana de Industrias del Cannabis, a W Radio, “estábamos ad portas de tener todas las autorizaciones, fue un trabajo concertado con los ministerios de Justicia, Salud, Comercio y Agricultura. Sin embargo, nos llevamos la sorpresa de que parece que hay problemas con la aceptación de la flor seca”.
No hay motivos para censurar esa exportación. Esperamos que hoy sirva de modelo para construir, más temprano que tarde, una política pública más sensible y razonable en relación con el cannabis. El mundo está cambiando y Colombia no debería pagar el precio de los prejuicios de sus líderes.
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