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El viernes anterior se inició en México un nuevo diálogo entre el régimen venezolano y la oposición, para intentar sacar al país vecino de la grave crisis política, económica y social que atraviesa. El que las partes firmaran un memorando de entendimiento, que incluye los siete temas sobre los cuales van a negociar, es alentador. Los dos temas centrales serán acordar elecciones libres y el levantamiento de sanciones, en contraprestación. Los venezolanos y la comunidad internacional quieren unas elecciones transparentes, con garantías y amplia participación, así como observación internacional. El pesimismo radica en que ya hay cuatro intentos previos fracasados debido a la falta de honestidad y compromiso de Nicolás Maduro.
Noruega mediará para que la dictadura y los opositores lleguen a acuerdos válidos. Las fallidas experiencias previas crearon un ambiente negativo entre quienes adversan al régimen. Pero las circunstancias han hecho que se replanteen las principales objeciones y se busque una salida a este laberinto en el que se encuentra Venezuela. Mientras el representante del régimen y presidente de la Asamblea Nacional, Jorge Rodríguez, dice que “ya sabemos en qué no estamos de acuerdo (…). El trabajo ahora es buscar dónde encontramos puntos de confluencia para garantizar el porvenir y la felicidad del pueblo de Venezuela”, para Gerardo Blyde, representante de la Plataforma Unitaria de Venezuela, cada lado “ha tenido que ceder parte de su narrativa para lograr un punto medio de inicio, teniendo la convicción de que el proceso es más que necesario”, se debe “lograr un acuerdo integral (…), en el que nadie se sienta vencido y todos nos sintamos incluidos”. Están en lo cierto.
Los cuatro años de la administración de Donald Trump, que amenazó con el uso de todos los medios disponibles para lograr la salida de Maduro del poder, no funcionaron. A pesar de las sanciones impuestas, del cerco diplomático, de las gestiones del Grupo de Lima o del Grupo Internacional de Contacto, del concierto en la frontera que terminaría con el régimen en cuestión de horas e incluso de la incursión militar que acabó en un gran fiasco, lo cierto es que, a pesar del derrumbe del país, Maduro continúa atornillado al poder. Rusia, China, Cuba e Irán se han convertido en fuertes aliados del gobierno ilegítimo. Esta realidad forzó a Guaidó, reconocido como presidente legítimo por cerca de 60 países, a sentarse a negociar ante la presión de la comunidad internacional, en especial del nuevo gobierno de Joe Biden y de la Unión Europea.
Entre los siete temas a discutir está, en primer lugar, el levantamiento gradual de las sanciones impuestas. El régimen solicita la devolución de cuentas bancarias a Petróleos de Venezuela (Pdvsa) y el Banco Central; Maduro también pide el respeto al Estado constitucional de derecho, que incluye el “reconocimiento pleno” de la Asamblea Nacional. El segundo punto es la celebración de elecciones con garantías, donde la oposición pide alcanzar un “acuerdo de salvación nacional”, que incluya “garantías electorales para todos” y un “cronograma electoral para elecciones observables”. Si se llega a acuerdos, la prueba de fuego serán las elecciones regionales, para gobernadores y alcaldes, en noviembre.
Mientras el régimen llega fortalecido, la oposición va en desventaja. A pesar de que EE. UU. y otros países reconocen a Juan Guaidó como presidente legítimo, su desgaste ha sido muy grande. Además, existe una división entre quienes se oponen a los diálogos, quienes están dispuestos a ir a las elecciones de noviembre, como Henrique Capriles y un grupo de partidos pequeños, o los que esperan los resultados en México, como Guaidó y Leopoldo López. A pesar de que las expectativas son moderadas, es de esperar que la presión internacional, los problemas internos y la buena voluntad permitan encontrar una pronta salida a los venezolanos.
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