Un ejemplo de movilización organizada y pacífica
El Espectador
Los héroes de Colombia se parecen a Francia Elena Márquez Mina, quien acaba de recibir el premio de la Fundación Goldman, conocido como el “Nobel del medioambiente”. Reconocida por su lucha contra la minería ilegal, la historia de Márquez es de una batalla contra el racismo, el sexismo, la desigualdad y el desinterés; la apuesta por las instituciones y construir comunidades activas políticamente. Un ejemplo a seguir.
Desde 1990, la Fundación Goldman premia a los defensores de la naturaleza y de los derechos de los pueblos indígenas en el mundo. Este año, los jueces galardonaron a cinco mujeres y un hombre; una de ellas fue Márquez. Es un reconocimiento más que justo.
Como activista afro obtuvo reconocimiento nacional al movilizar a las mujeres negras del Cauca para presionar al Gobierno porque la extracción de oro en la región estaba generando una catástrofe ambiental. Marchó 350 kilómetros durante diez días rumbo a Bogotá, para luego acampar 22 días frente al Congreso, acompañada de su comunidad, e insistir en que las autoridades sacaran del territorio a las decenas de retroexcavadoras con las que se extraían minerales.
Su presión fue fundamental para llegar a un acuerdo con el Gobierno en el que éste se comprometía a tomar medidas certeras para erradicar la extracción ilegal de oro en La Toma. Desde entonces, los ríos tienen menos contaminantes y los bosques han resistido a la voraz deforestación. Márquez obtuvo un triunfo no sólo para el Cauca, sino para toda Colombia, pues ayudó en la lucha por la sostenibilidad ambiental, de la cual depende el futuro de nuestro país.
En entrevista con El Espectador, Márquez dijo que “este reconocimiento es la lucha de los pueblos, de los pueblos afrodescendientes, indígenas, vistos como espacios de vida. Para mí es un premio en conmemoración de líderes y lideresas que han sido asesinados. Un premio que hace un llamado a Colombia para que redefina cómo se enfoca más en el medio ambiente y menos en cómo se sigue con un modelo de extracción minera que pone en riesgo la vida misma”.
En efecto, la labor a la cual se ha dedicado Márquez es un llamado de atención para nuestro país. Hemos dedicado ya muchos editoriales a la misma idea: si no tomamos en serio la necesidad urgente de proteger el ambiente, las consecuencias serán nefastas en el futuro inmediato y aún peores a largo plazo. Rodear nuestros recursos naturales es un deber de todos los colombianos, y los líderes políticos están llamados a proponer visiones de desarrollo que no dejen a un lado la sostenibilidad.
Márquez, además, es un ejemplo de cómo la movilización social organizada y pacífica puede dar resultados positivos para las poblaciones. Apostar por la democracia y las instituciones es el camino para construir país y luchar contra la desigualdad. Lograr que las ramas del poder público tengan que reaccionar y reconocer que hay perspectivas que no se contemplan a menudo cuando se manda desde Bogotá.
Que este premio sirva de motivación para todos los líderes y lideresas que, en medio del silencio y la ingratitud, luchan como Francia Márquez por construir una mejor Colombia.
¿Está en desacuerdo con este editorial? Envíe su antieditorial de 500 palabras a yosoyespectador@gmail.com.
Los héroes de Colombia se parecen a Francia Elena Márquez Mina, quien acaba de recibir el premio de la Fundación Goldman, conocido como el “Nobel del medioambiente”. Reconocida por su lucha contra la minería ilegal, la historia de Márquez es de una batalla contra el racismo, el sexismo, la desigualdad y el desinterés; la apuesta por las instituciones y construir comunidades activas políticamente. Un ejemplo a seguir.
Desde 1990, la Fundación Goldman premia a los defensores de la naturaleza y de los derechos de los pueblos indígenas en el mundo. Este año, los jueces galardonaron a cinco mujeres y un hombre; una de ellas fue Márquez. Es un reconocimiento más que justo.
Como activista afro obtuvo reconocimiento nacional al movilizar a las mujeres negras del Cauca para presionar al Gobierno porque la extracción de oro en la región estaba generando una catástrofe ambiental. Marchó 350 kilómetros durante diez días rumbo a Bogotá, para luego acampar 22 días frente al Congreso, acompañada de su comunidad, e insistir en que las autoridades sacaran del territorio a las decenas de retroexcavadoras con las que se extraían minerales.
Su presión fue fundamental para llegar a un acuerdo con el Gobierno en el que éste se comprometía a tomar medidas certeras para erradicar la extracción ilegal de oro en La Toma. Desde entonces, los ríos tienen menos contaminantes y los bosques han resistido a la voraz deforestación. Márquez obtuvo un triunfo no sólo para el Cauca, sino para toda Colombia, pues ayudó en la lucha por la sostenibilidad ambiental, de la cual depende el futuro de nuestro país.
En entrevista con El Espectador, Márquez dijo que “este reconocimiento es la lucha de los pueblos, de los pueblos afrodescendientes, indígenas, vistos como espacios de vida. Para mí es un premio en conmemoración de líderes y lideresas que han sido asesinados. Un premio que hace un llamado a Colombia para que redefina cómo se enfoca más en el medio ambiente y menos en cómo se sigue con un modelo de extracción minera que pone en riesgo la vida misma”.
En efecto, la labor a la cual se ha dedicado Márquez es un llamado de atención para nuestro país. Hemos dedicado ya muchos editoriales a la misma idea: si no tomamos en serio la necesidad urgente de proteger el ambiente, las consecuencias serán nefastas en el futuro inmediato y aún peores a largo plazo. Rodear nuestros recursos naturales es un deber de todos los colombianos, y los líderes políticos están llamados a proponer visiones de desarrollo que no dejen a un lado la sostenibilidad.
Márquez, además, es un ejemplo de cómo la movilización social organizada y pacífica puede dar resultados positivos para las poblaciones. Apostar por la democracia y las instituciones es el camino para construir país y luchar contra la desigualdad. Lograr que las ramas del poder público tengan que reaccionar y reconocer que hay perspectivas que no se contemplan a menudo cuando se manda desde Bogotá.
Que este premio sirva de motivación para todos los líderes y lideresas que, en medio del silencio y la ingratitud, luchan como Francia Márquez por construir una mejor Colombia.
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