Aunque el ministro de Cultura, Juan David Correa, se ha salido de tono en su defensa del proyecto, es una buena idea la declaratoria del Monumento a la Resistencia en Cali como Patrimonio Cultural de la Nación. Se trata de un reconocimiento de lo ocurrido durante el estallido social y un homenaje a quienes fueron protestantes pacíficos en medio de lamentables abusos de los agentes del Estado. No es, como han dicho sus opositores, una apología al terrorismo ni tampoco se trata de una imposición desde el Gobierno Nacional: negar la importancia de ese espacio para Cali y para la historia reciente de Colombia es entrar en una versión alternativa de los hechos que es bastante dañina.
El Gobierno Nacional hizo el anuncio en medio de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Biodiversidad. El objetivo es que la escultura de 13 metros hecha en Puerto Rellena sea considerada como Patrimonio de la Nación. Durante el estallido social de 2021, los manifestantes la armaron a punta de cemento, y ese espacio en Cali se convirtió en un punto de concentración que simbolizó las voces que pedían ser escuchadas. Según la Ley 1185 de 2008, un patrimonio tiene “especial interés histórico, artístico, científico, estético o simbólico en ámbitos como el plástico, arquitectónico, urbano, arqueológico, lingüístico, sonoro, musical, audiovisual, fílmico, testimonial, documental, literario, bibliográfico, museológico o antropológico”. Creemos que el Monumento a la Resistencia cumple con varios de esos valores.
Es lamentable, sin embargo, que el ministro Correa haya empleado un lenguaje desobligante para defender la declaratoria. “El monumento a la resistencia les parece muy feo a unos”, dijo el servidor público, y agregó: “De malas”. Ese no es un argumento ni la actitud que se espera de un representante del Estado colombiano. Si hay críticas se deben responder con altura, no con bravuconadas más dignas de una bodega en X. Especialmente porque, como lo dijimos, el Ministerio tiene razón en la iniciativa. Más adelante el ministro Correa explicó que “esa es la estética de un sector de la población de esta ciudad, de un proceso social y comunitario que construyó un monumento”. Por eso el reconocimiento desde el Gobierno Nacional es un homenaje a Cali y a los procesos sociales que se concentraron en la capital del Valle durante 2021.
La oposición también se ha salido de tono y, hay que decirlo, llena de bajezas. María Fernanda Cabal, senadora del Centro Democrático, aseguró que el ministro “quiere legalizar el adefesio construido por la primera línea terrorista”, y agregó que “jamás en la memoria de este país, por más que lo intente maquillar la izquierda, borraremos la realidad de lo que vivimos en el suroccidente colombiano”. Eso es confundir realidades. Sí, durante el estallido hubo violencia contra los uniformados, la cual ha sido judicializada, pero reducir lo ocurrido a esos hechos es una falsedad. Cali vio cómo los manifestantes fueron perseguidos por las autoridades, aterrorizados por particulares y, aun así, se mantuvo en la protesta pacífica. Eso es lo que se honra con el monumento. Por eso tiene un simbolismo tan importante para Colombia.
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Aunque el ministro de Cultura, Juan David Correa, se ha salido de tono en su defensa del proyecto, es una buena idea la declaratoria del Monumento a la Resistencia en Cali como Patrimonio Cultural de la Nación. Se trata de un reconocimiento de lo ocurrido durante el estallido social y un homenaje a quienes fueron protestantes pacíficos en medio de lamentables abusos de los agentes del Estado. No es, como han dicho sus opositores, una apología al terrorismo ni tampoco se trata de una imposición desde el Gobierno Nacional: negar la importancia de ese espacio para Cali y para la historia reciente de Colombia es entrar en una versión alternativa de los hechos que es bastante dañina.
El Gobierno Nacional hizo el anuncio en medio de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Biodiversidad. El objetivo es que la escultura de 13 metros hecha en Puerto Rellena sea considerada como Patrimonio de la Nación. Durante el estallido social de 2021, los manifestantes la armaron a punta de cemento, y ese espacio en Cali se convirtió en un punto de concentración que simbolizó las voces que pedían ser escuchadas. Según la Ley 1185 de 2008, un patrimonio tiene “especial interés histórico, artístico, científico, estético o simbólico en ámbitos como el plástico, arquitectónico, urbano, arqueológico, lingüístico, sonoro, musical, audiovisual, fílmico, testimonial, documental, literario, bibliográfico, museológico o antropológico”. Creemos que el Monumento a la Resistencia cumple con varios de esos valores.
Es lamentable, sin embargo, que el ministro Correa haya empleado un lenguaje desobligante para defender la declaratoria. “El monumento a la resistencia les parece muy feo a unos”, dijo el servidor público, y agregó: “De malas”. Ese no es un argumento ni la actitud que se espera de un representante del Estado colombiano. Si hay críticas se deben responder con altura, no con bravuconadas más dignas de una bodega en X. Especialmente porque, como lo dijimos, el Ministerio tiene razón en la iniciativa. Más adelante el ministro Correa explicó que “esa es la estética de un sector de la población de esta ciudad, de un proceso social y comunitario que construyó un monumento”. Por eso el reconocimiento desde el Gobierno Nacional es un homenaje a Cali y a los procesos sociales que se concentraron en la capital del Valle durante 2021.
La oposición también se ha salido de tono y, hay que decirlo, llena de bajezas. María Fernanda Cabal, senadora del Centro Democrático, aseguró que el ministro “quiere legalizar el adefesio construido por la primera línea terrorista”, y agregó que “jamás en la memoria de este país, por más que lo intente maquillar la izquierda, borraremos la realidad de lo que vivimos en el suroccidente colombiano”. Eso es confundir realidades. Sí, durante el estallido hubo violencia contra los uniformados, la cual ha sido judicializada, pero reducir lo ocurrido a esos hechos es una falsedad. Cali vio cómo los manifestantes fueron perseguidos por las autoridades, aterrorizados por particulares y, aun así, se mantuvo en la protesta pacífica. Eso es lo que se honra con el monumento. Por eso tiene un simbolismo tan importante para Colombia.
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