Lo más interesante del Corredor Verde por la carrera séptima, propuesto por la Alcaldía de Bogotá, es que consolida un cambio estructural en la manera en que pensamos las ciudades: el carro, después de décadas de dominación, les cede su puesto al transporte público, a la bicicleta y a los peatones. Más allá de las disputas políticas entre la alcaldesa Claudia López, el concejal Carlos Fernando Galán y los exalcaldes Gustavo Petro y Enrique Peñalosa, lo importante es que se trata de una apuesta ambiciosa que, de materializarse, le va a cambiar el rostro a una vía esencial para la capital del país. Además, dará ejemplo de cómo los espacios urbanos en Colombia sí pueden transformarse y modernizarse, con la emergencia climática en la mira, para responder con rapidez a los retos que tenemos.
Hay una disputa política que es válida. La pregunta es si la alcaldesa López, en campaña, prometió algo distinto a lo que terminó proponiendo. En efecto, hay varios testimonios de la hoy mandataria asegurando que no haría Transmilenio por la séptima. Aunque el Distrito ha hecho volteretas retóricas para argumentar que los buses electrotécnicos propuestos no son equiparables a los transmilenios, la diferencia práctica es nula. Sí, se trata de un proyecto mucho más elaborado que el presentado por la alcaldía Peñalosa y también con más ambición en sus apuestas ambientales, lo que no es poco. Pero es justo el reclamo porque se busque, a punta de palabras, negar que se le abrirá camino a un sistema similar a Transmilenio en la séptima.
Dicho eso, no deja de parecernos un gran avance que, por fin, la ciudad vaya a tener respuestas. Esta es la séptima propuesta de intervención a la carrera séptima y, con la emergencia climática ya causando estragos, era hora de que se priorizaran las soluciones verdes. La alcaldesa ha prometido 50 % de espacio para peatones, 29 % para el transporte público, 15 % para carros particulares y el 6 % para bicicletas. Además, que un 87 % de los viajes serán cero emisiones gracias a los buses eléctricos. Esto, como resultado de una concertación con más de 50.000 ciudadanos que presentaron sus ideas y propuestas.
Lo que celebramos son dos cosas: que por fin se haga la intervención y que las prioridades del Distrito se hayan puesto en el lugar correcto. La Alcaldía ya tiene $2,1 billones aprobados para el proyecto, además de contar con predios dispuestos desde la administración pasada. Esta semana también se dio a conocer un acuerdo con la Agencia Francesa de Desarrollo (AFD), que se comprometió a desarrollar los estudios para el proyecto de renovación en la carrera séptima, así como los cables aéreos de Ciudad Bolívar y Usaquén.
El reto ahora es cumplir la palabra. Bogotá ha pasado a ser conocida como la ciudad de los renders: proyectos necesarios que no se ejecutan por estancamiento político. Según López, para 2022 comenzaría la obra y se estaría entregando en 2024. Causará traumatismos, sí. Envía el mensaje de que los carros particulares no pueden ser el principal medio de movilidad aun cuando no haya evolucionado suficientemente el servicio de transporte público, también. Pero las ciudades sostenibles requieren esos cambios de paradigma para cumplir con las promesas ambientales. Necesitamos ciudades donde usar el transporte público, la bicicleta y salir a caminar sea lo normal y lo que reciba los mayores incentivos. Esperamos que, esta vez, sí avancemos en esa dirección.
¿Está en desacuerdo con este editorial? Envíe su antieditorial de 500 palabras a elespectadoropinion@gmail.com.
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Lo más interesante del Corredor Verde por la carrera séptima, propuesto por la Alcaldía de Bogotá, es que consolida un cambio estructural en la manera en que pensamos las ciudades: el carro, después de décadas de dominación, les cede su puesto al transporte público, a la bicicleta y a los peatones. Más allá de las disputas políticas entre la alcaldesa Claudia López, el concejal Carlos Fernando Galán y los exalcaldes Gustavo Petro y Enrique Peñalosa, lo importante es que se trata de una apuesta ambiciosa que, de materializarse, le va a cambiar el rostro a una vía esencial para la capital del país. Además, dará ejemplo de cómo los espacios urbanos en Colombia sí pueden transformarse y modernizarse, con la emergencia climática en la mira, para responder con rapidez a los retos que tenemos.
Hay una disputa política que es válida. La pregunta es si la alcaldesa López, en campaña, prometió algo distinto a lo que terminó proponiendo. En efecto, hay varios testimonios de la hoy mandataria asegurando que no haría Transmilenio por la séptima. Aunque el Distrito ha hecho volteretas retóricas para argumentar que los buses electrotécnicos propuestos no son equiparables a los transmilenios, la diferencia práctica es nula. Sí, se trata de un proyecto mucho más elaborado que el presentado por la alcaldía Peñalosa y también con más ambición en sus apuestas ambientales, lo que no es poco. Pero es justo el reclamo porque se busque, a punta de palabras, negar que se le abrirá camino a un sistema similar a Transmilenio en la séptima.
Dicho eso, no deja de parecernos un gran avance que, por fin, la ciudad vaya a tener respuestas. Esta es la séptima propuesta de intervención a la carrera séptima y, con la emergencia climática ya causando estragos, era hora de que se priorizaran las soluciones verdes. La alcaldesa ha prometido 50 % de espacio para peatones, 29 % para el transporte público, 15 % para carros particulares y el 6 % para bicicletas. Además, que un 87 % de los viajes serán cero emisiones gracias a los buses eléctricos. Esto, como resultado de una concertación con más de 50.000 ciudadanos que presentaron sus ideas y propuestas.
Lo que celebramos son dos cosas: que por fin se haga la intervención y que las prioridades del Distrito se hayan puesto en el lugar correcto. La Alcaldía ya tiene $2,1 billones aprobados para el proyecto, además de contar con predios dispuestos desde la administración pasada. Esta semana también se dio a conocer un acuerdo con la Agencia Francesa de Desarrollo (AFD), que se comprometió a desarrollar los estudios para el proyecto de renovación en la carrera séptima, así como los cables aéreos de Ciudad Bolívar y Usaquén.
El reto ahora es cumplir la palabra. Bogotá ha pasado a ser conocida como la ciudad de los renders: proyectos necesarios que no se ejecutan por estancamiento político. Según López, para 2022 comenzaría la obra y se estaría entregando en 2024. Causará traumatismos, sí. Envía el mensaje de que los carros particulares no pueden ser el principal medio de movilidad aun cuando no haya evolucionado suficientemente el servicio de transporte público, también. Pero las ciudades sostenibles requieren esos cambios de paradigma para cumplir con las promesas ambientales. Necesitamos ciudades donde usar el transporte público, la bicicleta y salir a caminar sea lo normal y lo que reciba los mayores incentivos. Esperamos que, esta vez, sí avancemos en esa dirección.
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