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                                                                                                                                ¿Para qué un periódico liberal en estos tiempos?

                                                                                                                                Ante la avalancha de agendas morales y políticas fundamentadas en la exclusión, nos sabemos obligados a seguir ejerciendo la resistencia de siempre, abiertos al diálogo y a buscar puntos de encuentro, pero apostándole a la fuerza de nuestros principios.

                                                                                                                                El Espectador

                                                                                                                                El liberalismo no puede abandonar ni silenciar a las minorías para conseguir triunfos o alianzas electorales. Cuando la propuesta de la contraparte es “tolerar” la diversidad, pero, por ejemplo, aceptar que hay “una forma de familia ideal”, no podemos ser cómplices de los prejuicios que esconde esa posición.
                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Esto, argumentan, aísla innecesariamente al proyecto liberal y sabotea sus aspiraciones electorales. En una columna de The New York Times, Mark Lilla dice que la política de la identidad ha dejado al liberalismo joven con “poco para decir sobre las preguntas trascendentes que existen sobre las clases sociales, la guerra, la economía y el bien común”, y sugiere que sería mejor adoptar una propuesta enfocada a la unión del país sin reparar en las diferencias de sus ciudadanos. Cuando haya reclamos relacionados, por ejemplo, con la sexualidad y la religión, Lilla propone que el liberalismo “trabaje silenciosamente, sensiblemente y con un sentido de escala”. Y luego se burla del debate que la población trans viene adelantando en busca de baños más incluyentes.

                                                                                                                                Read more!

                                                                                                                                El problema de Lilla y de tantos otros, colombianos incluidos, es que han aceptado la idea de que las reivindicaciones sociales se han convertido en un capricho. Tal vez por culpa del vertiginoso progreso que los reclamos de las minorías y de las mujeres han tenido en el último medio siglo, es fácil comprar el discurso de que las luchas actuales son innecesarias o, peor, que buscan aplastar, por ejemplo, los derechos religiosos. ¿Cuántas veces no escuchamos, en los debates sobre el matrimonio y la adopción igualitaria, que para qué la población LGBT quiere esos derechos? Insinuando que deberían estar contentos con lo que ya han conseguido. Y ni hablar de quienes proponen que el feminismo ya perdió su razón de ser. ¡Por favor!

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                El liberalismo no puede abandonar ni silenciar a las minorías para conseguir triunfos o alianzas electorales. Cuando la propuesta de la contraparte es “tolerar” la diversidad, pero, por ejemplo, aceptar que hay “una forma de familia ideal”, no podemos ser cómplices de los prejuicios que esconde esa posición. Ante la avalancha de agendas morales y políticas fundamentadas en la exclusión, nos sabemos obligados a seguir ejerciendo la resistencia de siempre, abiertos al diálogo y a buscar puntos de encuentro, pero apostándole a la fuerza de nuestros principios.

                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                ¿Está en desacuerdo con este editorial? Envíe su antieditorial de 500 palabras a yosoyespectador@gmail.com

                                                                                                                                El liberalismo no puede abandonar ni silenciar a las minorías para conseguir triunfos o alianzas electorales. Cuando la propuesta de la contraparte es “tolerar” la diversidad, pero, por ejemplo, aceptar que hay “una forma de familia ideal”, no podemos ser cómplices de los prejuicios que esconde esa posición.
                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Esto, argumentan, aísla innecesariamente al proyecto liberal y sabotea sus aspiraciones electorales. En una columna de The New York Times, Mark Lilla dice que la política de la identidad ha dejado al liberalismo joven con “poco para decir sobre las preguntas trascendentes que existen sobre las clases sociales, la guerra, la economía y el bien común”, y sugiere que sería mejor adoptar una propuesta enfocada a la unión del país sin reparar en las diferencias de sus ciudadanos. Cuando haya reclamos relacionados, por ejemplo, con la sexualidad y la religión, Lilla propone que el liberalismo “trabaje silenciosamente, sensiblemente y con un sentido de escala”. Y luego se burla del debate que la población trans viene adelantando en busca de baños más incluyentes.

                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                El liberalismo no puede abandonar ni silenciar a las minorías para conseguir triunfos o alianzas electorales. Cuando la propuesta de la contraparte es “tolerar” la diversidad, pero, por ejemplo, aceptar que hay “una forma de familia ideal”, no podemos ser cómplices de los prejuicios que esconde esa posición. Ante la avalancha de agendas morales y políticas fundamentadas en la exclusión, nos sabemos obligados a seguir ejerciendo la resistencia de siempre, abiertos al diálogo y a buscar puntos de encuentro, pero apostándole a la fuerza de nuestros principios.

                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                ¿Está en desacuerdo con este editorial? Envíe su antieditorial de 500 palabras a yosoyespectador@gmail.com

                                                                                                                                Por El Espectador

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