Existe una creciente preocupación de la comunidad internacional ante las medidas desesperadas tomadas y anunciadas por Vladimir Putin, luego de la ilegal anexión de cuatro provincias: Jersón, Zaporiyia, Lugansk y Donetsk, conquistadas tras la guerra de agresión contra Ucrania. Mediante supuestos referendos, rechazados en todo el mundo, anunció una leva de 300.000 personas para incorporarlas de inmediato al ejército, causando la huida de miles de jóvenes hacia países vecinos. Por último, volvió a blandir la amenaza nuclear mientras las tropas ucranianas avanzan y recuperan territorios perdidos.
Putin, metido en su propio laberinto bélico, no encuentra una salida digna mientras crece el descontento dentro de Rusia y se continúan presentando protestas internas contra una sangrienta guerra sin sentido. En el Consejo de Seguridad de la ONU se intentó una vez más sancionar a Rusia, pero su propio voto en contra evitó la acción propuesta. El dictador ruso continúa dando palos de ciego y ha envuelto de nuevo a Europa en particular y al mundo en general con el velo de la amenaza del uso de armas atómicas en Ucrania. Uno de sus anuncios más preocupantes, que tiene a los países occidentales y a la OTAN en alerta, fue recordar que los Estados Unidos crearon el precedente del uso de armamento nuclear durante la guerra. El secretario general de la alianza atlántica, Jens Stoltenberg, dijo con razón que esta es “la escalada más seria desde que empezó el conflicto”.
Lo cierto es que, en su megalomanía, las cosas le siguen saliendo a Putin exactamente al revés. Una guerra destinada a durar unos pocos días, con una victoria apabullante del poderío militar ruso y la posterior anexión de Ucrania, ha terminado en un sangriento fiasco. Sus excusas, entre ellas la de evitar que su vecino y otros países de la región se sumaran a la OTAN, han llevado a que todos ellos obraran exactamente en dicho sentido para buscar el apoyo de la alianza atlántica hacia futuro. El discurso nacionalista interno con el cual buscó solidificar el apoyo de los rusos se ha venido debilitando, en especial con medidas como la del reclutamiento masivo de jóvenes en provincias alejadas de la capital, para que las imágenes de las bolsas negras con cadáveres de soldados o los heridos y mutilados no tengan el indeseable impacto negativo nacional.
Por último, lo impensable. La valentía con la cual el presidente Volodímir Zelenski y el pueblo ucraniano han enfrentado la situación desde el 24 de febrero ha permitido que, gracias al apoyo decidido de Occidente, la contraofensiva de las tropas de Ucrania reconquiste cada vez más terreno. El sábado anterior, soldados ucranianos retomaron Liman, que Putin considera parte de los territorios anexados. La posibilidad de que el ejército ruso logre ganar la guerra es ínfima y, por el contrario, todo apunta a que Zelenski puede ser el vencedor. De allí que la amenaza del uso de armas atómicas limitadas, para intimidar a su vecino y a los países occidentales, sea una vez más la estrategia preferida del gobernante ruso, amén de un discurso en contra de Occidente que todavía parece cautivar a algunos incautos que ven a Putin como el redentor de la antigua Unión Soviética destinado a frenar a Estados Unidos.
El viernes anterior, en su discurso para justificar la anexión ilegal de las cuatro provincias, el ocupante del Kremlin advirtió que cualquier ataque contra el territorio ruso, comenzando por las nuevas provincias incorporadas a la fuerza, será considerado como una agresión contra toda Rusia. Al día siguiente se dio la reconquista de Liman. El reciente saboteo del gasoducto ruso en el mar Báltico, aparentemente ordenado por Moscú; el incontenible avance de las tropas ucranianas y el desespero de Putin, que se siente cada vez más acorralado, tomando cuestionables medidas, pueden llevar esta absurda guerra a una peor sin salida que la vivida hasta ahora.
¿Está en desacuerdo con este editorial? Envíe su antieditorial de 500 palabras a elespectadoropinion@gmail.com.
Nota del director. Necesitamos de lectores como usted para seguir haciendo un periodismo independiente y de calidad. Considere adquirir una suscripción digital y apostémosle al poder de la palabra.
Existe una creciente preocupación de la comunidad internacional ante las medidas desesperadas tomadas y anunciadas por Vladimir Putin, luego de la ilegal anexión de cuatro provincias: Jersón, Zaporiyia, Lugansk y Donetsk, conquistadas tras la guerra de agresión contra Ucrania. Mediante supuestos referendos, rechazados en todo el mundo, anunció una leva de 300.000 personas para incorporarlas de inmediato al ejército, causando la huida de miles de jóvenes hacia países vecinos. Por último, volvió a blandir la amenaza nuclear mientras las tropas ucranianas avanzan y recuperan territorios perdidos.
Putin, metido en su propio laberinto bélico, no encuentra una salida digna mientras crece el descontento dentro de Rusia y se continúan presentando protestas internas contra una sangrienta guerra sin sentido. En el Consejo de Seguridad de la ONU se intentó una vez más sancionar a Rusia, pero su propio voto en contra evitó la acción propuesta. El dictador ruso continúa dando palos de ciego y ha envuelto de nuevo a Europa en particular y al mundo en general con el velo de la amenaza del uso de armas atómicas en Ucrania. Uno de sus anuncios más preocupantes, que tiene a los países occidentales y a la OTAN en alerta, fue recordar que los Estados Unidos crearon el precedente del uso de armamento nuclear durante la guerra. El secretario general de la alianza atlántica, Jens Stoltenberg, dijo con razón que esta es “la escalada más seria desde que empezó el conflicto”.
Lo cierto es que, en su megalomanía, las cosas le siguen saliendo a Putin exactamente al revés. Una guerra destinada a durar unos pocos días, con una victoria apabullante del poderío militar ruso y la posterior anexión de Ucrania, ha terminado en un sangriento fiasco. Sus excusas, entre ellas la de evitar que su vecino y otros países de la región se sumaran a la OTAN, han llevado a que todos ellos obraran exactamente en dicho sentido para buscar el apoyo de la alianza atlántica hacia futuro. El discurso nacionalista interno con el cual buscó solidificar el apoyo de los rusos se ha venido debilitando, en especial con medidas como la del reclutamiento masivo de jóvenes en provincias alejadas de la capital, para que las imágenes de las bolsas negras con cadáveres de soldados o los heridos y mutilados no tengan el indeseable impacto negativo nacional.
Por último, lo impensable. La valentía con la cual el presidente Volodímir Zelenski y el pueblo ucraniano han enfrentado la situación desde el 24 de febrero ha permitido que, gracias al apoyo decidido de Occidente, la contraofensiva de las tropas de Ucrania reconquiste cada vez más terreno. El sábado anterior, soldados ucranianos retomaron Liman, que Putin considera parte de los territorios anexados. La posibilidad de que el ejército ruso logre ganar la guerra es ínfima y, por el contrario, todo apunta a que Zelenski puede ser el vencedor. De allí que la amenaza del uso de armas atómicas limitadas, para intimidar a su vecino y a los países occidentales, sea una vez más la estrategia preferida del gobernante ruso, amén de un discurso en contra de Occidente que todavía parece cautivar a algunos incautos que ven a Putin como el redentor de la antigua Unión Soviética destinado a frenar a Estados Unidos.
El viernes anterior, en su discurso para justificar la anexión ilegal de las cuatro provincias, el ocupante del Kremlin advirtió que cualquier ataque contra el territorio ruso, comenzando por las nuevas provincias incorporadas a la fuerza, será considerado como una agresión contra toda Rusia. Al día siguiente se dio la reconquista de Liman. El reciente saboteo del gasoducto ruso en el mar Báltico, aparentemente ordenado por Moscú; el incontenible avance de las tropas ucranianas y el desespero de Putin, que se siente cada vez más acorralado, tomando cuestionables medidas, pueden llevar esta absurda guerra a una peor sin salida que la vivida hasta ahora.
¿Está en desacuerdo con este editorial? Envíe su antieditorial de 500 palabras a elespectadoropinion@gmail.com.
Nota del director. Necesitamos de lectores como usted para seguir haciendo un periodismo independiente y de calidad. Considere adquirir una suscripción digital y apostémosle al poder de la palabra.