Una mancha indeleble sobre una elección histórica
El Espectador
Dentro de las responsabilidades básicas y esenciales de la Registraduría está, en días electorales, encargarse de que los colombianos tengan las herramientas necesarias para ejercer su derecho al voto. Hoy, ciudadanos en varias partes del país se encontraron con que no había suficientes tarjetones para participar en las consultas a la Presidencia. No hay otra manera de decirlo: ese tipo de incompetencia es un fracaso impresentable e imperdonable.
Los problemas comenzaron con la consulta de la derecha, donde los colombianos podían elegir entre Martha Lucía Ramírez, Iván Duque y Alejandro Ordóñez. En varios puntos de votación se agotaron los tarjetones disponibles para participar y los ciudadanos hicieron protestas justificadas. Después, Gustavo Petro escribió en su cuenta de Twitter que “la falta de tarjetones naranja es masiva”, refiriéndose a la consulta entre él y Carlos Caicedo.
Al cierre de esta edición también había un reporte, por parte de Clara López (candidata vicepresidencial del Partido Liberal), de tarjetones agotados para Senado y Cámara en varios puestos de votación.
Juan Carlos Galindo, registrador general de la Nación, dijo que “a pesar de que imprimimos 30 millones de tarjetas (para las consultas), 15 para una y 15 para otra, ha habido dificultades. El acuerdo que tuvimos, y dada la restricción del presupuesto, es proceder con fotocopias”. Entonces se vio a los jurados sacar fotocopias y firmarlas para permitir que los colombianos pudieran ejercer su derecho al voto.
El argumento presupuestal denota una falla en la planeación no sólo de la Registraduría, sino del Gobierno a través del Ministerio de Hacienda. Galindo explicó que había solicitado $33.000 millones, pero que sólo se habían girado $26.450 millones. Si el interés del Gobierno era ahorrar, cortó justo en un rubro que le saldrá muy costoso.
El fracaso no es menor. En medio de la polarización, de una campaña tensionante, la primera elección en la historia que se iba a celebrar con las Farc desarmadas y como actor político, con el Eln en tregua y sentados sobre un proceso de paz cuya implementación sigue tambaleando, esta elección tenía que ser un ejemplo para Colombia y el mundo; una evidencia contundente de la solidez de nuestra democracia. En cambio, nos tocó salir corriendo a sacar fotocopias.
Con todo lo inconvenientes y peligrosos que resultan, son explicables los discursos extremistas de los afectados: son culpa del Gobierno. Aunque hacemos un llamado a la prudencia, a entender que Colombia siempre está buscando una razón para encender las mechas de su violencia, entendemos a los líderes políticos que denuncian con vehemencia lo ocurrido e incluso sugieren lo peor. Si esto hubiera ocurrido en otro país, no hablaríamos de un desliz, sino de una falla inexplicable en la democracia.
Es una lástima que varios motivos de esperanza que dejó la jornada se hayan borrado con esta improvisación inexcusable. Las fotografías de los líderes de la FARC votando y no planeando la destrucción de la democracia colombiana, son un hito histórico. Lástima que las instituciones no hayan estado a la altura.
¿Está en desacuerdo con este editorial? Envíe su antieditorial de 500 palabras a yosoyespectador@gmail.com.
Dentro de las responsabilidades básicas y esenciales de la Registraduría está, en días electorales, encargarse de que los colombianos tengan las herramientas necesarias para ejercer su derecho al voto. Hoy, ciudadanos en varias partes del país se encontraron con que no había suficientes tarjetones para participar en las consultas a la Presidencia. No hay otra manera de decirlo: ese tipo de incompetencia es un fracaso impresentable e imperdonable.
Los problemas comenzaron con la consulta de la derecha, donde los colombianos podían elegir entre Martha Lucía Ramírez, Iván Duque y Alejandro Ordóñez. En varios puntos de votación se agotaron los tarjetones disponibles para participar y los ciudadanos hicieron protestas justificadas. Después, Gustavo Petro escribió en su cuenta de Twitter que “la falta de tarjetones naranja es masiva”, refiriéndose a la consulta entre él y Carlos Caicedo.
Al cierre de esta edición también había un reporte, por parte de Clara López (candidata vicepresidencial del Partido Liberal), de tarjetones agotados para Senado y Cámara en varios puestos de votación.
Juan Carlos Galindo, registrador general de la Nación, dijo que “a pesar de que imprimimos 30 millones de tarjetas (para las consultas), 15 para una y 15 para otra, ha habido dificultades. El acuerdo que tuvimos, y dada la restricción del presupuesto, es proceder con fotocopias”. Entonces se vio a los jurados sacar fotocopias y firmarlas para permitir que los colombianos pudieran ejercer su derecho al voto.
El argumento presupuestal denota una falla en la planeación no sólo de la Registraduría, sino del Gobierno a través del Ministerio de Hacienda. Galindo explicó que había solicitado $33.000 millones, pero que sólo se habían girado $26.450 millones. Si el interés del Gobierno era ahorrar, cortó justo en un rubro que le saldrá muy costoso.
El fracaso no es menor. En medio de la polarización, de una campaña tensionante, la primera elección en la historia que se iba a celebrar con las Farc desarmadas y como actor político, con el Eln en tregua y sentados sobre un proceso de paz cuya implementación sigue tambaleando, esta elección tenía que ser un ejemplo para Colombia y el mundo; una evidencia contundente de la solidez de nuestra democracia. En cambio, nos tocó salir corriendo a sacar fotocopias.
Con todo lo inconvenientes y peligrosos que resultan, son explicables los discursos extremistas de los afectados: son culpa del Gobierno. Aunque hacemos un llamado a la prudencia, a entender que Colombia siempre está buscando una razón para encender las mechas de su violencia, entendemos a los líderes políticos que denuncian con vehemencia lo ocurrido e incluso sugieren lo peor. Si esto hubiera ocurrido en otro país, no hablaríamos de un desliz, sino de una falla inexplicable en la democracia.
Es una lástima que varios motivos de esperanza que dejó la jornada se hayan borrado con esta improvisación inexcusable. Las fotografías de los líderes de la FARC votando y no planeando la destrucción de la democracia colombiana, son un hito histórico. Lástima que las instituciones no hayan estado a la altura.
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