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La visita del presidente Gustavo Petro a la Casa Blanca fue un éxito de la diplomacia colombiana, liderada por la consistente labor del embajador en Washington, Luis Gilberto Murillo, así como un incentivo para que el Gobierno Nacional abandone su ambivalencia con la administración de Joe Biden y entienda que acercarse a nuestro aliado principal puede traer réditos a las ambiciones de ambos países. Incluso el canciller Álvaro Leyva, que había desentonado con declaraciones hostiles y desafortunadas en días previos a la reunión de los presidentes, parece haber comprendido que la cercanía entre ambos Estados es provechosa, más allá de ideologías.
La Casa de Nariño debe sentirse apreciada. En vísperas de anunciar su camino a la reelección, que está lejos de ser asegurada, y con un Partido Demócrata que ha sido constantemente magullado en las urnas y en los enclaves latinos, como en Florida, donde el discurso “castrochavista” cala hondo en la segunda y tercera generación de migrantes, el presidente Gustavo Petro fue recibido con aprecio genuino y respeto, salvo por algunos desentonados comentarios desde el ala más extrema de la derecha republicana en campaña. El propio presidente estadounidense, Joe Biden, mostró un interés genuino por acercar a los países, con respaldos claros a varias políticas de Gustavo Petro.
Ese resultado no estaba garantizado. Desde que llegó a la Presidencia, Gustavo Petro y el canciller Leyva se han mostrado mucho más cómodos acercándose a dictaduras como la cubana, la venezolana o la china, que con la alianza histórica con Estados Unidos. Días antes del encuentro bilateral el canciller Leyva dijo que “claro que hay que invertir, pero para generar capacidad de crecimiento. Porque si no eso se torna en limosna”, refiriéndose a los US$13.000 millones que ha aportado el gobierno estadounidense a nuestro país. Luego, frente a la OEA, el presidente Petro siguió su equivocada defensa del intento dictatorial de Pedro Castillo en Perú y pidió modificar la Carta Democrática. Sin embargo, gracias sin duda al trabajo juicioso que han hecho todos estos meses el embajador Murillo y su equipo, el gobierno Biden reconoce en la administración Petro la posibilidad de tener un aliado sensato y fuerte defensor de la democracia.
“Quiero agradecerle el compromiso y su franca y fuerte defensa de la paz y los derechos humanos en el continente”, le dijo el presidente Biden al mandatario colombiano. “Hablamos de la crisis climática y la economía verde para todas las Américas. EE. UU. se comprometió con US$ 500 millones para la selva amazónica”, agregó el presidente Petro, quien también informó que su propuesta de cambiar deuda externa por acción climática fue escuchada.
Lo dijimos en su momento: las principales ambiciones del gobierno Petro pasan por Washington. Desde el deseo de mediar para una transición en Venezuela hasta convertir a Colombia en un líder global en la transición energética y la lucha contra la emergencia climática, pasando por el cambio de paradigma en la lucha contra las drogas, es mucho lo que el presidente Petro puede lograr con el respaldo de la administración Biden. Si este encuentro sirvió para descongelar posiciones anacrónicas y recordar la importancia y posibilidad de una relación fluida, es una buena noticia para el país.
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