La aspiración del ministro de Hacienda, Alberto Carrasquilla, a la gerencia del Banco de la República es una idea preocupante y que promete seguir vulnerando la autonomía del Emisor. Más allá de las discusiones sobre la idoneidad técnica del ministro y su dogmatismo económico, que les corresponden a los expertos, lo importante aquí es que se abriría una puerta giratoria entre el Gobierno Nacional y el Banco de la República, vulnerando así la necesaria independencia del Banco. La administración de Iván Duque ya ha puesto a varios miembros de la junta directiva y ahora busca que el ministro salte de un barco a otro. ¿De verdad no hay más personas idóneas, sin tanta cercanía al Gobierno, para llenar un cargo tan importante para la estabilidad nacional? ¿Cuál es la necesidad del acaparamiento de todos los entes independientes por parte de la administración Duque?
Ya conocemos esta historia. A la fecha, el presidente Duque logró ubicar en la Fiscalía a un aliado cercano suyo. Lo mismo ocurrió en la Defensoría del Pueblo y ocurrirá a partir del año entrante en la Procuraduría General de la Nación. La Contraloría también ha mostrado su cercanía con la administración Duque. El resultado es que entidades independientes, que deben servir como contrapesos y dar confianza a los colombianos, son vistas con sospechas por su conexión al Gobierno Nacional. No se trata, de nuevo, de un juicio de valor sobre las calificaciones de quienes ocupan esos cargos, sino de cómo se pierde la legitimidad que otorgan las actuaciones autónomas.
Nuevamente nos vemos obligados a discutir sobre teoría del Estado. Pero así están las cosas en Colombia. El Banco de la República se pensó como una entidad independiente desde la Constitución para dar garantías a los colombianos y a los inversionistas extranjeros de que sus políticas económicas no van a responder al vaivén de los caprichos políticos de turno. Los gobiernos siempre han hecho presencia con la participación en la junta de los ministros de Hacienda y de varios de sus delegados. Esta no es la primera vez, además, que desde Presidencia desean influir con más contundencia en las decisiones del Emisor. Sin embargo, hasta ahora el Banco de la República ha podido demostrar que sus decisiones técnicas se han tomado con sana autonomía.
Nombrar a Carrasquilla como gerente del Banco es, en la práctica, decir que el Emisor está completamente alineado con el Gobierno. No importa que el ministro cuente con todas las credenciales técnicas (que las posee), la trayectoria profesional y la experiencia para ocupar el cargo. Su gerencia estará marcada por el hecho de que saltó desde el Ministerio de Hacienda del actual Gobierno. ¿Cómo puede hablarse de autonomía cuando hay una relación clara? ¿Con qué seriedad se dice que el Banco de la República es independiente cuando lo dirigirá un ministro del actual presidente?
Colombia está llena de economistas con suficientes estudios y experiencia para ocupar el cargo sin vulnerar su autonomía. Por ejemplo, ¿no va siendo hora de que una mujer ocupe, por fin, la gerencia? Con tantas posibilidades, la candidatura de Carrasquilla es inoportuna.
¿Está en desacuerdo con este editorial? Envíe su antieditorial de 500 palabras a elespectadoropinion@gmail.com.
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La aspiración del ministro de Hacienda, Alberto Carrasquilla, a la gerencia del Banco de la República es una idea preocupante y que promete seguir vulnerando la autonomía del Emisor. Más allá de las discusiones sobre la idoneidad técnica del ministro y su dogmatismo económico, que les corresponden a los expertos, lo importante aquí es que se abriría una puerta giratoria entre el Gobierno Nacional y el Banco de la República, vulnerando así la necesaria independencia del Banco. La administración de Iván Duque ya ha puesto a varios miembros de la junta directiva y ahora busca que el ministro salte de un barco a otro. ¿De verdad no hay más personas idóneas, sin tanta cercanía al Gobierno, para llenar un cargo tan importante para la estabilidad nacional? ¿Cuál es la necesidad del acaparamiento de todos los entes independientes por parte de la administración Duque?
Ya conocemos esta historia. A la fecha, el presidente Duque logró ubicar en la Fiscalía a un aliado cercano suyo. Lo mismo ocurrió en la Defensoría del Pueblo y ocurrirá a partir del año entrante en la Procuraduría General de la Nación. La Contraloría también ha mostrado su cercanía con la administración Duque. El resultado es que entidades independientes, que deben servir como contrapesos y dar confianza a los colombianos, son vistas con sospechas por su conexión al Gobierno Nacional. No se trata, de nuevo, de un juicio de valor sobre las calificaciones de quienes ocupan esos cargos, sino de cómo se pierde la legitimidad que otorgan las actuaciones autónomas.
Nuevamente nos vemos obligados a discutir sobre teoría del Estado. Pero así están las cosas en Colombia. El Banco de la República se pensó como una entidad independiente desde la Constitución para dar garantías a los colombianos y a los inversionistas extranjeros de que sus políticas económicas no van a responder al vaivén de los caprichos políticos de turno. Los gobiernos siempre han hecho presencia con la participación en la junta de los ministros de Hacienda y de varios de sus delegados. Esta no es la primera vez, además, que desde Presidencia desean influir con más contundencia en las decisiones del Emisor. Sin embargo, hasta ahora el Banco de la República ha podido demostrar que sus decisiones técnicas se han tomado con sana autonomía.
Nombrar a Carrasquilla como gerente del Banco es, en la práctica, decir que el Emisor está completamente alineado con el Gobierno. No importa que el ministro cuente con todas las credenciales técnicas (que las posee), la trayectoria profesional y la experiencia para ocupar el cargo. Su gerencia estará marcada por el hecho de que saltó desde el Ministerio de Hacienda del actual Gobierno. ¿Cómo puede hablarse de autonomía cuando hay una relación clara? ¿Con qué seriedad se dice que el Banco de la República es independiente cuando lo dirigirá un ministro del actual presidente?
Colombia está llena de economistas con suficientes estudios y experiencia para ocupar el cargo sin vulnerar su autonomía. Por ejemplo, ¿no va siendo hora de que una mujer ocupe, por fin, la gerencia? Con tantas posibilidades, la candidatura de Carrasquilla es inoportuna.
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