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A Néstor Humberto Martínez (NHM) y sus cercanos les va quedar muy difícil destruir la imagen de que es un fiscal que suscita miedo y desconfianza. No lo digo solamente por su tirria contra el proceso de paz y la JEP. Detrás de cada declaración suya o decisión importante de algunos de sus fiscales se percibe una agenda política, que a veces coincide con que se paralice o acelere el trámite de un asunto en el que tenga interés quien critica o aplauda al fiscal.
A pesar de ese lunar, NHM se sentía victorioso porque es consentido de los medios. Cuando lo fueron a nombrar fiscal y muchos advirtieron sus conflictos de interés derivados de sus asesorías, sus protectores alegaron que eso era una virtud y no un defecto. Y de ese beneplácito mediático ha seguido gozando NHM, pues no le ha faltado quien lo entreviste y le pregunte lo que a él le gusta; a ello se suman columnas de opinión muy leídas, en las que se rasgan las vestiduras intentando demostrar que, además de valiente, es un santo laico. Pero bastó la declaración póstuma de Jorge Enrique Pizano (JEP), divulgada por Noticias Uno, que evidenció que desde 2015 NHM sabía de pagos indebidos y sin soportes que estaba haciendo Odebrecht, socio del Grupo Aval, para que su elocuencia quedara reducida a escombros.
Sostiene NHM que la conversación del 19 de agosto de 2015 con JEP muestra la confianza que le tenía, pues lo contactó para que le entregara a su cliente estrella, Luis Carlos Sarmiento, la sensible información que le reveló. NHM no podrá explicar jamás por qué su “amigo” sintió la necesidad de grabarlo secretamente. Las reglas de la experiencia permiten inferir que si JEP grabó fue porque desconfiaba del abogado de Sarmiento y de su amistad.
Allí no paran las desgracias del otrora exitoso fiscal, pues pretendiendo demostrar que no sabía nada de los pagos indebidos de Odebrecht, las fechas lo desmienten. En efecto, sostiene que, cuando en agosto de 2015 JEP lo visitó y grabó en su despacho de abogado, no existía el escándalo de Odebrecht y que, por tanto, no había motivo para pensar que lo que le estaba informando su “amigo” eran pagos de coimas a funcionarios sino a paramilitares. No es cierto. Desde mayo de 2015 ya se sabía que Marcelo Odebrecht, la cabeza de esa multinacional del soborno, había sido condenado. Ese dato era suficiente para concluir que si Odebrecht estaba haciendo en Colombia pagos sin soportes no era propiamente para una fiesta de Halloween, sino por algo más, y ello debió denunciarse inmediatamente. NHM alega que no estaba obligado a denunciar porque era un particular. Tampoco es cierto. Otra cosa reza el artículo 441 del Código Penal, el cual impone a los particulares la obligación de denunciar hechos que puedan tipificar lavado de activos, como resultaba imposible que no lo sospechara un hombre avezado en los negocios frente a la prueba de pagos cuantiosos sin respaldos, aun si los beneficiarios fuesen paramilitares.
Como su defensa solo la acogieron sus correligionarios políticos, ahora NHM invoca ser víctima de una conspiración orquestada por exclientes, examigos, abogados y fiscales extranjeros, a quienes no ha denunciado, como es su deber. Rara hipótesis, que no despejaría la inquietud de si el fiscal debe o no renunciar. En las actuales circunstancias políticas, NHM no resuelve nada renunciando y en cambio sí podría desatar una hecatombe. En efecto, hoy solamente al uribismo le convendría la renuncia de NHM, porque dejaría libre el camino para exigirle al “subpresidente” Duque integrar una terna de aspirantes a sucederlo con sus más intolerantes áulicos, como Rafael Nieto, Rafael Guarín y Alejandro Ordóñez, para que uno de ellos ungido como fiscal haga y deshaga para favorecerlos, y torne más temible esa Fiscalía. Si con apenas un 27,2 % de favorabilidad eso hoy le queda difícil, en año y medio el creciente deterioro de la imagen de Duque no le permitirá convocar las payasadas de sus consejos comunales ni desafiar al país con un fiscal del bolsillo uribista.
Pobre Néstor Humberto. Se quedó sin aire como fiscal, pero lo peor es que no puede renunciar, ni conviene que lo tumben.
Adenda. Tiernísima la referencia a los siete enanitos, pero francamente, doctor Duque, aterrice.
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