El hospital de Mar-a-Lago

Álvaro Restrepo
04 de mayo de 2020 - 05:00 a. m.
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Ayer en la mañana recibí un extraño mensaje, de un número desconocido, con una noticia surreal que afirmaba que el presidente de los Estados Unidos, en un inesperado gesto sin precedentes, había decidido donar su club privado de la Florida, Mar-a-Lago, para ser convertido en un hospital de guerra y atender allí a víctimas de la pandemia. En un acto impulsivo e irreflexivo —lo reconozco— procedí de inmediato a reenviarlo a mis contactos de Whatsapp, sin verificar la autenticidad de algo tan improbable. De inmediato me empezaron a llegar mensajes de amigos preguntándome de dónde había sacado noticia tan disparatada. “¿Consultaste factcheck?... No aparece en ninguna parte... ¿No será fake news?” Algunos, cándidos como yo, me escribieron indignados diciendo que este era un acto demagógico y electorero del candidato presidente. Cuando pude comprobar que, en efecto, era una noticia sin pies ni cabeza, envié un mensaje disculpándome por haber caído en la trampa. Mi amiga Fanny Umaña me escribió: “Lo que me da risa es que lo hayas creído...¡eso muestra la generosidad de tu espíritu!”. Más que generosidad, mi querida Fanny, la ingenuidad de mi espíritu: pensar que un ser tan abyecto e insensible como Trump sea capaz de un gesto así, realmente raya con la tontería... y la desesperación.

Una vez superada la primiparada y habiendo recibido muchos mensajes de regaño y de consuelo de amigos y conocidos, (“...tranquilo...nos ha pasado a todos...nos hemos convertido en replicadores de infamias e idioteces...no te preocupes, con tanta desinformación es difícil no caer en el enredo...qué falta de oficio de la gente inventando pendejadas...conociéndote me pareció extraño el post...demasiado bueno para ser cierto...etc...etc.”), me quedé pensando en la mente de quien había inventado tan extraña noticia y empezó a parecerme no tan descabellada: Jeff Bezos, el hombre más rico del mundo, anunció que “Amazon no tendrá ganancias netas entre abril y junio, ya que prevé invertir unos 4.000 millones de dólares de ganancias esperadas en la protección de su personal y testeos de coronavirus a gran escala”. Bruce Mac Master, presidente de la ANDI, escribió hace casi ya un mes cuando apenas arrancaba esto: “Hay que volcar el presupuesto a las transferencias monetarias, al menos durante la crisis. ¿Cómo? Sin agüero, como decimos en el Caribe, incluso generando nuevo déficit. La gente debe ser la prioridad. Ya cuadraremos las cuentas”.

La gravedad del momento actual nos debe llevar a todos “a pensar lo impensable”, como tituló Bruce su artículo: en Francia hay quienes incluso están hablando de utopías poéticas como la de reconvertir la industria aeronáutica, una de las más afectadas por la crisis, en construcción de grandes naves de vela no contaminantes.

Que el presidente de la nación más golpeada por la pandemia ofrezca convertir en hospital su lobo-resort de la Florida (los invito a recorrer con incredulidad la página web de este monumento al mal gusto) no debería sorprender, al contrario: el castillo de Downton Abbey lo vimos colmado de heridos de guerra y a las aristocráticas damiselas de la familia Crawley, convertidas en diligentes enfermeras....

Sin embargo, según Forbes, “153 empleados de Mar-a-Lago, el club de Donald Trump en West Palm Beach, fueron puestos en licencia sin pago al final de la semana. Entre los afectados hay 32 meseros, 19 trabajadores de estacionamiento, 11 lavaplatos, el director de tenis, un trabajador del área de estética y asistente ejecutivo. Esta semana también se conoció de la suspensión del salario de decenas de empleados del hotel de Trump en el área de Doral en Miami”.

De nuevo me disculpo, por pensar con el deseo y por haber reenviado tan provocador (y sabio) meme.

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