“El libro negro de la nueva izquierda”

Hernán González Rodríguez
02 de agosto de 2019 - 05:00 a. m.
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El título de esta columna corresponde al extraordinario libro publicado por los argentinos Agustín Laje y Nicolás Márquez sobre la ideología de género y la subversión cultural de la nueva izquierda, del cual considero oportunas algunas de sus clarividentes ideas a continuación. No es una traducción, sino mi resumen personal de un texto de 240 páginas.

El 26 de julio de 1989, el comunista Fidel Castro, anticipándose a la caída de la URSS, la cual aconteció cuatro meses más tarde, dijo en un discurso: “Si nos despertáramos con la noticia de la desintegración de la URSS, cosa que esperamos que no ocurra jamás, aun en esas circunstancias Cuba y la Revolución cubana seguirían luchando y seguirían resistiendo”.

El Foro de São Paulo, creado en 1990 con la asistencia de 68 fuerzas políticas pertenecientes a 22 países latinoamericanos, se ha venido reuniendo cada seis años en la ciudad de San Salvador y ahora en Caracas para seguir luchando y resistiendo. Las Farc y el Eln, principales traficantes mundiales de cocaína, han aportado ingentes recursos para impulsar las nuevas ideas del Foro.

La nueva ideología ya no podía exhibir la hoz y el martillo ni ofrecer la expropiación de latifundios, ni reformas agrarias, ni divagar sobre la plusvalía, porque sabían a naftalina, tan solo se aplazaban mientras asumían el poder. En 1992 comenzaron a aparecer en Latinoamérica una serie de movimientos aparentemente inconexos al amparo de 458 oenegés para promover marchas del orgullo gay, feminismo e ideología de género. Para promover la sexualidad como construcción de la cultura y no de la naturaleza en las etapas previas a tomarse el poder, ya que, una vez en él, poco les importó el género. El Acuerdo Farc-Santos menciona el género 100 veces.

Como las organizaciones de izquierda se quedaron sin discurso para defender, entonces reemplazaron en forma silenciosa las balas guerrilleras por las papeletas electorales, con el fin de modificar las constituciones y participar en la política con numerosos partiditos minoritarios para ganar elecciones con pocos votos. Implantaron el manejo discrecional de los presupuestos nacionales. Desacreditaron y debilitaron las fuerzas del orden. Y lo más grave de todo, se apoderaron de las aulas, del periodismo, de las letras, de la Justicia y de algunos países. Dejaron de expropiar cuentas bancarias para expropiar la manera de pensar. En Colombia ya han alcanzado no pocas de estas metas.

Los autores —Laje y Márquez— afirman en la introducción de libro que escribieron: “Tras tomar nota de la inadvertencia social que hay en torno de este peligro y, peor aún, de la vergonzosa concesión que el acobardado centrismo ideológico y el correctivismo político le vienen haciendo a esta disolvente embestida del progresismo cultural, de quienes esto escribimos… hemos decidido publicarlo parafraseando a José Ingenieros: nunca pretendimos presentarnos como imparciales ante lectores que no lo son y, por lo demás, toda imparcialidad no deja de ser artificial”.

Espero como colombiano que el mentiroso centrismo ideológico del expresidente Juan Manuel Santos no le haya abierto las puertas al izquierdismo chavista de Gustavo Petro.

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