El mazo monetario

Marc Hofstetter
17 de febrero de 2019 - 05:00 a. m.
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Los banqueros centrales dan pocas entrevistas. Saben que sus palabras, su tono, sus énfasis e incluso sus silencios pueden afectar a los mercados financieros y a la economía en general en maneras no siempre deseadas. Los largos silencios monetarios les dan también más valor a las declaraciones que hacen sus dirigentes.

Por eso llama la atención que en dos recientes apariciones públicas el gerente del Banco de la República, primero en una entrevista en un medio nacional y luego en un evento en Bogotá, resaltara su preocupación por el déficit en cuenta corriente de Colombia —una estadística que reporta lo que como país gastamos por encima de los ingresos que generamos—. Hace solo cinco meses, en el Informe de Inflación de Emisor, los estimativos del Banco apuntaban a que en 2019 ese hueco equivaldría a 3,2 % del PIB. Ahora, según las declaraciones de su gerente, el Emisor cree que la cifra será 3,9 %.

Los déficits en cuenta corriente no son necesariamente una mala noticia de la misma manera en que no lo es que un hogar pida un préstamo para comprar una casa y por tanto esté gastando más de lo que está ganando. En ambos casos, la apuesta es que ese exceso de gasto será pagado con mayores ingresos futuros. Sin embargo, sí es cierto que un déficit abultado es una vulnerabilidad macroeconómica que puede resultar costosa si el ingreso con el que contábamos para pagar esos excesos se adelgaza. Y en escenarios más catastróficos, como los que vivió Colombia a finales del siglo XX, el resto del mundo puede dejar de financiar esos faltantes y forzar ajustes acelerados en los gastos. En nuestra experiencia de hace un par de décadas, ese ajuste dio origen a la peor recesión en más de 50 años.

Está bien que el gerente llame la atención sobre la cifra. Está bien que haga una llamado a buscar maneras subir el ahorro nacional —esa es una forma de reducir el déficit de marras—. El ahorro se puede subir vía menores faltantes fiscales del gobierno o vía más ahorro de los hogares (para lo cual las reglas de juego pensionales cuya reforma seguimos aplazando pueden jugar un rol relevante). Está bien abogar por políticas de desarrollo productivo y de inserción a cadenas globales de valor que empujen las exportaciones no tradicionales; eso también ayudaría a reducir esa vulnerabilidad.

Lo que sería un error es poner la política monetaria al servicio del déficit en cuenta corriente. El Banco lo ha hecho en pasado reciente: por ejemplo, en octubre de 2017, justificó no bajar la tasa de interés por “el nivel relativamente alto que aún conserva el déficit en la Cuenta Corriente”. Sin embargo, la teoría económica y la evidencia empírica más reciente señalan que el efecto de la política monetaria sobre la cuenta corriente es ambiguo y de hecho en países como Colombia incrementos en la tasa de interés podrían incluso deteriorarla. Dado que la recuperación económica es frágil, el desempleo da señales de subir y la inflación no se aleja del rango meta, sería un grave error subir las tasas con el argumento de que ese mazo monetario dejará en su lugar la puntilla de la cuenta corriente.

Twitter: @mahofste

 

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