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Según la Real Academia, el neoliberalismo es una “teoría política y económica que tiende a reducir al mínimo la intervención del Estado”. Pero esta definición de lo único que habla es de la pobreza del concepto de neoliberalismo. La Academia podría ahorrarse unas líneas y definirlo más bien como “sinónimo de anarquismo”, ya que el Estado que menos interviene es el que no existe. Y ya que anarquistas verdaderos hay pocos, declararse antineoliberal es tan vacuo como declararse anticastrochavista. Si vamos a hablar en serio de política económica, hay que dejar de lado estos conceptos trillados.
Nadie, ni siquiera los supuestos neoliberales, intentan de verdad minimizar el Estado, y muchas personas de izquierda defienden principios supuestamente neoliberales. Por ejemplo, la defensa férrea de la propiedad privada es en principio fundamental de lo que se suele conceptualizar como neoliberalismo. Pero de ser así, los campesinos desplazados que reclaman la devolución de sus tierras tienen algo de neoliberales y los terratenientes que las compraron “de buena fe” tienen bastante de castrochavistas.
El concepto del “neoliberalismo”, como lo apunta Rajesh Venugopal de la London School of Economics, “se basa en el supuesto crucial de que los capitalistas están a favor de los mercados y que los mercados favorecen a los capitalistas”. En un país como Colombia, esto es especialmente falso. Nuestros capitalistas tienen poco interés en el libre mercado. Al contrario, se dedican a cooptar al Estado para impedir la competencia, limitar el libre comercio con otras naciones, y crear regulaciones y carteles que impiden que los consumidores tengamos precios bajos y una oferta abundante: ocurre en el sector financiero, en el de los cuadernos, en el de los pañales…
La verdad es que los debates entre defensores del Estado y del Mercado, así, con mayúscula y todo, ocurren en muchas ciencias sociales excepto en la economía. Y no es porque los economistas sean neoliberales como los define la Academia. Es porque el debate importante es en qué situaciones el Estado debe intervenir en el mercado y en cuáles no. ¿Hay que darles universidad gratis a todos los bachilleres del país, sí o no? ¿Se deben reducir con regulaciones las emisiones de carbono a cero, mantenerlas como están, o buscar un punto intermedio? ¿Hay que regular Netflix y otros servicios de televisión por internet, o no es necesario? ¿Son indispensables los cupos de los taxis, o hay que eliminarlos? Ninguna de estas preguntas tiene una respuesta predeterminada y orientada a las soluciones de mercado. El verdadero reto es definir cuándo funcionan bien los mercados y cuándo no, e implementar políticas consecuentes.
Hay que hablar de grandes ideas, pero el neoliberalismo no es una de ellas. La discusión importante no es si vamos a usar al Estado o al mercado como herramientas para lograr un país más próspero e igualitario, porque todos sabemos que vamos a usar ambas cosas. El debate que necesitamos es sobre en qué mercados se necesita la intervención del Estado, en cuáles no y por qué.