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A propósito del paro nacional que estamos atravesando, resulta particular observar cómo se desarrollan las marchas de protesta en Colombia. Comienzan de manera calmada, agregándose en puntos estratégicos de las ciudades, y luego emprenden el desplazamiento con pancartas, altavoces y arengas referentes al pliego de peticiones que desean expresar colectivamente. Las agremiaciones que protestan tienen todo organizado: la ruta, los cantos, cientos de pancartas y una vestimenta coordinada para la ocasión.
Lo extraño del asunto es que, desde hace unas décadas y hasta el presente, cuando los marchantes llegan o se aproximan al punto de concentración, comienzan los denominados desmanes. El vandalismo se presenta, en general, a través de unos pocos sujetos encapuchados que lanzan bombas molotov. De manera reciente se ha vuelto común que también quiebren la puerta de alguna entidad bancaria, entren amedrentando a los funcionarios y, paso seguido, la dejen completamente desmantelada. Además, se toman paraderos de buses, destruyendo infraestructura pública.
Estudié pregrado en la Universidad Nacional de Colombia a inicios de la década de 1990, cuando este fenómeno estaba ya en funcionamiento. Durante los días de paro estudiantil comenzaban concentraciones pacíficas dentro de la universidad y, unas horas más tarde, entraban hordas de encapuchados a anarquizar las protestas. Eran estas acciones las que justificaban el uso de la fuerza por parte de la policía, que entraba de manera masiva a la universidad, la cual era evacuada de inmediato. Asimismo sucede en la actualidad, una vez el sector de vándalos comienza sus acciones se da vía libre al uso de la fuerza por parte de la policía.
Lo curioso del asunto es que los vándalos aquí descritos, mientras desmantelan los bancos o las estaciones, no exhiben pancartas alusivas a los pliegos de peticiones ni cantan las arengas específicas de la marcha. Su libreto es tan predecible que podríamos considerar a estos delincuentes como un nuevo sector violento del país, el cual deberíamos comenzar a analizar como tal. Pareciera que estamos frente a una estrategia de demérito de las marchas, indiferente al sector, al gremio o al pliego de peticiones particular que estas tengan. Cabe entonces preguntarse: ¿qué sectores podrían estar detrás de tal fenómeno sociológico?
Aunque no tengo la respuesta, algunas pistas resultan claves para iniciar la reflexión. Si tomamos como punto de partida que el vandalismo justifica la acción policial violenta, es muy probable que dicho sector delincuencial no coincida con la mayoría de aquellos que marchan, quienes no querrían salir heridos de la manifestación, tampoco estarían interesados en desprestigiar su movimiento. De otro lado, los vándalos podrían ser delincuentes a sueldo, de ahí que sugiera el concepto de paravandalismo para particularizar el fenómeno y diferenciarlo de los sectores y gremios que buscan en las marchas un canal de expresión. Esta última hipótesis constituye hace tiempo un secreto a voces en Colombia.
Por otra parte, vemos acciones paradójicas por parte de la policía frente a las acciones de los paravándalos. La policía es capaz de detener una marcha de cientos de miles de personas, pero se muestra imposibilitada para frenar la destrucción de una entidad bancaria por 20 sujetos que usan solo palos, patadas y piedras. Con esto no estoy sugiriendo que la policía como tal tendría el control sobre la creación de este sector. Toda policía pública cumple órdenes.
Aun sin una respuesta, lo cierto es que tal fenómeno deja una imagen pésima del país frente al extranjero. Quienes hemos vivido en otros países sabemos que las marchas, aunque a veces exhiban algo de violencia, no tienen un patrón de comportamiento al respecto. Mientras tanto, el Gobierno aprovecha a los paravándalos para tácitamente hacer propaganda contra el denominado comunismo, un proyecto cada vez más alejado de los actuales políticos de izquierda. Que quede en claro, eso sí, para quienes estén detrás del fenómeno: su tosco sistema de descrédito no logrará persuadir a un pueblo tan oprimido como el colombiano de que no exija sus derechos.
* Posdoctorada Newton de la Academia Británica. Departamento de Estudios Españoles, Portugueses y Latinoamericanos del King’s College de Londres.