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El personaje del año es la mujer empoderada. Es decir, la mujer que ha entendido que el mundo está configurado para hacer naturales los privilegios culturales de los hombres y se esfuerza día a día para enfrentar esa situación. La mujer que entiende que el mundo es machista, y que ello es una anomalía cultural y política que es necesario combatir porque no puede convivir con el feminismo, porque es como creer que la esclavitud y la libertad pueden coexistir de manera pacífica.
Mi personaje del año son todas esas mujeres que, en contextos machistas como la familia, la escuela, el trabajo, el espacio público, se esfuerzan día a día por exigir igualdad de tratamiento y de oportunidades. Y aquí valen tanto las mujeres abiertamente feministas como aquellas que sin serlo desarrollan una militancia cotidiana por la reivindicación de derechos, pero que entienden que sin los movimientos feministas este tema no estaría en la agenda pública.
Por eso mi personaje del año son todas esas mujeres que decidieron no callar ante los abusos de acosadores profesionales como el productor cinematográfico Harvey Weinstein, que dio origen al movimiento #MeToo, el cual la revista Time también reconoció como el personaje del año. Mujeres como la actriz Alyssa Milano, quien invitó a otras mujeres a no callar los abusos muchas veces silenciados o legitimados por los contextos en que se producían.
Pero también mujeres en Colombia que han levantado la bandera contra el acoso y el abuso, como Martha Ordóñez o Jineth Bedoya, o más recientemente Catalina Ruiz-Navarro.
Celebro a todas esas mujeres que en sus roles de oficio se sienten orgullosas de serlo y reivindican la igualdad de derechos; en el periodismo, mujeres como Yolanda Ruiz, Mábel Lara, Diana Saray, Ana Cristina Restrepo, Claudia Morales, Laura Ardila, entre otras, y todas las que destacó la propia Claudia en una columna anterior en El Espectador. Como Flor Alba Núñez o la periodista comunitaria Efigenia Vásquez, asesinadas en el ejercicio de su profesión.
O escritoras que se han venido ganando un reconocimiento en el mercado editorial, cuyos criterios de selección, sin proponérselo, terminan ejerciendo un sesgo discriminatorio en favor de los hombres. Mujeres como Pilar Quintana —cuya obra La perra es de lectura obligatoria este fin de año—, Margarita García Robayo —su novela Tiempo muerto es imperdible—, Piedad Bonnett, María Cristina Restrepo —su novela Al otro lado del mar es una maravilla—, Yolanda Reyes, Melba Escobar, Carolina Sanín, que se unen a los nombres ya consagrados de Emma Reyes, Marvel Moreno y Albalucía Ángel.
También las mujeres de la música: Andrea Echeverri, Adriana Lucía, Li Saumet de Bomba Estéreo, Goyo, Mayte Montero, Catalina García de Monsieur Periné, Érika Muñoz de Sidestepper, mi paisana Victoria Sur, quienes se unen a los nombres de Totó la Momposina y Petrona Martínez. En el rock, ese camino lo abrieron Janis Joplin, Patti Smith, Debbie Harry, Chrissie Hynde, y Kim Gordon, entre otras.
Pero también son personajes cientos de mujeres destacadas en la ciencia —Paola Castaño en investigación aeroespacial—; en la academia —Ana María Ibáñez, Sandra Borda, Arlene Tickner, Patricia Muñoz, Sandra Vilardy, Viridiana Molinares, Magdalena Correa, entre otras; en la filosofía; en el deporte —la gran Caterine Ibarguën, para solo dar un ejemplo—, quienes se han ganado a pulso un espacio, un reconocimiento y un respeto. Todas ellas, las famosas y las que no, las que luchan por cambiar esos patrones de discriminación, mi hija Emilia, que ya lo va entendiendo, todas ellas son mi personaje del año.
Ah, y el antipersonaje del año son todos aquellos hombres que no han entendido que el mundo ha cambiado, que las diferencias entre hombres y mujeres no justifican tratos discriminatorios, quienes no reconocen los logros del feminismo, a los cuales ni siquiera vale la pena nombrarlos, esos que creíamos progres y que en el fondo son unos reaccionarios solapados.
¡Feliz año a todas y todos!