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En las últimas horas asistimos en las calles de Estados Unidos a una fiesta democrática para celebrar una de las elecciones con mayor participación y también una de las que más han provocado expectativas dentro y fuera de su territorio.
Quedó evidente que gran parte del mundo, con excepción de sus fieles seguidores, estaba bastante cansado de los cuatro años del reality show del presidente Donald Trump y de su visión empresarial en la Casa Blanca. Sin embargo, aún vamos a tener al presidente Trump y sus reacciones impredecibles sin ninguna preocupación por poner a prueba las instituciones norteamericanas y tampoco su Constitución.
Ni por un instante él ha dimensionado lo que podrá pasar si logra, con su conocida perseverancia de dueño del mundo, iniciar la mayor crisis de la democracia de Estados Unidos. A él eso le importa muy poco. El presidente Trump y sus seguidores hablarán hasta el fin de los tiempos sobre el fraude ocurrido en 2020. Su actuación ha sido bastante similar a la de los países que por tanto tiempo denominaron “banana republics”. ¡Quién diría!
Trump entrega a los norteamericanos un país dividido, inmerso en una ola de xenofobia, racismo y fake news. Un país que no supera la pandemia y que en los últimos años se aisló del mundo, como si una gran potencia tuviera el derecho de hacerlo.
No obstante, “America First”, eslogan de su populismo de derecha, mal replicado por algunos otros caudillos, tocó hondo y conquistó a millones de norteamericanos, lo que pudo ser evidenciado en el incremento de votos que obtuvo en estas elecciones. Y Miami, ¿qué más se podría esperar? Los venezolanos, cubanos y otros latinos votaron por Trump, lo que hace recordar una genial frase del argentino Andrés Malamud en otros escenarios: “Elegir un fascista de verdad, creyendo que es de mentira, por miedo a un comunismo de mentira que creen que es de verdad”.
No obstante, pase lo que pase, el presidente Trump saldrá de la Casa Blanca dejando un complejo legado que vale la pena recordar:
1. Sacó a Estados Unidos del Acuerdo de París, a pesar de ser el segundo país que más contamina después de China, en un momento en que la Tierra grita SOS.
2. Se retiró de la Organización Mundial de la Salud (OMS) en plena pandemia del COVID-19, que negó e invisibilizó hasta que Estados Unidos pasó a ser el país con el mayor número de contagiados y de muertos en el mundo, con más de 10 millones de casos y 244.000 muertes. Además de su bochornosa defensa en favor de la hidrocloroquina, sin soporte científico.
3. Suspendió los acuerdos con Irán y sometió a los iraníes a un inhumano bloqueo. Aún no se les olvida la muerte del general Soleimani.
4. Trasladó la Embajada de Estados Unidos a Jerusalén y abogó por el “Acuerdo del Siglo”, con la pretensión de anexar parte de Cisjordania a Israel. Este supuesto “plan de paz” fue negociado por Tel Aviv y Washington, sin la presencia de representantes palestinos.
5. Recrudeció el bloqueo en contra de Cuba, en el peor estilo de la Guerra Fría, echando tierra a todos los avances que se habían logrado en la administración del presidente Barack Obama.
6. ¿Cómo se pueden olvidar las escenas desgarradoras de niños inmigrantes separados de sus papás en la frontera México-Estados Unidos? Muchos de ellos hasta ahora no han podido reencontrar a sus familiares. ¿Y qué decir de su simbólico muro?
7. Su visita a Puerto Rico y el lavarse las manos durante la tragedia del huracán María. El Estado Libre Asociado recibió del presidente Donald Trump un trato displicente y colonial.
Así como en otras latitudes, en las elecciones de Estados Unidos no hubo ganadores. A Joe Biden le cabrá construir puentes en un país dividido y polarizado. Los seguidores del presidente Trump traen consigo el lastre del odio cultivado a lo largo de sus cuatro años de mandato y no van a parar. Contará día y noche con representantes de un gobierno paralelo. Por acá los conocemos. Probablemente tendrá un Senado de mayoría republicana dispuesto a obstruir.
Los millennials pusieron esperanza en sus manos, pero con seguridad no apoyarán nuevas “guerras inventadas”, como las de Irak, Siria y Libia, protagonizadas por el presidente Bush y Obama, y que abrieron una nueva caja de Pandora en el mundo.
Las guerras contra las drogas y contra el terrorismo implementadas hasta ahora con el apoyo de la Casa Blanca y del Pentágono son guerras perdidas que deberán ser revaluadas, aunque sea un gran negocio y todos lo sepan.
América Latina celebró su victoria. ¡Que no se le olvide! Y que los demócratas no sobrepasen nuevamente a los republicanos en número de latinoamericanos deportados, como ocurrió en el gobierno del carismático presidente Obama.
Tener a Kamala Harris a su lado devuelve al mundo las utopías, pero hay que recordar que los sueños y el dolor de un país no caben en una urna y que el Partido Demócrata retorna al poder para afrontar los retos de un mundo pospandemia. Ojalá le vaya muy bien al presidente Joe Biden. ¡Estados Unidos y el mundo lo necesitan! No se puede desistir de la democracia y de la libertad.
* Profesora, Universidad Externado de Colombia.