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Esta, sospecho, no será mi columna más original, pero igual me pareció pertinente escribirla. Egan Bernal acaba de lograr lo que hasta ahora ningún colombiano ni latinoamericano había logrado: ganar el Tour de Francia, la carrera de ciclismo más importante del mundo. Acariciaron el sueño Luis Herrera, Fabio Parra y Nairo Quintana, para mencionar apenas a los que estuvieron cerca y no lo lograron. Menuda hazaña la de este zipaquireño, nacido en Bogotá por cuenta de un paro en la salud, hace apenas 22 años. A esa edad no es corriente ganar el Tour, pues además de vencer a la élite ciclística del mundo, la hazaña exige una administración del sufrimiento y del gasto de energía que no son corrientes en una persona tan joven. Por algo van 84 años desde cuando alguien menor ganó el Tour, y ojo que hablamos de la época en la que la carrera se volvió lo que se volvió y vio correr a Anquetil, Eddy Merckx, Bernard Hinault y Miguel Induráin, por seguir con las listas breves.
Ciclomontañista de origen, Egan tiene según las crónicas uno de aquellos físicos de rara excepción que le permiten ganar carreras y trepar montañas mejor que los demás. A los velocistas, los nadadores y los ciclistas suelen hacerles estos exámenes para conocer los límites de cada cuerpo y saber a quién apostarle de veras y a quién no. Ineos, antes Sky, un equipo que pertenece a una gigante química inglesa —con ventas de 90.000 millones de dólares al año—, analizó los resultados de Egan y no solo lo contrataron sino que lo prepararon para lo que hizo el domingo. Por suerte suya, estaba a tope para el Tour, no para el Giro, debido a una intempestiva y casi afortunada fractura de clavícula ocurrida a principios de año.
El Tour tiene una condición insoslayable y dramáticamente excluyente: solo gana un corredor por año. No es, pues, ningún demérito que Nairo Quintana no lo haya ganado hasta ahora. Todavía puede, aunque le acaba de surgir, eso sí, un rival tanto o más formidable que Chris Froome y los demás. Es claro que Egan va a planificar su carrera para estar a tope siempre en la época del Tour. Los 22 años del actual campeón son una alerta tremenda al mundo del ciclismo. Ojalá Egan se consiga un manejador ético y capaz. Porque, claro, tendrá altibajos, aquí y allá los rivales le ganarán. Por lo mismo es indispensable que no se tope con médicos que jueguen con su cuerpo privilegiado, más allá de ponerle un régimen de alimentación y de ejercicio adecuados.
En fin, hoy ponemos en suspensión nuestras desavenencias en honor de Egan Bernal, un colombiano que demuestra que con dedicación, tenacidad y frescura se pueden alcanzar las cumbres del mundo. El viernes, el día en que fue mutilada por el granizo la gran etapa de Egan, circuló en Twitter esta “entrevista” inventada con Egan Bernal:
—¿Cómo se sintió en la etapa de hoy?
—Nunca me había sentido mejor; me sentí como en casa.
—¿Por las banderas y los aficionados colombianos?
–No, por el derrumbe.
La falsa entrevista saca a relucir un humor que es muy bienvenido en nuestra polarización actual. A mí me agarró en la mitad de una agria polémica sobre los orígenes y la justificación de la lucha armada en Colombia. Adquiero la esperanza de que en adelante nos toquen más chistes sobre triunfos deportivos reales que crónicas de asesinatos. Ya es hora.
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