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Es entendible que ante hechos como los relacionados con la muerte de Dimar Torres, excombatiente de las Farc, el mindefensa, Guillermo Botero, haya salido de manera apresurada a revelar la información que en ese momento él poseía.
Cada vez más y con razón, los ciudadanos piden que, ante hechos de extrema gravedad, las autoridades entreguen información inmediata y veraz sobre lo que sucede. Y, obvio, los avances en las comunicaciones y redes sociales sirven para pedir y dar masivamente esas explicaciones.
La información suministrada por Botero coincidía, como él lo ha dicho hasta la saciedad, con la versión rendida ante las autoridades judiciales y militares por el cabo Daniel Gómez. El ministro fue enfático en decir que lo que en ese momento estaba revelando era la versión del cabo Gómez y que las autoridades seguían investigando. Sin embargo, sus detractores le cobraron esas declaraciones como si él no hubiese hecho esas necesarias salvedades.
Con el transcurrir de las horas, lo que se había dicho que era un forcejeo entre el cabo Gómez y el excombatiente Torres se había convertido en un vil asesinato. Y ante esta situación, tanto el fiscal como el propio ministro Botero enteraron de ello al país.
Sin embargo, como el deporte nacional favorito es “comer funcionario”, mucha gente le pasó la factura al ministro. Aquí nos hemos vuelto malpensados, partimos de la base de que la gente no es correcta y, desde esa orilla, no queremos oír sino las explicaciones que coinciden con nuestras primeras y peores impresiones. Botero, por haber dado a conocer lo que sabía y después dar otra información acorde con los avances inherentes de la investigación, quedó en el ojo de huracán.
Algunos salieron a pedir su renuncia, a amenazarlo con debates de control político y, lo peor, a acusarlo de encubrir un delito. Sin embargo, como dicen en Buga, “una cosa es una cosa y otra cosa es otra cosa”. Entiendo la discordia y que critiquen al ministro Botero por haberse atrevido a dar esa información tan preliminar, pero lo que sí me parece canalla es que se pretenda hacer creer que Guillermo Botero tenga algún interés en encubrir un delito. No, señores, Botero siempre ha sido un hombre recto, correcto y una persona íntegra como empresario y dirigente gremial, y ahora como funcionario.
Una cosa es dar información preliminar que a la postre se advierte que no es cierta debido a los avances propios de la investigación, y otra muy distinta es que digan que con ello se quiere encubrir a un delincuente. Cuando con el paso de las horas y el avance de las pesquisas unas declaraciones anteriores se desvirtúan, la obligación del funcionario es volver a informar al país para contarle que el caso ha cambiado de rumbo.
¿De verdad, alguien cree que una persona como Guillermo Botero quisiera proteger a un asesino?