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Dos individuos jóvenes, compinches de una benemérita organización delincuencial, atacan a un hombre de 46 años, indefenso o desarmado, lo muelen a golpes, lo tiran al cochino suelo, lo encalambran con descargas eléctricas de un arma mortífera, marca Taser, lo echan como a un bulto de papas a la parte de atrás de una patrulla, lo acarrean a una microcefálica estación de policía para seguir pegándole y/o electrocutándolo hasta que lo tienen que llevar a una clínica en donde sin ningún escrúpulo registran y certifican su muerte. Descansa en paz, Javier Ordóñez.
Al otro día cientos de personas, vecinos del muerto, muchachas y muchachos del barrio y de otras vecindades, salen a las calles a protestar por la bestialidad policiaca, y la honorable institución, en vez de agachar la cabeza, reconocer el crimen, pedir perdón y autorreformarse, se dedica a masacrar a los manifestantes con disparos de armas de fuego, escopetazos de gases lacrimógenos, palizas, humillaciones a mansalva y sobreseguro. ¡Qué asco!
En 1848 un fantasma recorría Europa: el fantasma del comunismo. Hoy otro fantasma recorre Bogotá: el fantasma de la rebeldía. ¿Cómo fue? Sí. La culpa es de Juan Manuel Santos, Gustavo Petro y Claudia López, brama el buey herido desde la opulencia de sus 1.500 hectáreas. Las mascotas de la propaganda uribista (Julito, Néstormorales, Viquicita y demás sicofantes del régimen) envenenan a la gente con su ideología silvestre de tradición, familia y propiedad o con el cuento del vandalismo y la anarquía y el caos y el desmadre.
¡Los daños, Dios santo!, vociferan histéricos. ¡Los daños, carajo! ¿Cuánto cuestan los vidrios rotos en los cambuches de la Policía, esos tenebrosos Centros de Atención Inmediata para torturas, violaciones o asesinatos? ¡Es una conspiración de terroristas disfrazados de expresidentes de la República, precandidatos presidenciales y alcaldesas maricas! ¡Revivió el espectro! ¡Virgen de Chiquinquirá, ampáranos! ¡Virgen del Carmen, Virgencita de todos los remedios, defiéndenos! ¡Ahí vienen las milicias ACAB (All Cops Are Bastards)!
¡Urgente! ¡Llamen a María Fernanda Cabal, ínclita politóloga! ¡Busquen a la Santa Filósofa de El Ubérrimo! Y que el subpresidente, con su cretinismo galopante, no diga ni una puta palabra de empatía por los seres queridos de los muertos. Que el ministro de Defensa tape el sol con un dedo. No hagan nada. Pero, eso sí, que los civiles no se atrevan a gritarles ¡asesinos! a nuestros héroes. Déjenlos que sigan acribillando a ciudadanos inermes. Dejen que impongan la barbarie fascista a sangre y fuego. ¡Déjenlos matar! ¡Dios y Patria! Dios de los quintos infiernos. Patria de terratenientes, banqueros, narcotraficantes, paramilitares y eunucos mentales.
Cuando se nos pase la rabia, deberíamos escupirlos a todos y mandarlos al basurero de la historia…
Rabito: “Nuestro basilisco se mueve con pies de confusión y estupidez, sobre piernas de brutalidad y violencia, que arrastraban su inmensa barriga oligárquica; con pecho de ira, brazos masónicos y una pequeña, diminuta cabeza comunista”. Su Excelencia Reverendísima Laureano Gómez Castro, 24 de junio 1949.
Rabillo: “Hacer la revolución no es ofrecer un banquete, ni escribir una obra, ni pintar un cuadro o hacer un bordado; no puede ser tan elegante, tan pausada y fina, tan apacible, amable, cortés, moderada y magnánima. Una revolución es una insurrección, es un acto de violencia mediante el cual una clase derroca a otra”. Mao Zedong. Informe sobre la investigación del movimiento campesino en Junán, marzo de 1927.