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Lo que está ocurriendo en Arauca tiene un enorme potencial desestabilizador. Porque a los miles de migrantes de territorio venezolano se agrega una peligrosa confrontación en zona de frontera, a la cual se han venido sumando de manera ya desembozada las fuerzas militares del país vecino, tomando partido por una de las facciones en combate.
Ya desde la campaña presidencial de 2018 estuvimos de acuerdo con Iván Duque en la conveniencia del llamado cambio de régimen en Venezuela. Pero tal como lo señalamos esa vez, el papel de Colombia no podía ser el del capo del pelotón. Salir a cortar el aire y poner el pecho rinde frutos aparentes y permite edificar un liderazgo continental, pero corriendo enormes riesgos dada nuestra vulnerabilidad proximal. Había que ir acompañado de la estrategia regional, en interlocución racional con los Estados Unidos, sin cortar la totalidad de los canales diplomáticos. Menos aún, entrar en el juego geopolítico de aprovechar la coyuntura para arrinconar a Cuba que puede jugar un papel positivo. El panorama debía ser, por ejemplo, menos Guaidó y más Piñera quien, desde una posición menos vulnerable, podría llevar el estandarte. Si algo faltara, la era Trump terminó y con Biden sí que es más útil el acompañamiento y la diplomacia. Las locas ideas de Bolton están liquidadas y el aplauso de Pachito Santos quedó en la inopia.
Pero puede ser ya tarde para que el Gobierno dé el timonazo que se requiere en política exterior.
Pero como el barril de Arauca puede explotar y llevarnos a una situación del corte de Europa del Este, es necesaria la acción de la comunidad internacional.
Por eso celebro la iniciativa de un grupo de personas de ambos lados de la frontera —Puentes Ciudadanos, Socorro Ramírez— que han dirigido una petición a Naciones Unidas para que designe un enviado especial para la crisis fronteriza. Es necesario impedir que escale la tensión. Se trata de enviar un mensaje de sensatez y evitar que alguno de los gobiernos o ambos caigan en la tentación de intensificar la confrontación. Hace años se han cerrado los pasos fronterizos, pero la frontera sigue descontrolada y el crimen hace de las suyas. La desinstitucionalización dejó la zona en poder de los vándalos. Hay que restablecer al menos canales mínimos de diplomacia entre los gobiernos, así sea a través de un tercer país como es de usanza en estos casos. Reactivar los consulados. Y pensar con cabeza fría. Si Biden abre una etapa de transición, Colombia no puede aislarse. Si el cambio de régimen toma tiempo, necesitamos convivir con eso. El principal objetivo de Colombia en la transición es garantizar la seguridad en la frontera. Un compromiso con garantía internacional de que Miraflores cesará toda protección a grupos ilegales.
Además del efecto cabeza fría, una misión de la ONU apoyaría la vigencia de los derechos humanos, ayudaría a superar la crisis humanitaria, contribuiría a tomar medidas bilaterales para la pandemia, en fin, permitiría, sin renuncia de las posiciones de las cancillerías, un entendimiento mínimo para detener lo que puede llegar a ser un alud de nuevos y mayores desarreglos violentos.
Coda. Difícil entender el amor del CD por el retrovisor. ¿Cómo sería Arauca, cómo sería el Cauca, con las Farc combatiendo? Más responsabilidad y menos ideología.