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Por: Roger E.A. Farmer *
La discusión pública entre el premio Nobel Joseph Stiglitz y el exsecretario del Tesoro de Estados Unidos Larry Summers es notable por la animosidad personal que revela entre dos economistas que esencialmente están de acuerdo en materia de economía. Stiglitz lanza un ataque no muy sutil contra Summers por no insistir en un mayor déficit fiscal cuando estaba a cargo del Consejo Nacional Económico durante la presidencia de Obama. Summers responde diciendo que la política impidió un estímulo fiscal mayor. Pero si bien ambos coinciden en que la Gran Recesión podría haberse superado con un estímulo fiscal importante, ninguno de los dos ha planteado el modelo económico que apuntala su confianza en este desenlace.
Summers revitalizó el trabajo de Alvin Hansen, quien introdujo el concepto de estancamiento secular en los años 1930. Pero no he visto que Summers planteara un modelo de equilibrio general dinámico y plenamente articulado que respalde su consejo. Mientras que, en su trabajo escrito sobre este tema, ha oscilado constantemente entre una definición de estancamiento secular que implica tasas de crecimiento permanentemente más bajas como resultado de una baja inversión y un empleo permanentemente más bajo como resultado de una demanda agregada deficiente.
No es lo mismo. En su refutación a Stiglitz, Summers se muestra a favor de la segunda definición. En sus palabras, “abandonada a su suerte, la economía privada tal vez no encuentre su camino de regreso al pleno empleo luego de una fuerte contracción”.
Yo estoy de acuerdo con esta aseveración. Y he ofrecido una teoría internamente coherente según la cual el estancamiento secular surge naturalmente como consecuencia de las bajas expectativas de parte de los hogares y las empresas sobre el valor futuro de sus activos. Esta teoría integra la economía keynesiana con la teoría del equilibrio general de una manera novedosa. Un empleo persistente más alto no tiene nada que ver con los precios rígidos. Es una consecuencia de mercados de factores ausentes.
Summers es muy consciente de mi trabajo. Lo discutimos cuando visité Harvard en 2011 y nuevamente cuando él ofreció una conferencia en la LSE en 2012. En un principio, se mostraba de acuerdo en los correos electrónicos privados. Pero cuando señalé que la teoría no respalda inequívocamente la expansión fiscal como la respuesta apropiada para una recesión, dejó de interesarse en mi trabajo. Las ideas nuevas suelen ser difíciles de aceptar, y exigen adoptar una manera diferente de pensar que puede ser difícil de absorber, inclusive para personas tan inteligentes como Stiglitz y Summers.
No podemos seguir haciendo aseveraciones infundadas sobre política económica utilizando la fallida interpretación de la Teoría General que evolucionó a partir del intento de John Hicks de reconciliar a Keynes con los clásicos. La manifestación actual de esa estrategia se conoce como nueva economía keynesiana, que el propio Summers ha rechazado, con razón, porque es inconsistente con el estancamiento secular. Pero no basta con asegurar que el estancamiento secular es posible. Es hora de confrontar las teorías alternativas del estancamiento secular con evidencia empírica, como lo he hecho yo. La aseveración de que los salarios nominales son rígidos a la baja no es, en mi opinión, una explicación creíble del desempleo persistente. Tampoco era una explicación creíble para Keynes, quien aseguró que su teoría no dependía de la presunción de salarios rígidos.
En un modelo plenamente articulado con múltiples tasas posibles de desempleo de equilibrio, debe explicarse cómo se selecciona un equilibrio. En mi trabajo, las expectativas –o los llamados espíritus animales- son un fundamental nuevo e independiente que determina la tasa de desempleo de nivel estable. Cuando nos sentimos ricos, somos ricos. Y si los espíritus animales son en efecto fundamentales, se torna importante entender los factores que determinan los vaivenes en la confianza.
Si una dosis grande de política fiscal expansionista no es la repuesta, ¿cuál es? Mi respuesta es que la manera correcta de responder a las crisis financieras es con políticas que restauren el valor de los activos privados Y la manera correcta de directamente impedir las crisis financieras es intervenir en los mercados financieros para moderar las oscilaciones en los valores de los activos y prevenir recesiones antes de que sucedan.