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El pasado mes de febrero, la periodista Claudia Palacios les comunicó a sus seguidores a través de su cuenta de Twitter las razones por las que se retiró de Citytv, donde dirigió dos programas.
Nos invitó a reinventarnos, especialmente desde “que aparecieron las redes sociales y aplicaciones que cambiaron radicalmente las formas de consumo y parecieran exigir el milagro de la inmediatez, la objetividad, la calidad técnica, la profundidad investigativa y la brevedad juntas y, además, gratis”.
En su columna de El País de Cali, la periodista Mábel Lara escribió: “A las nuevas generaciones les digo sin sonrojarme que no estudien comunicación social o periodismo, sigan el ejemplo de Gabo, váyanse por otra carrera y si realmente esto les interesa estúdienlo como una maestría, una especialización o hagan una doble titulación”.
No debemos esquivar ese debate planteado y por eso lo retomé durante el lanzamiento el martes de esta semana de la Feria del Libro de la Universidad Autónoma de Bucaramanga, que tuvo como invitada a la periodista y escritora mexicana Alma Guillermoprieto, un referente de decencia, valor y entrega.
Le pregunté su opinión sobre los despidos masivos de colegas, que ya superaron los 300 según un reporte de la Liga Contra el Silencio: “El tema de los despidos va dirigido a los consumidores. Desde que empezó el auge por el internet me morí de la rabia porque la gente andaba con este cuento de que la información quería ser libre. Lo que los periodistas quieren es comer, y si seguimos con este cuento de que la información quiere ser libre y que todo en internet tiene que ser gratis, vamos a acabar con el periodismo como efectivamente está sucediendo”.
El periodismo cuesta y caro, lo que nos pone frente a varios retos para convencer a la gente de pagar por los contenidos: darles mayor visibilidad a los productos bien trabajados (de los cuales hay muchos ejemplos así algunos consumidores de medios no lo reconozcan), tener presupuesto para hacer grandes reportajes y entrevistas, cuidar la planta de reporteros y exigir de ellos las mejores prácticas, y abolir la dictadura del clic.
Sobre la invitación a no estudiar periodismo, Alma subrayó: “Yo peleo mucho con las facultades de periodismo porque me parece que los chicos salen muy mal preparados intelectualmente. Sin perspectiva intelectual un periodista joven no puede hacer más que ir a una rueda de prensa y hacer preguntas muy limitadas”.
Las facultades de periodismo sirven “para estudiar ética, para enseñar usos tecnológicos, y se necesitan para tener un conocimiento de la historia de la profesión y para aprender a escribir, porque así sea para usar una cámara se necesita saber escribir periodismo”. Lo que sugirió la colega mexicana es “hacer especializaciones dentro de las escuelas de periodismo”.
Alma es un ejemplo de cómo el buen periodismo, el que se entiende como un servicio social, que implica sacrificio y no se detiene en frivolidades, trasciende la presión de la nuevas tecnologías. Y Claudia y Mábel también son unos referentes excepcionales que los jóvenes pueden imitar sobre todo ante la cada vez más vergonzosa exposición de aquello que va en contravía de lo que enamora sobre este oficio.
Un profesional de un área distinta que estudie una maestría en lo nuestro no necesariamente será un buen periodista, ni siquiera, en muchos casos, escribirá bien. Yo defiendo las facultades, animo a los jóvenes a prepararse en este camino florido y a veces tortuoso, e invito a la academia a repensar lo que ofrece. Un buen periodismo es imprescindible para la sociedad.
*Periodista.