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El Plan Nacional de Desarollo 2014-2018 tenía como meta reducir la deforestación de 120.000 hectáreas/año en 2014 a 90.000 en 2018. Sin embargo, en 2017 se deforestaron 220.000, es decir, casi el doble que en 2014, y 2018 promete algo similar. Los propósitos de apropiación, valorización de tierras y dominio del territorio son las actividades que vienen dinamizando este proceso. Frenar la deforestación y pérdida de biodiversidad es uno de los retos de corto plazo para el nuevo Gobierno y para la sociedad colombiana.
El paso más importante es erradicar la práctica perversa según la cual la deforestación se interpreta como una forma de posesión que genera derechos de tenencia sobre la tierra. Hoy, el colono no es el campesino que busca sobrevivir talando bosque para producir comida; es el terrateniente que, en Toyota y con motosierristas a sueldo, busca dominio territorial y especular con la propiedad del suelo. Se debe judicializar a estos personajes que deforestan en zonas de reserva forestal.
Es importante: aumentar las áreas protegidas, apoyar la gobernabilidad en los resguardos indígenas, impulsar la creación y consolidación de reservas naturales de la sociedad civil y definir una política tributaria favorable para quienes adelantan tareas de conservación en sus predios.
No obstante, frenar la deforestación no es suficiente; debemos adelantar procesos de restauración. Para ello, el pasado 3 de agosto se suscribió la Alianza para la Restauración de la Amazonia. En ella participan Fundación Natura, Fundación Alma, Parques Nacionales, Instituto Sinchi, Universidad de la Amazonia, The Nature Conservancy, Instituto Geográfico Agustín Codazzi, Gobernación del Caquetá, Red Colombiana de Restauración Ecológica y grupos indígenas locales. Su propósito es diseñar estrategias de restauración ecológica, formar líderes interculturales, promover acuerdos y prácticas interculturales entre indígenas y campesinos, posicionar la restauración ecológica como parte de la política pública, restaurando la capacidad productiva y funcional de los ecosistemas degradados. Todo esto con el propósito de gestionar territorios sostenibles en la Amazonia intervenida.
Dada la concentración de la deforestación en la Amazonia, se debe impulsar el Cinturón Verde para proteger las reservas de carbono, el ciclo del agua, la diversidad biológica y otros servicios del ecosistema de importancia local y global, hoy amenazados. Los programas actuales para la ocupación de la Amazonia y la Orinoquia incluyen un aumento significativo en el área bajo cultivo y nueva infraestructura que afectarán la frágil composición de los ecosistemas naturales, generando sustanciales impactos ambientales a largo plazo. El Cinturón Verde busca establecer un área continua de conservación y restauración en la frontera agropecuaria, que contribuya a frenar la deforestación.
Según World Resources Institute, en la Amazonia colombiana se secuestran hasta 140 TC/ha, la mayor densidad mundial de carbono almacenado como biomasa. Además alberga el 70 % de los mamíferos, el 35 % de las aves y el 40 % de los anfibios, de un país con la mayor densidad de biodiversidad en todo el mundo. Es un corredor biológico que vincula la Amazonia con el piedemonte de los Andes del norte, un área notable por su rica hidrología, biodiversidad y reservas de vegetación. Los 430.000 kilómetros cuadrados de la Amazonia colombiana son notables por su alto grado de integridad, comparados con espacios amazónicos de otros países.
Conservar nuestra Amazonia es de importancia local, nacional y global.