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Un editorial publicado el lunes en La Opinión de Cúcuta, titulado “Colombia quiere guerra”, hace un llamado angustiado que, en este país centralista, ha sido desconocido por la capital.
Por la gravedad del tema, transcribo algunos de sus apartes:
“Dolorosamente, el Gobierno colombiano pareciera querer que suenen los tambores de la guerra en torno de Venezuela. Dos actitudes similares, en 48 horas, así lo corroboran.
El viernes, durante una rueda de prensa conjunta con Almagro; el canciller, Carlos Holmes Trujillo, y el embajador ante la OEA, Alejandro Ordóñez, la reportera de La Opinión preguntó al secretario general si consideraba que una intervención militar en Venezuela (…) es la solución para ese país.
Almagro dijo que ninguna opción, ni la militar, se puede descartar. Esas palabras, en boca del líder de una organización creada para (…) la búsqueda de solución a cualquier problema por la vía del diálogo, dinamitaron los principios de la OEA.
Y Colombia lo avaló, pues su canciller y su increíble embajador ante el organismo hemisférico guardaron silencio.
Solo un día después, el llamado Grupo de Lima, creado con el fin exclusivo de buscar solución a la crisis venezolana, se pronunció, obvio, contra la declaración de Almagro. De los 14 votos, 11 fueron de rechazo. Y Colombia, el país que sería, sin la menor duda, el principal afectado con una guerra, se negó…
O, cuando suene el primer tiro de una invasión de EE. UU., ¿a dónde correrán en estampida los venezolanos? A Cúcuta, no nos podemos equivocar. Y si, como puede pasar, Venezuela tiene capacidad de respuesta, ¿a dónde disparará, sino a la frontera, es decir, a Cúcuta y sus carreteras, para obstaculizar que desde acá llegue apoyo a la invasión?
Desde luego, esa situación (…) tiene a los políticos de Bogotá sin el menor cuidado (…). Si no, ¿por qué no han reaccionado por la complacencia del Gobierno con Almagro y su apoyo a la intervención militar, su silencio en el Grupo de Lima, y el asentimiento de Ordóñez y Trujillo a todas las palabras del secretario de la OEA?”.
Para rematar, al día siguiente, Francisco Santos, nuestro embajador en Washington, dijo que, en Venezuela, “todas las opciones deben ser consideradas”. Entonces el presidente Duque declaró que buscaría “los canales diplomáticos y multilaterales” para lograr que Venezuela “recupere su libertad”, y agregó: “Esto no es con espíritu belicista”.
¡Ni una palabra más!
Sin embargo, las señales que sobre la posibilidad de una intervención militar en Venezuela da el Gobierno de Duque, como ocurre con el proceso de paz, son contradictorias y preocupantes.
Ello significa una de dos cosas: o que Duque va a patrocinar la intervención militar gringa en Venezuela y no se atreve a decirlo, o que no les ha dicho a sus funcionarios cuál es su política en ese y en otros campos.
Es claro que falta liderazgo presidencial. Y también lo es que La Opinión tiene razón de preguntarse que “si no hemos podido solucionar el problema de los 30.000 inmigrantes diarios que cruzan la línea en busca de su supervivencia (…) ¿cómo haremos para recibir a decenas de miles que quieran escapar al tiempo de la guerra?”.
¡Y eso que les faltó decir que, si hay invasión a Venezuela, las balas no sólo se dispararían hacia la frontera, sino que, además, el Eln y los disidentes de las Farc se volcarían a defender al vecino e incendiarían a Colombia para disuadir al Gobierno de agredir a Venezuela.
¡La paz del país requiere de su claridad, decisión y liderazgo, presidente Duque!
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Motivo viaje, esta columna reaparecerá en dos semanas.
www.patricialarasalive.com, @patricialarasa