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Impuestos corporativos, para mi prima (II)

Martín Jaramillo
14 de septiembre de 2019 - 05:00 a. m.
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Mi prima y yo hemos hablado de Reagan, de Thatcher y de Gary Becker. Criticamos las ideas de Marx, hacemos chistes de los keynesianos y hasta nos burlamos (aunque a veces aprendemos) de Piketty. Hablamos de muchos economistas, pero ninguno nos da mejor tema de conversación que Bastiat. Nadie ha explicado la economía de forma más fácil.

En 1848, Bastiat escribió el ensayo Lo que se ve y lo que no se ve. Allí argumentó que, en la esfera económica, los actos, hábitos y las leyes no sólo producen un efecto, sino muchos otros que no son fáciles de identificar. El primero es inmediato, por lo que Bastiat le llama lo que se ve, pero para saber cuáles son los efectos posteriores se necesita saber algo de economía, Bastiat dice que eso es lo que no se ve.

El buen economista, decía, debe notar no sólo el efecto visible, sino también los efectos que se deben prever. Por eso, yo procuro enseñarle a mi prima a pensar más allá de lo evidente; que lo importante de las propuestas y las políticas son sus resultados, no las intenciones, y no sólo los resultados inmediatos, sino también las consecuencias no intencionadas.

Poco le sirve a la clase media si proponemos un salario mínimo demasiado alto y este los termina enviando a la informalidad o al desempleo. Poco les sirve a los usuarios un control de precios en los tiquetes aéreos si este termina impidiendo el punto de equilibrio y haciendo que se acaben las rutas no rentables. Por eso, hemos aprendido a desconfiar de los que hablan de las buenas intenciones de sus propuestas y no de los resultados esperados.

El ejemplo más claro, del que he hablado mucho con mi prima, es el de los impuestos a las empresas.

¡Más impuestos a las empresas!, piden algunos sin entenderlo muy bien.

Y es que es muy fácil. Las empresas no tienen cara, no tienen hijos y tampoco sentimientos, es fácil creer que los impuestos a las empresas nunca afectarán a nadie. Algunos dirán que esa plata no les hará falta y que eso que les quitan a las empresas en impuestos sirve para financiar una cantidad de cosas que ellos creen que son muy buenas. Pero mi prima no comete ese error, ella ya sabe que hay que ver más allá de lo que se ve.

Lo que no se ve es que una empresa no es más que una organización de personas que se juntan para ofrecerles valor a sus clientes. Que cuando se ahoga a las empresas con impuestos, se les complica mucho pagar mejores salarios, vender a precios razonables y dar una recompensa justa a los emprendedores. De hecho, según un estudio del Adam Smith Institute, cerca del 60 % de los impuestos corporativos vienen de los sueldos de los trabajadores, esos sí con cara, familia y una vida de esfuerzo para generar unos ingresos.

Lo que se ve es al populista que promete el cielo en la tierra a cambio de esos impuestos: salud, educación y paneles solares gratis. Lo que no se ve es el esfuerzo que hacen los trabajadores por generar un valor que termina confiscando el Gobierno. Nunca se ven las grandes cosas que podría hacer la gente si se le permitiera conservar una mayor parte de ese dinero. 

Tampoco se ve, si uno carece de visión a largo plazo, que atacar a las empresas es atacar el empleo formal, la competitividad del país y el bienestar de los trabajadores.

martin.jaramillo@email.shc.edu, @tinojaramillo

 

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