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La victoria de Iván Duque fue clara y contundente, el resultado de una elección que fue un extraordinario ejercicio democrático, en el cual los colombianos participaron de forma masiva y apasionada.
La votación fue también el éxito personal de Iván Duque, quien hoy tiene toda la legitimidad para liderar su programa y su equipo de gobierno. En la noche del triunfo, dio señales importantes; con un discurso que no solamente celebró su triunfo, sino que fue también ecuménico y de apertura, el presidente electo habló de la necesidad de mirar al futuro, de superar la polarización, de construir unidad. Fue contundente cuando dijo no tener odios, algo que quizás un líder político de su generación puede decir más fácilmente. Hizo un discurso espontáneo, extendiendo la mano a quienes no votaron por él cuando dijo que todos quieren la paz, que la corrupción va a ser su batalla, que el medio ambiente y la justicia social van a ser sus preocupaciones, y que la decencia es un criterio de gobierno.
Entre los comentarios que leí en estas horas, quizás el que más me pareció expresar la oportunidad que vive hoy Colombia fue el trino que mi amigo Alejandro Éder envió desde Cali. Éder, quien es otra personificación del relevo generacional en la clase dirigente del país, escribió: “Que esta sea la oportunidad para volver a unir al país, fortalecer nuestra democracia, impulsar nuestro desarrollo, consolidar la paz y llevar el país a un nuevo nivel de desarrollo para todos”. Son palabras que bien resumen el desafío y la oportunidad que Colombia enfrenta.
Por eso, Iván Duque tiene que demostrar ser un líder que es capaz de traducir su intención en método de gobierno. De hecho, para ser expresión de una nueva generación, no es suficiente serlo en edad, sino sobre todo en un estilo de liderazgo adecuado a los tiempos, para trascender las fracturas y las divisiones que siguen marcando a Colombia y al mundo. Me refiero a la brecha de las desigualdades, de la sostenibilidad del medio ambiente, y de la dimensión espiritual y cultural. Es decir, si Iván Duque quiere ser exitoso para el bien de toda Colombia, tiene que ser un agente de cambio, a riesgo de dejar insatisfechos y decepcionados a sectores de su propio electorado. Porque el líder que hoy necesita Colombia es un líder que sea puente.
De hecho, un líder puente no puede solamente cuidar las fronteras de los grupos que lo han elegido y dedicarse así a perpetuar las fracturas. No puede trabajar solamente para lo suyos; tiene necesariamente que expandir estas fronteras y tender un puente sobre las divisiones. En lugar de mirar al bien de unos, tiene que mirar al bien de todos. En la medida en que Iván Duque logre demostrar que posee la destreza política necesaria y las habilidades de liderazgo adecuadas, se revelará como el líder que Colombia necesita hoy. Por eso, la formación de su gabinete va a ser su primera prueba.
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