Jaime Garzón y el “verdadero poder” de la mano negra

Jorge Gómez Pinilla
22 de agosto de 2018 - 05:00 a. m.
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Con motivo de la condena a 30 años que profirió el Juzgado VII Penal del Circuito Especializado de Bogotá contra José Miguel Narváez por haber sido el que convenció a Carlos Castaño de la conveniencia de asesinar a Jaime Garzón Forero, conviene brindar claridad en que este no actuaba como rueda suelta sino como vaso comunicante entre las Autodefensas Unidas de Colombia (Auc) y parte de la plana mayor del Ejército Nacional de esa época, según muestran las evidencias procesales. (Ver noticia).

Su condena contribuyó a romper la impunidad que venía de 19 años atrás, cuando desde el DAS trataron de torcer la investigación apresando a falsos autores. Pero queda por dilucidar quiénes estuvieron detrás de Narváez, pues es obvio que él no actuaba como rueda suelta en sus frecuentes visitas a los campamentos de las Autodefensas, a donde llevaba razones de la cúpula y a sus tropas les dictaba la conferencia “Por qué es bueno matar comunistas”.

Los grupos paramilitares, no nos llamemos a engaños, actuaban como apéndices del mismo esquema del aparato represivo militar que con anuencia del poder civil los engendró para que se encargaran de hacerles el trabajo sucio, y así hubiera a quién culpar de la barbarie sin afectar la estructura del aparato institucional.

Lo cierto es que la cúpula de las Auc estaba compuesta por una horda de hienas salvajes alimentadas, domesticadas y regadas por todo el territorio nacional con la venia de los órganos de seguridad del Estado, pues de otro modo no habrían podido afincarse del modo en que lo hicieron, mediante masacres indiscriminadas y despojos de tierras a los campesinos que desplazaban.

Por boca del mismo Castaño sabemos que hubo una especie de “junta directiva” que desde la sombra asesoraba a esos grupos, y a ella se refiere Carlos Castaño en su libro Mi confesión, cuando en extenso diálogo con el periodista Mauricio Aranguren le habla del Grupo de los Seis: “Gracias a estos señores, no soy hoy en día un bandido”. (Pág. 116). ¿Qué significa esa afirmación? Elemental, querido Watson: que mientras contara con la aprobación de tan selecto círculo se daba por hecho que su accionar era legítimo, por el bien de la patria.

¿Y quiénes conformaban el Grupo de los Seis? Esa pregunta se la hizo Aranguren y así respondió: “Al Grupo de los Seis ubíquelo como hombres al más alto nivel de la sociedad colombiana. ¡La crema y nata! Para mí fue un privilegio el paso que tuve por la vida de esas personas, y no hay que ponerle un toque macabro, era un grupo de seis colombianos a los que denomino verdaderos patriotas, comprometidos con Colombia. Ellos me convencieron de la conveniencia de actuar patrióticamente y dedicar mi vida a la defensa del país, y entregarla si es el caso. Eran personajes de todo respeto y credibilidad, que por su edad avanzada vieron en mí la posibilidad de tener un hombre de la patria”.

Castaño no dio nombres, pero una persona cercana a él sí. Según el portal Verdadabierta.com, “en su segundo día de versión libre ante fiscales de la Unidad Nacional de Justicia y Paz, el ex jefe paramilitar y confeso narcotraficante Diego Fernando Murillo Bejarano, alias ‘Don Berna’, señaló a Pedro Juan Moreno Villa, ex secretario de Gobierno de Álvaro Uribe en la Gobernación de Antioquia, como uno de los integrantes del ‘Grupo de Notables’ que asesoraba al comandante paramilitar Carlos Castaño Gil”. (Ver artículo).

En el mismo rango de cercanía Don Berna ubicó a Rodrigo García Caicedo, líder del Partido Conservador y directivo del Fondo Ganadero de Córdoba, quien padeció las secuelas de la extorsión por parte del Ejército Popular de Liberación (Epl) y sobrevivió a dos atentados de las Farc. Según Don Berna, Castaño acudía con regularidad a ellos en busca de orientación: “Yo lo llamaría el Consejo Superior: daba orientaciones en la parte política en la lucha contra la guerrilla y al que Carlos consultaba decisiones trascendentales”.

Pero Castaño no los muestra dando “orientaciones”, sino ordenando gran parte de los crímenes políticos que se cometieron a finales de los 80 y principios de los 90, y lo cuenta con una crudeza que pareciera sacada de las mejores páginas de El padrino, de Mario Puzo: “Yo les decía “señores, he descubierto que algunos de los grandes jerarcas de las Farc y el Eln en la legalidad están aquí”. Les mostraba una relación escrita con sus nombres, sus cargos o ubicación de los enemigos. ¿Cuál se debe ejecutar?, les preguntaba, y el papelito con los nombres se iba con ellos a otro cuarto. De allí regresaba señalado el nombre o los nombres de las personas que debían ser ejecutadas, y la acción se realizaba con muy buenos resultados. (…) Un día invité a Fidel a una de esas reuniones, y a la salida me dijo: usted se está acercando al verdadero poder”. (Pág. 117).

Aquí entre nos y a modo de paréntesis, ¿no habría sido entonces ese “verdadero poder” el que en últimas decidió —o aprobó— la muerte de Jaime Garzón…?

Un tercer miembro de ese Grupo de los Seis fue señalado por el comandante paramilitar Éver Veloza, alias HH, quien coincidió con Don Berna en el nombre de Rodrigo García como el gran mentor de Castaño, a tal punto que “fue quien lo formó políticamente e incluso le hacía sus discursos”.

Según HH el tercer miembro identificado de ese grupo en la sombra sería monseñor Isaías Duarte Cancino, obispo de Apartadó y Cali asesinado por el Eln, oriundo de Girón (Santander). Para darle veracidad a su dicho sobre la relación cercana entre el obispo y la cúpula de las Auc, en versión juramentada para Justicia y Paz HH mencionó que en 2001 él mismo llevó a Castaño a la casa del religioso en Cali, donde pernoctó. “Yo no estoy diciendo que haya empuñado fusiles, pero sí era de los que asesoraban a Carlos”, dijo Veloza, y remató así: “Entiendo que ahora se diga de honrar la memoria de los muertos, pero yo no tengo la culpa de que él haya hecho parte de los seis”.

El Tiempo del 13 de febrero de 2009 informa que en continuación de la diligencia le preguntaron a HH si reiteraba lo que había dicho el día anterior sobre el jerarca religioso, y “lo volvió a afirmar bajo juramento”.

Sea como fuere, debería quedar consignado en algún anaquel de la historia que si les creyéramos a Carlos Castaño, a Don Berna y a HH en sus coincidentes versiones sobre un grupo de personas notables que desde la sombra asesoraba u orientaba las acciones del paramilitarismo en Colombia, aquí habría quedado identificado al menos el 50 por ciento de los dedos de la “mano negra”.

DE REMATE: Cometió un error el juez que condenó a José Miguel Narváez pero le retiró al delito su carácter de lesa humanidad. (Ver noticia). Ese crimen forma parte de la persecución que miembros de la Fuerza Pública desataron, aliados con grupos paramilitares, para acabar con los defensores de derechos humanos que a finales de los años 90 se habían convertido en “sujetos incómodos” para el Estado. Ahí hay evidente sistematicidad y un aparato organizado de poder, con fines de exterminio.

En Twitter: @Jorgomezpinilla

http://jorgegomezpinilla.blogspot.com/

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