La estrategia de Amaranta Hank

Carolina Botero Cabrera
23 de febrero de 2019 - 06:00 a. m.
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Nacho Vidal es un famoso actor porno que en los últimos días se ha visto envuelto en una complicada noticia no confirmada. Al parecer, un rutinario examen de sangre, práctica requerida en esa industria, arrojó el resultado de VIH positivo. Se dice que están contactando a sus parejas de los últimos meses. Tanto ellas como las productoras de las películas están en cuarentena mientras se verifica su condición.

Cientos, miles de personas han salido a linchar digitalmente a Vidal y a todas sus parejas. Esta ola de reacción digital violenta desvela una virulencia impresionante contra él y contra estas mujeres, quienes a pesar de que deben estar habituadas a lidiar con enfrentamientos verbales la están pasando mal. Muchas de ellas lo han dicho públicamente, muchas están molestas con Vidal.

Esta ola arrastró también a la colombiana Alejandra Omaña, más conocida como Amaranta Hank, actriz porno que participó con Vidal en una producción hace algunos meses. Hank está recibiendo miles de insultos y vejaciones a través de sus redes. La linchan a punta de pedradas digitales.

La violencia que sucede en internet es un problema grave, y sirve a muchos como excusa perfecta para pedir regulación, control y censura. La estrategia de Amaranta, antes que pedir censura, acorrala a los insultos y los muestra como lo que son: ignorancia. Combate el matoneo con información y en lugar de minar la libertad de expresión la enriquece. Todo esto en medio de la inimaginable dificultad que debe ser levantarse en estos días en medio de la avalancha de insultos y estupideces que le dicen.

Amaranta no solo pide dejar a un lado los moralismos, sino que reivindica su decisión libre de ejercer la profesión que eligió, pero, sobre todo, pide respeto. Ella decidió responder a este linchamiento digital con más información en un tema que está cargado de estigmatización, tergiversaciones, moralismos y morbosidad pura. Su respuesta además evita continuar y personalizar el discurso violento.

El VIH positivo en la mente de la gente es inmediatamente sida, muerte, infección y, como ya dije, morbo, mucho morbo. En los 80 y 90 el contacto con VIH casi ineludiblemente significaba adquirir sida, infectar a otras personas y morir. Dado que una vía para infectarse era la sexual, el estigma hacia comunidades como la homosexual o las trabajadoras sexuales creció descontroladamente.

Eso ya no es cierto. La ciencia ha cambiado el escenario y la gente con VIH y en tratamiento no desarrolla sida y puede vivir sin transmitir el virus, teniendo una vida normal. Además, ya sabemos que la posibilidad de infectar va más allá de los colectivos inicialmente estigmatizados. De hecho, la conciencia del VIH hace que estas poblaciones estén mejor preparadas para enfrentar el virus. No es una enfermedad, es una infección y muchos a nuestro alrededor viven con ella.

El caso de Amaranta es particular porque decidió aprovechar esta situación para reaccionar desde su dignidad como persona, pero también para informar. Toma el escándalo y propone a la gente reflexionar. Les cuenta que una industria que reconoce el VIH como un riesgo toma medidas, tiene protocolos. Es decir, si es cierto lo que se dice de Vidal, vemos a una industria que reacciona y mitiga el riesgo. ¿Cuántas personas casadas, en pareja, solteras, con cualquier orientación sexual y profesión, con múltiples parejas o no, están dispuestas a hacerse exámenes periódicos y, si algo sucede, buscarían informar a sus parejas?

Todo esto es lo que ha dicho Amaranta. Ha salido a hablar del tema. Quienes escuchamos deberíamos cambiar el linchamiento por la empatía y la desinformación por conocimiento para cambiar prácticas y deshacer estigmas.

Pero no, en una sociedad hipócrita en la que preferimos el morbo, aumentar el clic y apuntar al otro, lo que ella diga no tiene ese efecto, sino que sirve para mejorar los índices de atención entre las personas que siguen las redes. Y, atención, no solo las redes, vean por ejemplo el titular de Pulzo el día de ayer: “Hay más amas de casa infectadas con VIH que actrices porno”.

Los periodistas deberían seguir el ejemplo de la actriz porno e informar y dar más contexto a sus audiencias. Desafortunadamente, en este caso, han preferido descontextualizar una afirmación que ella hizo, soportada en estudios de hace una década, para alimentar el negocio, para que más gente haga clic en un titular morboso. Piensen que cambiando tan solo diez palabras, los medios podrían referirse al VIH correctamente.

Amaranta, gracias por reaccionar mostrando un camino alterno a la censura, el de combatir los ataques a la libertad de expresión en la red con más información. Lamento que las audiencias seamos tan cortas de vista, que prefiramos quedarnos en el morbo. Sin embargo, apuesto por que quienes defendemos los derechos humanos tendremos la sensibilidad para cambiar tendencias. Hay que seguir intentando.

 

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