La filosofía política del coscorrón

El jefe negociador del Gobierno en el proceso de paz con las Farc es esta columna se refiere al polémico planteamiento de la "política del coscorrón" que va más allá de una crítica al ahora exvicepresidente Germán Vargas Lleras.

Humberto de La Calle
23 de marzo de 2017 - 03:00 a. m.
La filosofía política del coscorrón
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Señalé hace poco que a Colombia no le convendría una “república del coscorrón”. El propósito no se limitaba a expresar una crítica legítima sobre un incidente en el que el entonces señor vicepresidente actuó físicamente contra un escolta suyo encargado de proteger su integridad. Podría haber sido una rabia pasajera. Pero la posterior ceremonia, anunciada como una disculpa pública al ofendido, terminó victimizándolo de nuevo.

Hasta aquí podría tratarse de un incidente más, pero es útil para profundizar en un tema central para el funcionamiento de la democracia. Se trata de señalar que el ejercicio de la autoridad tiene límites. Y que uno de esos límites, por cierto infranqueable, es el respeto por la dignidad humana. Esto, que tiene carácter universal, exige un análisis más riguroso cuando se trata de un distinguido ciudadano que ha manifestado, luego de desempeñar por tres años la Vicepresidencia de la República, su intención de llegar a la Presidencia.

En tal caso, la solidez de los límites del ejercicio de autoridad en una persona de esas características tiene que ser severa. No se trata de un simple jefe de producción de una empresa, ni del capataz de una finca. En estos casos, el asunto sería inaceptable. Pero si el señor vicepresidente logra su cometido, la noción que tenga sobre la manera de ejercer la autoridad es crucial, porque en ese momento, de cierto modo, todos los colombianos seremos sus subalternos.

En mi opinión son conceptos claros, transparentes y universales. No obstante, las reacciones dieron para todo.

Una gran cantidad de personas entendió la profundidad del mensaje. Otras acudieron al fácil camino, ahora de moda en Colombia, de insultar a quien opina, sin parar mientes en el contenido. Dijeron que quien esto escribe, gestor de paz, ahora propiciaba la guerra. Lo primero es que una crítica respetuosa nada tiene que ver con la guerra. Durante los varios años de las conversaciones de La Habana jamás ofendí a alguien por sus opiniones. Pero, quizás más importante, justamente uno de los ingredientes para fundar la paz es el respeto a los demás y, en particular, a quienes prestan servicios bajo subordinación.

Otros fueron más francos: dijeron que les gustaba el coscorrón y que una república de ese tipo era lo que se necesitaba. Aunque se agradece la sinceridad, realmente me parece un pensamiento ominoso. La república del coscorrón sería la de la intolerancia y el autoritarismo. Un retroceso enorme en el elemento central de la Constitución, que es la puesta en práctica de una filosofía liberal. Del ejercicio racional del diálogo. De la reconciliación como meta. Que un solo colombiano haya aplaudido el coscorrón puede ser el símbolo de una patología social preocupante.

Hay más: estamos en un estado de crispación profundo. Las instituciones están afrontando una crisis de desconfianza enorme. El caldo de cultivo del populismo se abre como un abismo ominoso en el futuro inmediato de Colombia. El populismo no es una ideología. Es una táctica para exacerbar las pasiones y hacerse con el poder. Luego vendrá la afectación profunda de la regla democrática. El populismo no es de izquierda o de derecha. Es un lobo que se viste con la piel que le convenga. Y un disfraz peligroso, porque es seductor en momentos de desesperanza, es la oferta de autoridad desnuda y sin límites.

La única salida razonable es la solidificación del respeto a cada persona, por humilde que sea; la reconstrucción de las instituciones maltrechas; la preservación de la Carta de Derechos, que debe ser la guía en medio de esta tormenta, y la profundización en un capitalismo consciente que, reafirmando el respeto a la libertad de empresa, cultive una política social que promueva la dignidad humana.

* Exjefe de la delegación de paz del Gobierno en los diálogos con las Farc.

Por Humberto de La Calle

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